El Instituto de Tecnología Química investiga sustitutos del motor de combustión interna
El centro que dirige Avelino Corma se financia en un 50% de la industria puntera del sector
Para una industria como la petroquímica, amenazada por la limitación de las reservas de combustibles fósiles, en este caso el petróleo, la investigación científica es elemento esencial de supervivencia, sobre todo si tenemos en cuenta el impacto ambiental y la creciente sensibilización de gobiernos y ciudadanos por la conservación del medio. El estudio y desarrollo de los catalizadores utilizados en la industria petroquímica, concretamente en la obtención de gasolinas, es, desde hace tiempo, un aspecto fundamental: aceleran la velocidad de las reacciones y las dirigen a los productos deseados, aprovechan mejor las materias primas y minimizan los residuos. Es el catalizador el que rompe la parte más pesada del crudo destilado, en fracciones más ligeras, tales como gasolinas, el diesel, etc...
En Valencia, el Instituto de Tecnología Química (ITQ), centro mixto del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) y de la Universidad Politécnica (UPV), lleva diez años trabajando en éste y otros campos de su área con éxito. Su crecimiento, en apariencia sorprendente, está en consonancia con el volumen de capital que mueven los desarrollos industriales de la petroquímica. Fue puesto en marcha, en 1990, por un equipo de apenas una decena de personas, la mitad del CSIC y la otra mitad de la UPV. Trece años después consta de 80 miembros y sus 18 investigadores principales firman 85 artículos al año, publicados en las mejores revistas especializadas, y producen entre 6 y 7 patentes anuales. Muchos de estos trabajos han llegado a ser clásicos en la literatura científica y muchas de sus patentes se encuentran en aplicación o en fase de estudio.
El Instituto de Tecnología Química lo formaron en sus comienzos los doctores Jaime Primo, Vicente Fornés, Hermenegildo García, Sara Iborra, José Manuel López Nieto, Amparo Mifsud, Miguel Ángel Miranda Joaquín Pérez y Carmen del Pino. Al frente de este equipo ha estado desde entonces, el profesor Avelino Corma, un investigador que se encuentra con el número 21 entre los 100 científicos más citados en química a nivel mundial, según In-Cites, una organización que se encarga de recoger y publicar desde los años ochenta los llamados Indicadores de la Ciencia Esencial (ISI). En diez años, Corma ha publicado 284 trabajos que han sido citados por otros científicos en 6.447 ocasiones. Es la primera vez que un científico español aparece incluido en dicha clasificación. Un trabajo fue reconocido hace unos meses con el Premio Eugène Houdry, uno de los galardones más prestigiosos en el campo de la Química industrial.
Un 25% de la financiación del Instituto procede actualmente de los planes nacionales y general del conocimiento; el otro 25% de programas europeos; mientras que el 50% restante, un porcentaje alto, llega de empresas punteras en el ámbito de la tecnología química. "La financiación de empresas privadas es fundamental", señala el profesor Corma. "Nos permite conocer las necesidades reales del sector en nuestra especialidad", añade. Cepsa, Repsol, Tolsa, Acedesa, son algunas de las empresas españolas con contratos de investigación con este Instituto, así como Exxon-Mobil, BP, Shell, Arzo-Nobel... y las más importantes del mundo en su especialidad como UOP en ingeniería, Rhodia, en química, etcétera.
Los proyectos de investigación básica conducen al mejor conocimiento del mecanismo de las reacciones químicas que ocurren en los procesos de interés aplicado, y de ellos se derivan patentes y desarrollos industriales. La línea de investigación principal del Instituto de Tecnología Química es la referida a catalizadores para utilizar en refino y petroquímica. Sin embargo, también se utilizan catalizadores en otros procesos químicos para la obtención de aditivos en alimentación, ya sea a partir de derivados del petróleo o de aceites vegetales. Muchos de estos desarrollos, de los que el ITQ posee patentes, han conseguido producir catalizadores que sustituyan a otros que, como el ácido sulfúrico o el clorhídrico, tienen un alto impacto ambiental negativo.
Un campo de investigación importante es el que se ocupa de la eliminación de productos nocivos o emanaciones en la combustión de los derivados del petróleo. Por ejemplo, algunos catalizadores sólidos transforman los óxidos de nitrógeno nocivos en inofensivos nitrógeno y agua, y los hidrocarburos volátiles en dióxido de carbono y agua. En este momento, el equipo de Corma trabaja con empresas del sector en las celdas de combustible que en un futuro sustituirán a los motores de combustión interna. En estas celdas se consigue energía eléctrica a partir de la combustión (en una pila, no en un motor) del hidrógeno, que se produce a su vez por la acción de un catalizador sobre metanol o etanol en presencia de oxígeno.
El barco en la botella
El diseño, síntesis y caracterización de nanomateriales micro y mesoporosos constituye una línea de trabajo de gran repercusión que está desarrollando el Instituto de Tecnología Química de Valencia. Los nanomateriales microporosos son sólidos cristalinos con diámetro de poro similar al tamaño de muchas moléculas, entre 0.4 y 10 nanómetros (la cienmilésima parte de un milímetro) pero con una elevada superficie específica, 500 m2/gr, es decir, que en pocos gramos tienen la superficie de un campo de fútbol. Dentro de estos pequeños poros se pueden formar nanocristales de metales y de óxidos de interés como semiconductores y catalizadores, de manera que el nanomaterial actúa como soporte y como selector del tamaño de las moléculas que aloja. Se construyen como el barco dentro de la botella: introducen las piezas (moléculas) que, una vez ensambladas, poseen un tamaño que no les permite salir, o lo hacen de manera controlada. Esta propiedad sirve al científico para modificar a su gusto la velocidad de emisión de una determinada sustancia. De esta manera se preparan catalizadores y sensores químicos para detectar aniones en el agua, como el fluor, el cloro, etc.Una de las aplicaciones de estos nanomateriales ha sido la emisión controlada de feromonas de insectos para tratamientos ecológicos contra plagas.Manteniendo una concentración de feromona en al aire por encima del nivel de detección, se confunde al insecto, que no sabe de dónde viene la señal, evitándose los encuentros y los apareamientos.
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