La Fundación Picasso de Málaga recoge en una exposición creaciones fotográficas del artista
La muestra recoge imágenes realizadas por el pintor y André Villers en 1962
El ojo, la cámara y la guitarra reúne fotografías que Picasso tomó en Francia en los sesenta en colaboración con el fotógrafo Andrés Villers. La mayoría de las imágenes pertenecen a la suite Diurnes, una serie elaborada en 1962 que aúna técnicas fotográficas y litografía. Mediante la superposición de plantillas, el artista crea un mundo de figuras, rostros y animales nunca vistas en su obra. El crítico y profesor catalán Joan Fontcuberta ha comisariado esta exposición, que se podrá visitar en las salas de la Fundación Picasso de Málaga hasta el próximo 3 de marzo.
"Picasso trabajó todo lo relacionado con la creación, pero respecto a la fotografía, siempre ha existido una carencia historiográfica de su obra, por lo que es una de las facetas más desconocidas", explica Joan Fontcuberta, comisario de la muestra. "El Museo Picasso de París hizo tres grandes exposiciones que pasaron revista a la producción fotográfica de Picasso. Fue entonces cuando pude conocer a André Villers, con quien realizó varios portafolios con la técnica del fotograma, es decir, la superposición de plantillas recortables sobre el papel", añade.
Las piezas que conforman esta exposición se encontraron casualmente en una granja francesa. Muchas de estas imágenes fueron descartadas por los artistas porque no satisfacían sus expectativas creativas. Otras están en mal estado. "Su valor, sobre todo, reside en que estas instantáneas muestran todo el proceso artístico, desde que se gesta la idea hasta que definitivamente se plasma", afirma el comisario de la exposición.
Los surrealistas y dadaístas comenzaron a investigar con esta técnica en los años veinte del pasado siglo. Picasso retomó la idea y de ella nacieron formas, texturas y contextos diferentes. Fotografías irreales con estética picassiana, cabezas de toros, rostros de mujer y máscaras teatrales. Además, en varias vitrinas se exponen las cartulinas que el artista utilizó para realizar estas fotografías, además de material bibliográfico.
"Al parecer el encuentro entre Picasso y Villers se produjo de forma fortuita en Vallauris, en la Costa Azul, sobre el año 1953. Después de alcanzar un cierto grado de familiaridad, el pintor le propuso al fotógrafo un proyecto de colaboración que se prolongaría durante dos décadas", cuenta Fontcuberta.
"No se trata de esculturas, telas o cerámicas, sino de elementos de un proceso de trabajo que ayudan a comprender cómo se gesta la idea y se plasma definitivamente en la obra de arte", asegura Joan Fontcuberta. "En esta exposición también se reflexiona sobre el concepto de autoría y se lanza una propuesta crítica sobre los comisarios de exposiciones, que, en ocasiones, utilizan las obras del artista para realizar ellos su propio discurso, su propia instalación", agrega.
Fotografías subjetivas, en gran sintonía con las corrientes internacionales de la época, demuestran la enorme capacidad imaginativa de Picasso. Las imágenes en blanco y negro que poblarán hasta el 3 de marzo las salas de la Fundación Picasso, en la casa natal del artista, sumergen al visitante en su universo más desconocido.
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