El español como mestizo
Comienza hoy en Madrid -Móstoles, centro cultural- un encuentro sobre mestizaje: parece ser favorable. Podría estar duplicado por otro contra la pureza, pero esta palabra parece asociada a racismo, virginidad, marianismo, monarquía, gastronomía, veterinaria, y nadie quiere entrar en tema tan peligroso. España es un país de mestizaje: una docena de invasiones, incluso las fallidas -¡los vikingos en Sevilla!-, tanta emigración y regreso, tanto turismo, nos han hecho mestizos. Y las continuas migraciones interiores, y los exilios.
No es que tengamos un resultado óptimo, y es más bien discutible, pero es que todo ha sido maleado porque simultáneamente han sido perseguidos los que se mezclaban, y se les ha hecho huir en peregrinaciones trágicas. Pero algunos de los que tuvieron que agarrarse a la conversión de forma han dado un mestizaje famoso; desde Cervantes y santa Teresa hasta el ejemplar único de Franco, llegado a España de los Franco de Portugal (franco: converso al que se otorgaba derecho de ciudadanía y libertad), que en Francia cambiaron su apellido por el muy patriótico de France.
¡La pureza de sangre! No ha existido nunca, y aunque algunos presuman de descender "de la cuisse de Jupiter", como dicen en Francia, no hay que creer en la castidad de las damas de antaño, enamoriscadas a veces del pajecillo cautivo -que quizá compartía con el noble y guerrero esposo-, a veces del guardia de corps musculado y militar. Cuando los caballeros las ponían cinturones de castidad era por algo. No he visto ninguno aquí. Pero en el Museo de Cluny, de París, hay muchos, y venden reproducciones diminutas, como para la mujer de Pulgarcito. Cuando se sabe que se jugaban la cabeza o algo peor como la clausura para toda su vida en un convento donde, claro, los amores más sexuales no pueden ser fecundos, se entiende que hay una fuerza superior que va mas allá de la leyenda de la pureza.
El mestizaje actual es raro en España, quizá porque las familias conservan todavía la vieja fuerza de la pureza de sangre, del cristiano viejo. Se hace una gran propaganda del árabe que pega y maltrata o que huye a su país con sus hijos para casarse otra vez: pero los nombres de los que maltratan o asesinan esposas son siempre de castellanos viejos, o de andaluces de pro. Y aún hablamos de "castizos" -sobre todo, los madrileños- para alzar una casta que es, sobre todo, un crisol.
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