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Entrevista:PEPE MARTÍ ALMENAR, 'CANYA' | Diseñador gráfico

"El logotipo tiene que ser un puñetazo al ojo"

Miquel Alberola

Pregunta. ¿El diseño es el arte de la superficie?

Respuesta. Con diferencia al arte, sea pictórico o escultórico, el diseño tiene menos libertad a la hora de crear. Tenemos siempre unos parámetros o un briefing que cumplir. Lo que haces tiene que responder a unas necesidades. El artista es mucho más libre que el diseñador para crear.

P. En el fondo, el diseño qué es, ¿una cuestión de buen gusto?

R. El diseño, lo que tiene que hacer sobre todo es comunicar. Transmitir. Y si además tiene buen gusto, mucho mejor.

P. ¿Qué le condujo a esta disciplina?

R. En realidad, no haber aprobado el examen de selectivo. Al no poder matricularme en Bellas Artes, entré en la Escuela de Artes y Oficios y me encontré con todo este mundo que desconocía y que terminó por asombrarme, puesto que lo resolvía todo: desde el envase del desayuno al cartel de una película, todo pasaba por las manos de un diseñador.

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P. ¿El ordenador ha cambiado ese mundo?

R. Sí, lo ha revolucionado, aunque no en el plano conceptual. El artista continúa siendo imprescindible porque el ordenador no aporta la creatividad, ni la espontaneidad ni el buen gusto. El ordenador adelanta el proceso y propicia que no sea necesario tener tanto oficio artesanal como antes, cuando el cúter, además de las neuronas, era la herramienta principal.

P. De todos los ámbitos que abarca el diseño, ¿dónde se encuentra más cómodo?

R. Lo más bonito es esa versatilidad que hace que no sea un oficio aburrido, pero me encuentro muy cómodo en la imagen corporativa. Sobre todo, en la de empresas grandes, donde hay que acotar un estilo desde el parque móvil a los uniformes, pasando por los embalajes.

P. ¿Un logotipo siempre vale más que mil palabras?

R. Sí, y además tiene que resumir mil palabras. Es muy difícil porque tiene que ser muy conceptual y muy simple a la vez.Tiene que ser un puñetazo al ojo, y además tener una fuerza recordatoria. Es muy difícil, por eso me gusta mucho.

P. Usted no responde al prototipo del diseñador finolis. ¿Le ha causado problemas en el gremio?

R. No, qué va. Ese estereotipo tal vez se lleve más en el mundo de la moda que en el del diseño gráfico. [Ríe] Vaya pregunta.

P. ¿Por qué se llama Canya?

R. De pequeño tenía obsesión por pintar y como mis apellidos no funcionaban me busqué un pseudónimo como firma artística. El hecho de ser de Picanya me lo resolvió en parte. Desde la infancia empecé a llamarme así y así terminaron llamándome todos. Ya me he quedado con ese nombre.

P. ¿Es cierto que antes de diseñar trabajó en el campo?

R. Siempre ayudé en casa en mi época de estudiante. Mi padre era agricultor y le ayudaba en el campo. Por otra parte, mi madre siempre ha tenido tiendas y droguerías, y yo he tenido que reponer mucho género. Estoy curtido, sí.

P. ¿Tiene que ser menos artista para ser empresario?

R. Bueno, antes nos cogíamos las cosas de otro modo, no en cuanto a la seriedad de afrontar los trabajos, sino por lo que respecta a los horarios y a las fiestas que montábamos. No había entrado en la rueda en la que necesitas ser más empresario y menos bohemio, aunque procuro no perder el ser un poco bohemio, porque al final de todo es por ser bohemios por lo que estamos aquí.

EN DOS TRAZOS

Pepe Martí Almenar (Picanya, 1962) quería estudiar Bellas Artes para ser pintor. Tenía incluso del nombre artístico (Canya), pero tuvo "la mala pata" de suspender el selectivo y acabó en la Escuela de Artes y Oficios para hacer algo parecido. Allí descubrió el diseño e impulsó Xano-Xano, un estudio muy bohemio cuyas realizaciones apuntaban su gran capacidad artística. Hoy es uno de los creadores gráficos valencianos más notables y el responsable del área de diseño de la empresa de respuestas globales de comunicación Engloba, donde, entre otras, ha sintetizado las imágenes corporativas del Marq de Alicante o de la Acadèmia Valenciana de la Llengua.

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Sobre la firma

Miquel Alberola
Forma parte de la redacción de EL PAÍS desde 1995, en la que, entre otros cometidos, ha sido corresponsal en el Congreso de los Diputados, el Senado y la Casa del Rey en los años de congestión institucional y moción de censura. Fue delegado del periódico en la Comunidad Valenciana y, antes, subdirector del semanario El Temps.

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