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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

No y no

No habrá comisión de investigación sobre la crisis del Prestige en el Congreso, y tampoco comparecencias de Aznar: ni sobre ese desastre ni sobre la posición de España en relación al riesgo de conflicto bélico con Irak. Así lo decidió ayer, contra el criterio de toda la oposición, la mayoría del PP en la Diputación Permanente del Congreso.

El hundimiento de una barcaza cargada de hidrocarburos en la bahía de Algeciras, ayer mismo, sirve de recordatorio de que el riesgo sigue presente. En este caso parece que será posible trasvasar las mil toneladas de carga contaminante dada la escasa profundidad, 50 metros, del lugar donde se ha producido el hundimiento. Pero ello mismo viene a recordar también un punto débil esencial del argumento de que la decisión de alejar el Prestige fue la menos mala de las posibles: no es lo mismo recuperar el fuel a 50 metros que a 3.600; ni contaminar una bahía que miles de kilómetros de costa.

Es materia obvia de una investigación parlamentaria el esclarecimiento de decisiones que han tenido efectos tan graves. A dos meses del hundimiento suena a broma escuchar que todavía no es el momento de la investigación, o que el Gobierno ha dado toda la explicación necesaria cuando hay 200 preguntas y peticiones de documentación en espera de contestación. Y cuando diversas asociaciones corporativas -de marinos, científicos, expertos en salvamento- vienen cuestionando los criterios invocados como indiscutibles por el Gobierno. Frente al intento de canalizar hacia el Parlamento el descontento ciudadano por lo que se hizo mal, y que ya ha provocado una crisis grave en la Xunta, la portavoz del PP se limitó ayer a reiterar las descalificaciones más gruesas.

Respecto a Irak, es evidente que el Gobierno intenta aplazar el debate parlamentario hasta después del pronunciamiento, el día 27, del Consejo de Seguridad, en el que ahora se sienta España. Seguramente porque Aznar prefiere los hechos consumados a un debate que le obligue a optar entre enfrentarse a Bush o a la opinión pública española, mayoritariamente contraria a la guerra. Es un problema que también tienen otros gobernantes europeos. La diferencia es que los demás le han hecho frente, llevando el asunto a sus parlamentos y asumiendo el riesgo de la crítica. Sólo Aznar, el gobernante que llegó al poder con la promesa de situar al Parlamento en el centro de la vida política, dice una y otra vez no y no al control parlamentario, a la espera de que pase algo que le permita jugar sus bazas sobre seguro.

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