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El asesino del aparcamiento conversó con las víctimas e intentó borrar todas sus huellas

El homicida robó la tarjeta de crédito a la primera de las mujeres y sacó dinero del cajero

La policía vigilaba ayer el interior del aparcamiento barcelonés donde dos mujeres fueron asesinadas en un plazo de 11 días y en circunstancias similares. Otros agentes seguían tomando muestras que puedan conducir a la detención del homicida, la misma persona, según creen los investigadores, de quien tratan de perfilar el modo de ser a partir de los detalles conocidos. No se descarta que tuviera el robo como objetivo, pero el modo de actuar apunta a que asumía el asesinato como medio para lograrlo. En ambos casos trató de borrar cualquier tipo de rastro.

El homicida puede buscar el robo, pero el asesinato estaba incluido en sus planes
Las horas de los crímenes apuntan a que el asesino actúa despreocupadamente
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La asociación de vecinos del barrio del Putxet, donde se halla el aparcamiento, ha convocado una asamblea informativa para mañana lunes. Hay miedo. Pero no es miedo a la inseguridad ciudadana, sino a lo desconocido, a lo incomprensible. El Putxet es una de las zonas más tranquilas de Barcelona, una ciudad donde los problemas de inseguridad se limitan a faltas (tirones, carteristas y trileros) muy concentradas en las áreas turísticas.

La inseguridad que se vive en torno al lugar en el que aparecieron muertas las dos mujeres no procede de la acumulación de delitos ni siquiera de una suma de faltas, sino de lo inexplicable de los hechos vividos el 11 y el 22 de enero.

El 11 de enero fue asesinada en el aparcamiento situado en el número 28 de la apacible calle de Bertran Maria dels Àngels Ribot, de 49 años. Era un sábado y el crimen se produjo a la una de la tarde aproximadamente, cuando la mujer, que vivía en el mismo edificio, fue a retirar su coche. Éste se hallaba situado en la plaza número 15 de la cuarta planta. El aparcamiento tiene cinco. El cadáver fue encontrado por su hijo aquella noche en un hueco de la escalera, en el piso más profundo.

El 22 de enero fue asesinada, casi en el mismo lugar, María Teresa de Diego, de 46 años. Tenía alquilada la plaza número 15 de la planta primera. Pero su cadáver apareció en el último rellano antes de llegar a la quinta planta, a menos de tres metros de donde fue hallado el de la primera víctima. El asesinato se produjo sobre las cuatro de la tarde y el cuerpo sin vida de la mujer lo descubrió su marido unas tres horas después.

Las horas de actuar, explicaban fuentes de la investigación, parecen señalar que el asesino actúa despreocupadamente, pero en realidad es extremadamente cuidadoso y trata de borrar con método cualquier tipo de indicio que apunte hacia él.

Las coincidencias entre ambos crímenes son notables, pero también lo son las diferencias. Las dos víctimas tenían una edad y un aspecto físico similar. Las dos tenían su vehículo depositado en el mismo número de plaza de aparcamiento, aunque en plantas diferentes. Las dos fueron asesinadas prácticamente en el mismo lugar, en la última planta (la policía cree que fueron obligadas a caminar hasta allí) y en ambos casos también el criminal las cubrió parcialmente con una bolsa de plástico. En el primer caso, tapó parte del cuerpo; en el segundo, la cabeza. El marido de la segunda mujer asesinada encontró su cadáver y salió despavorido y desencajado del edificio. Luego ha explicado que reconoció a su mujer por la ropa que llevaba puesta y que no llegó a verle la cara.

Le hubiera servido de poco porque estaba totalmente desfigurada. Y es que las diferencias se centran, sobre todo, en el modo en que el homicida cometió cada uno de los dos crímenes.

Maria dels Àngels Ribot, la primera de las víctimas, murió como consecuencia de las cuchilladas recibidas. Los investigadores creen que ofreció resistencia, de ahí el ensañamiento del asesino. No obstante, éste llegó a conversar con la víctima. Le robó la tarjeta de crédito y la obligó a que le diera las cuatro cifras del código secreto para poder operar con ella. Poco después, se dirigió a un cajero automático y extrajo 300 euros.

La segunda mujer fue asesinada a golpes. Probablemente el primero de ellos la dejó ya sin sentido. El objeto empleado fue un martillo o algo similar, que no ha sido encontrado de momento. No consta que se produjera el robo y en ninguno de los dos casos se aprecian agresiones sexuales.

Los investigadores analizan las cintas de vídeo de los diversos bancos de la zona. Una de ellas incluye la imagen de una persona, un hombre de unos 30 años, que pudiera coincidir con la del asesino.

Las hipótesis de la policía son varias y las que se han divulgado, más aún. Lo que significa que no hay una pista que se considere definitiva. Los agentes han proporcionado a los vecinos un número de teléfono para facilitar la colaboración ciudadana y siguen patrullando la zona y recogiendo datos. Creen que el objetivo podía ser el robo, pero el homicida incluía en sus planes el asesinato.

La presencia de la policía no es, sin embargo, un sosiego para los vecinos. El aparcamiento, que tiene cinco plantas y 102 plazas, algunas de ellas en venta, ha sido escasamente utilizado desde la segunda muerte. Ayer, durante más de una hora, no salió ni entró en el edificio un solo coche que no estuviera ocupado por más de una persona. Las posibilidades de que haya un tercer crimen, reconocía uno de los vecinos, son remotas, pero también lo eran las de un segundo asesinato y se produjo. Un hecho, el doble crimen en un mismo lugar y en tan breve lapso, del que no hay recuerdo en Barcelona.

Quienes pasan por la calle se paran y miran intrigados la puerta del aparcamiento y cualquier otro detalle, buscando en vano comprender los hechos.

El juez ha decretado el secreto del sumario.

Un grupo de vecinos, el jueves, ante el lugar de los hechos.
Un grupo de vecinos, el jueves, ante el lugar de los hechos.JORDI ROVIRALTA

La cámara que no existe

El asesinato múltiple es más frecuente en la literatura que en la realidad, de ahí que los vecinos recurrieran a los ejemplos que proporciona la creación para dar explicaciones a lo que, de momento, no las tiene. La policía reconoce que la hipótesis de un asesino que se equivoca de víctima en el primer caso y luego cumple con su deber circuló ampliamente por el barrio. Los agentes lo atribuyen a un intento del vecindario de tranquilizarse: si el asesino ya ha cumplido, ya no ha lugar para el desosiego. "Fueron los propios vecinos quienes hicieron circular esta explicación", afirmaron ayer fuentes próximas a la investigación, no sin añadir que, puestos a imaginar, también cabe una segunda interpretación: el criminal acierta a la primera y comete el segundo crimen para disfrazar el móvil. Se trata de un argumento igualmente frecuente en la novela de intriga.

Los investigadores no descartan estas hipótesis, porque no pueden descartar ninguna, pero trabajan a partir de otros elementos, en estrecha colaboración con la policía científica: tratando de encontrar huellas, imágenes, pisadas, restos de sangre, quizá algún rastro de piel si en el primer crimen hubo resistencia y lucha. "Si hiciéramos caso de todo lo que nos dicen, nos volveríamos locos", señaló un agente. Y puso un ejemplo: muchos ciudadanos pasan por delante del aparcamiento, comentan los hechos y buscan la cámara que filmó al asesino. Incluso algunos la encuentran. Sólo que no hay tal cámara. Toman por tal un foco negro que ilumina el rótulo de un bar.

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