_
_
_
_
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

La casiguerra

Rosa Montero

Habría que inventar un término para la absurda etapa belicosa que estamos viviendo. Todo este encocore y pavoneo, esta ostentación de una amenaza inminente se está convirtiendo en una situación estable que podríamos tal vez denominar la casiguerra. Obviamente es mejor casiguerrear que bombardear, pero aun así es una época nefasta. Porque las guerras destrozan los cuerpos, pero las casiguerras laminan los cerebros.

Lo único que sé de la guerra viene de los testimonios de quienes la han sufrido. Y en su vasta mayoría son estremecedores: la guerra es un horror sin paliativos, los que mueren y matan en el conflicto a menudo no saben por qué lo hacen, las razones de los enfrentamientos suelen ser frías y mezquinas rencillas de poder. Sin duda es muy fácil estar a favor de la guerra desde un bar, como quien juega al Risk; pero la vida real no es un entretenimiento de estrategas, sino un lugar sombrío y humeante lleno de niños mutilados y vientres eviscerados por las bombas.

Claro que también existen otros testimonios. Como el del filólogo judío Victor Klemperer que, habiendo sobrevivido de milagro al exterminio de los nazis, contemplaba al final de la Segunda Guerra Mundial, escondido en un bosque, cómo los aliados bombardeaban la ciudad de Plauen; y él, que se sentía muy alemán, lloraba por la ciudad y, al mismo tiempo, daba las gracias por esa incursión bélica que estaba acabando con el infierno de Hitler. Quiero decir que también es muy fácil bramar contra la guerra desde un bar; pero la vida real no es un gratificante alarde de escándalo moral, sino un lugar complejo y contradictorio en donde a menudo no es posible escoger lo mejor, o lo menos malo, sin hacer daño. Como la duda razonable nunca debe paralizar tu capacidad de decisión (porque, si tú no decides, otros lo hacen por ti), desde luego yo me opongo a esta guerra concreta contra Irak, pero tengo mis reservas y me siento confusa, mientras que a mi alrededor parece que la gente lo tiene todo clarísimo. Ni una ligera vacilación agita los cerebros de los belicistas o los antibelicistas. Tanta certidumbre da un poco de miedo: a lo peor la casiguerra nos está simplificando y por tanto empobreciendo el pensamiento.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_