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Reportaje:

Un robot bibliotecario

El Laboratorio de Robótica Inteligente de la Jaume I desarrolla una máquina que dispensará libros

María Fabra

Jaume I es el nombre del rey de la Corona catalano-aragonesa que conquistó el que fue Reino de Valencia. Castellón dio este nombre a su Universidad, pionera en la utilización de las nuevas tecnologías de la información. Y siete siglos después de lo primero y más de diez años de lo segundo, la institución es la sede del diseño y creación de un robot que lleva por nombre Jaume.

Jaume es un robot formado por un mecanismo que se ha dispuesto en una "torreta" y al que se aplicará un brazo y varias cámaras. Su función es la de "dispensar" libros. Se le llama robot bibliotecario pero, realmente, está previsto que desempeñe una tarea concreta. Jaume recibirá una orden como es la de "tráeme Fundación". A través de un sistema de navegación, Jaume recorrerá los pasillos de la biblioteca y habrá de localizar en qué punto se encuentra el volumen requerido. Una vez en el pasillo correcto, al que habrá accedido a través de una base de datos, recorrerá las estanterías hasta localizar el libro, tarea que efectuará a través de unas cámaras que utilizará también para aislar el código que presentan todos los volúmenes en su lomo y eliminar el resto de elementos. Una vez identificado, se pondrá en marcha el brazo articulado que habrá de sacarlo del lugar que ocupa, transportarlo y entregarlo en el lugar que se le haya marcado como el exacto de entrega. Aunque pueda parecer sencillo, únicamente para la tarea de sacar el libro de su estante es preciso todo un sistema de sensores, no sólo de contacto, sino de destreza y fuerza.

Éste es uno de los proyectos del Laboratorio de Robótica Inteligente de la Universidad Jaume I de Castellón que dirige Ángel Pasqual del Pobil. Se trata de uno de los diversos proyectos de investigación sobre la robótica de servicios que se están desarrollando y que están encaminados a que, en un futuro no muy lejano, las oficinas, los hoteles o los hospitales dispongan de aparatos capaces de ejercer tareas concretas. Trabajos de limpieza o de vigilancia, ejercicios de búsqueda de minas o de localización de heridos en lugares de compleja orografía, son algunas de las tareas que en el futuro podrían ejercer las máquinas en las que trabaja el laboratorio, que se está centrando en el desarrollo de comportamientos básicos que sirven de soporte para varias aplicaciones. En general se investiga para llegar al logro de acciones concretas, pero Del Pobil considera que existen unos comportamientos básicos que posteriormente, con una adaptación, podrían llegar a abarcar un sinfín de acciones.

La robótica colectiva es otro de los proyectos que desarrolla el laboratorio de la Jaume I. Es como un trabajo a escala para diseñar el funcionamiento de tareas colectivas como, por ejemplo, la búsqueda del origen de una alarma de seguridad. En este caso, son siete. "Los siete enanitos", les llaman, a estos robots, de un tamaño más reducido, que han de funcionar con una sola orden que haga que se comuniquen entre ellos para "organizarse" en el desempeño de la tarea que les ha sido encomendada.

Como en otros casos, el Laboratorio de Robótica Inteligente de la Jaume I funciona más por vocación de sus integrantes que por la rentabilidad económica que, en otros países, les podría reportar una investigación como la que desarrollan. Los proyectos cuestan y, en este caso, la escasa financiación que "arañan" se invierte en la compra de máquinas a las que "dotan" del hardware y el software que, en cada caso, precisen.

Ángel del Pobil ha manifestado en alguna ocasión que no cree que los robots "se rebelen contra sus creadores humanos como estamos acostumbrados a ver en las películas". Y el caso es que, en la mayoría de los proyectos que lleva ahora entre manos, el laboratorio desarrolla la "autonomía" de la máquina y otras aplicaciones para que esté dirigida por humanos a través de cámaras.

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