Recuenco admite que mantener el muro del Bazar violó el convenio urbanístico
El arquitecto dice que desconocía la cimentación antes del derrumbe
Ayer, en la segunda jornada de declaración en el juicio por el caso Bazar España, el arquitecto Luis Recuenco admitió que el convenio urbanístico suscrito entre Osuna y el Ayuntamiento de Sevila meses antes del inicio de las obras contemplaba el derribo completo del muro y que la decisión de mantenerlo fue contraria al acuerdo. Recuenco, que utiliza la estabilidad del muro como uno de los pilares de su defensa, reconoció ayer además que no descubrió que éste tenía cimientos de tres metros hasta después del derrumbe que mató a cinco personas.
Según explicó el arquitecto, no descubrió la entidad de la cimentación del muro (tres metros de profundidad) hasta que, tras el derrumbe que causó la muerte de cinco personas, procedió al derribo del resto del cerramiento y quedó a la vista el agarre de la fachada al suelo. Hasta entonces, sólo había deducido la firmeza de la fachada porque no tenía asientos ni fisuras. "No tenía que ver la cimentación para saber que era magnífica", dijo.
Recuenco insistió ayer, a preguntas de los abogados defensores del resto de procesados, en el otro hilo argumental de su defensa: que la decisión de mantener el muro no estaba incluida en su proyecto inicial y que se tomó a sus espaldas entre los representantes de Osuna y Urbanismo -el arquitecto técnico Antonio Camarero y el jefe de servicio de Licencias Juan García Gil, respectivamente-. La consecuencia de esa reunión, que Recuenco había calificado como "irregularidad" en la jornada previa, quedó ayer reducida por el arquitecto a mera "curiosidad".
Sin embargo, queda aún pendiente una pregunta que ronda al arquitecto sevillano: ¿cómo no renunció a ejecutar el proyecto en esas condiciones, si tanto difería del que él había suscrito y presentado en la Gerencia de Urbanismo el 3 de diciembre de 1997? Recuenco argumentó ayer que sobre los proyectos de derribo, a diferencia de los que ocurre con los de construcción, no hay derechos de propiedad intelectual, y que cualquier colega o arquitecto técnico está facultado para reformarlo. Y que una vez conocido el cambio, le pareció "oportuno" y concluyó el derribo en las nuevas condiciones pactadas.
Otro de los aspectos tratados ayer, a preguntas de los dos últimos abogados de la acusación, fue el papel de la Consejería de Cultura en la decisión de mantener en pie el muro. Pese a lo dicho en la sesión anterior, Recuenco afirmó que la administración autonómica descartó finalmente la necesidad de las catas arqueológicas. Bastó con la inspección de un arqueólogo durante las tareas de vaciamiento del solar.
Desapareció así una de las razones esgrimidas por el propio arquitecto para justificar que Camarero y García Gil hubiesen decidido conservar el muro y separar el proceso de demolición del de construcción del nuevo edificio: aguantar la pared en pie el plazo de 15 a 30 días que habrían tardado las catas para evitar un vacío en el conjunto histórico.
Recuenco tampoco supo defender con suficiente convicción la teoría de que la declaración de ruina no afectaba a la estabilidad del edificio. El acusador Francisco Mellet le leyó un párrafo del informe pericial, de 1984, suscrito por el arquitecto García de la Hoz, en el que éste asegura que hay "un gran peligro de desplome hacia la calle" del muro de fachada por la existencia en el mismo de fisuras "muy importantes".
"Calles interiores"
"Se referirá a otra parte del muro, a una fachada interior", dijo Recuenco. "¿Y por qué alerta del peligro de desplome hacia la calle?", argumentó Mellet. "Serán calles interiores", acertó a decir el acusado.
Recuenco aseveró que, en cualquier caso y pese a figurar él como director técnico tanto de la demolición como de la posterior construcción, una vez finalizado el derribo interior, la "conservación" del muro de cerramiento correspondía exclusivamente a los propietarios, Inmobiliaria Osuna y "subsidiariamente" la Gerencia de Urbanismo.
El arquitecto también se desdijo sobre el tiempo que habían tardado las tramitaciones de su primera solicitud de licencia y la, según él, segunda petición suscrita por Camarero. De lo que el martes era una instancia "muerta de risa" -la suya- y otra acelerada en tres días, pasó a reconocer que el escrito presentado por el arquitecto técnico venía a corregir una deficiencia formal del proyecto original.
Finalmente, el arquitecto atribuyó de nuevo el derrumbe del muro al viento de tipo huracanado que se registró aquella tarde en Sevilla, con rachas de hasta 115 kilómetros por hora, y a los "torbellinos" que se formaron en el interior del solar.
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