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El coste oculto

Arden equis hectáreas de bosque y no se tarda en ponerle precio a esta desdicha. No sé cómo hacen esos cálculos. ¿Por quintal de madera a precio de mercado? Si el monte arbolado se halla muy cerca de una playa, ¿es otro el cálculo? Me refiero a un bosque no urbanizable, si es que en el Mediterráneo español queda alguno a escasa distancia del mar. Aunque si queda, no será por mucho tiempo, pues lo tiene todo en contra: la presión demográfica, el incendio de origen oscuro, el asalto de la especulación, etcétera. Las instancias estatales deponen las armas de golpe y porrazo o bien se van rindiendo "heroicamente", parcela a parcela. Como la joven que quiere preservar su virginidad hasta después de la boda, pero va cediendo epitelio paso a paso, que la tentación vive arriba y abajo y en todas partes.

Como fuere, es un disparate afirmar, como se hace a menudo, que se han quemado tantas hectáreas valoradas en tantos euros. Arda hasta el último árbol restante en la CV y será estúpido calcular las pérdidas a peso: habremos convertido todo el territorio en un desierto. Debería ser verdad de Perogrullo que el criterio puramente mercantilista conduce a una devastadora ruina. Y sin embargo, es el criterio más difundido. Ya se han echado cálculos de las pérdidas ocasionadas por el fuel en Galicia, como si el coste oculto no fuera infinitamente mayor. Por precio oculto no entendemos únicamente los valores inmateriales. En realidad, con todo y ser inmateriales (de orden estético, sentimental o social) no pueden compararse con el incalculable coste material a largo plazo que la naturaleza se cobra por los abusos a que es sometida. Pero vivimos al día, como confiando en que cuando ya la situación se haya hecho insostenible siempre nos quedará Marte. El último en embarcarse no apagará la luz porque no habrá luz; los que se queden, porque con ellos no se ha podido ni querido contar, que se mueran a oscuras. Esto es catastrofismo según se mire; pues al paso que vamos, ni la Luna ni Marte estarán preparados para recibir inmigrantes por muy de lujo que sean. Me viene a la memoria un dato reciente: no es artículo de fe que el hombre haya pisado la Luna, es sólo cuestión de fe. Uno ha visto la cápsula o nave en Washington D.C., pero acaso era tan virtual como la marea negra en Galicia, según testigos gubernamentales; los cuales se han echado atrás por cuestión de votos; que también Galileo abjuró, pero cómo.

Es cierto que no estimamos en lo que vale el mundo tecnológico que hoy ya no es la parte, sino el todo, el nuevo milieu de los urbanitas. Si Internet es rutina mental y psicológica incluso para los no usuarios, qué no será la sincronización de los semáforos en la ciudad o la lavadora automática. Damos por supuestos los numerosísimos componentes que configuran nuestro entorno físico y psíquico; e incluso, en buena parte, los que están por llegar. El teléfono móvil constituyó una novedad a priori rutinaria. A nadie le cogió por sorpresa, era profetizable. Lo mismo ocurrirá con la medicina genética. Naturalmente, este ritmo de cambio nos afecta en lo más y en lo menos íntimo; dentro de unas décadas, cuestiones tan antiguas como las ideas innatas o las leyes naturales, habrán dejado de tener sentido, pues estarán descifrados y escrupulosamente medidos, contados y calificados los mecanismos del cerebro humano. Pero más les valdrá a nuestros descendientes haber adquirido conciencia del coste oculto de las cosas. Un automóvil no vale lo que se paga por él. Este artilugio produce ruido, provoca atascos, contribuye con sus metales pesados a la proliferación de diversas patologías. Nada de eso va incluido en el coste.

El caso del agua es tal vez el más escandaloso. "Te lavarás bien los pies/ cada dos meses o tres", decía un manual de educación infantil de tiempos de mis abuelos. Hasta bien avanzado el siglo XIX, el baño de cuerpo entero estaba mal visto. El padre Miguel Agustín, prior del Temple, decía que nadie debe tomar baños si no se lo prescribía el médico, y aún entonces, con el permiso especial del confesor. El agua para la higiene tenía entonces su peculiar coste oculto, la salvación del alma. Cuerpo desnudo (¡en la intimidad!) tentación al canto. Según el clásico Hurtado de Mendoza, una de las razones de la rebelión de los moriscos en las Alpujarras fue que no se les permitía bañarse, por principios de esta índole moral. En nuestros días, gran parte de la humanidad no se lava porque el coste oculto no sólo se ha puesto por las nubes, sino que ha dejado sin agua amplias extensiones del planeta. Como dice el gran ecologista y fundador del World Watch Institute Lester Brown, cuando la demanda de un producto supera la oferta, el mercado, la mano invisible tiene remedio para todo; mueren de hambre millones de individuos afectados y así baja la demanda. La larga sombra de Malthus, aquel clérigo de buen corazón cada día más recordado. Coste oculto del "creced y multiplicaos".

El coste oculto directa o indirectamente relacionado con la naturaleza es terrible. En el mundo -por citar un ejemplo-, de cada cien litros de agua unos setenta van a parar a la agricultura. Incluso países como Estados Unidos, rico en lluvia, pero mal repartida en su extenso territorio, hay que recurrir al uso y abuso de los acuíferos. En gran parte de la región subsahariana, las aguas del subsuelo están ya agotadas y el desierto avanza cubriendo zonas de suelo apto para la agricultura. Si al cereal importado se le añadiera este coste oculto, únicamente los muy ricos podrían comer y, en realidad, eso es lo que está ocurriendo. Sólo el consumo de agua directa, pero contaminada, causa más de quince mil muertes diarias en el planeta.

Mientras para aminorar el coste oculto de las cosas se va imponiendo la planificación, que implica la intervención estatal y la socialización consiguiente, aún existen glorificadores del consumo a precios de mercado. Cierto es que la crítica humanística pone más el acento en la deshumanización vía el consumo alegre de usar y tirar. Pero ni Margaret Mead ni Saramago. La humanidad enderezará sus pasos, si se da prisa y a tiempo llega, cuando el coste oculto empiece de veras a no dar más de sí. Cuestión de pocas décadas. Hoy por hoy, aún hay muchas y diversas Galicias por el mundo. pero hay un tope y usted, lector, tenga la suerte de ver para bien el fin del coste oculto.

Manuel Lloris es doctor en Filosofía y Letras.

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