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Una figura sin patrón

Diego A. Manrique

Mottola, de 52 años, pertenecía al modelo de ejecutivo discográfico de alta visibilidad, cómodo bajo los focos y acostumbrado a tratar con todo tipo de prensa. Ya desde sus tiempos de manager, no era raro verle recibiendo públicamente el reconocimiento de sus artistas, que a veces -caso de la Dr. Buzzard's Original Savannah Band- hasta le citaban en sus canciones. Instalado en lo alto de Sony Music Entertainment, dejó boquiabierta a la industria musical al casarse en 1993 con uno de sus descubrimientos, Mariah Carey. Aunque la espectacular ceremonia contó con la presencia de Bruce Springsteen, Billy Joel, Barbra Streisand, Ozzy Osbourne y otras figuras de Sony, el matrimonio creó tensiones con artistas de ego delicado, que se sintieron comparativamente marginados dentro de la multinacional. El malestar alcanzaría una disparatada apoteosis el pasado año, cuando Michael Jackson se manifestó por las calles de Nueva York contra Mottola, al que describió como un personaje diabólico de sentimientos racistas. Para entonces, el directivo se había divorciado de Carey y casado con otra cantante, la mexicana Thalia, que graba para EMI.

Dentro de la discreta cultura corporativa de Sony, esos alborotos no eran vistos con complacencia. Mottola, que se desplazaba rodeado de guardaespaldas, tampoco se ganaba amigos al hacerse de rogar para visitar las oficinas centrales en Tokio. Y menos cuando la cuenta de resultados era decepcionante, con pérdidas superiores a 132 millones de dólares, la cuota de mercado disminuía (actualmente, poco más del 15%) y Sony se situaba en un humillante tercer puesto en el ranking de las grandes compañías estadounidenses.

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