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ANÁLISIS
Columna
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Centristas a palos

EL PROGRAMA MARCO para las elecciones de mayo, que será aprobado este fin de semana por la Convención Nacional del PP, ha sido bautizado como El compromiso de centro; según explicó el martes Jaime Mayor Oreja -coordinador del documento- a los periodistas, el rótulo doctrinario se justifica porque el programa "hace de la realidad su razón de ser y estar", pone el acento "allí donde surgen o se agravan los problemas" y sabe que "cada día tiene su afán". Aunque el término centro nunca haya destacado -fuera del significado de caladero electoral- por su claridad, esta nueva definición bate todas las marcas imaginables de esoterismo y confusión.

La consigna "menos impuestos y más seguridad" constituye el alma del programa popular. La rebaja del IRPF, la supresión del impuesto de sucesiones transferido a las comunidades y la modificación de los impuestos municipales son el plato fuerte de este nuevo adelgazamiento de los ingresos públicos, dogma de fe mantenido contra viento y marea aunque el déficit cero presupuestario forme ya parte del museo de incumplimientos programáticos del PP. La frenética actividad desplegada por el Gobierno durante las últimas semanas para endurecer las penas de los condenados, limitar los supuestos de libertad provisional de los detenidos y elevar los requisitos del tercer grado y la libertad condicional de los reclusos posee también una finalidad electoralista. El hilo rojo de la abigarrada contrarreforma es la desconfianza hacia los jueces y el ejercicio de sus competencias discrecionales. Esta triple ofensiva penal, procesal y penitenciaria también se propone amedrentar a la oposición, situada ante el dilema de respaldar las propuestas o ser acusada de blandenguería cómplice con la delincuencia, y pasar una rencorosa factura al PSOE por sus reiteradas denuncias contra la reducción de las plantillas y dotaciones policiales.

La estrategia dirigida a convertir a los españoles en centristas a palos sirve igualmente para desplazar de la agenda los aspectos más desagradables de la realidad (sea el Prestige o el descontrol de la inflación) y para tratar de ocultar las graves responsabilidades del Gobierno en el aumento de la inseguridad ciudadana durante el último sexenio. La morigerada máxima ni un día sin línea aconsejada a los escritores ha sido sustituida por la hiperactiva consigna ni una semana sin sobresaltos impuesta a los televidentes. El endurecimiento de la normativa antiterrorista y la resurrección de la vieja ley de peligrosidad social mediante la vía de dictar la prisión preventiva de los imputados por sus antecedentes policiales fueron un simple adelanto de la furia perseguidora del Gobierno, tan preocupado por los animales domésticos como por los teléfonos móviles. Los portavoces del PP continúan desgranando con delectación morbosa -tras redescubrir el viejo y querido garrote de sus antepasados- un interminable rosario de nuevos delitos y penas como jaculatorias mágicas capaces de erradicar la inseguridad social.

Los ministros de Justicia e Interior prosiguen con celo su cruzada evangélica para explicar a los niños que las modificaciones en curso son medidas "de sentido común" propias de una democracia madura y sin complejos. Algunos oyentes de esa letanía de mantras, que suelen disfrazar los juicios de valor con el ropaje de los juicios de realidad, tal vez lamenten que Michavilla y Acebes no comulguen al menos con el conservadurismo compasivo de Bush; la dureza de gesto y de palabra de esos dos píos varones -miembros o simpatizantes de asociaciones religiosas ultradevotas- cuando mencionan a los delincuentes juveniles y a los inmigrantes sin pasaporte da pie para sospechar algunas deficiencias en su equipamiento de sentimientos de caridad cristiana o de empatía humanista. Dos siglos después de que fuese publicado De los delitos y las penas, el ensayo de Beccaria todavía puede brindar algunas enseñanzas útiles a ambos ministros: "No se puede llamar justa -lo que quiere decir necesaria- la pena establecida para un delito hasta que la ley no haya empleado el mejor medio posible, en las determinadas circunstancias de una nación, para prevenirlo".

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