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LA CRÓNICA
Columna
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El reducto de la música

El sábado pasado el escritor Eduardo Mendoza pronunció el pregón inaugural del concurso internacional de canto Francesc Viñas, en el Saló de Cent del Ayuntamiento de Barcelona. A continuación tuvo lugar un recital a cargo de la soprano Nelly Miricioiu y el tenor Rockwell Blake, acompañados al piano por Marco Evangelisti, con un programa de Rossini y Donizetti que hizo las delicias del respetable. A la cuadragésima convocatoria de este certamen en memoria del legendario tenor catalán Francesc Viñas (1863-1933) concurren 366 cantantes de todo el mundo.

Mendoza se declaró lego en música y melómano, y pronunció una loa a la música, aunque advirtiendo que toda su belleza se esfuma cuando uno se pone a hablar de ella en términos elogiosos. Citó un ensayo de Adorno "en defensa de Bach y contra sus admiradores", y dijo que también él escribiría gustosamente en defensa de la música y contra sus admiradores. Entre bromas y veras, el prestigioso novelista fue glosando lo que sobre este arte han dejado dicho algunos filósofos y escritores de la antigüedad clásica. Homero; Eurípides, que equiparó su uso al del vino y el sueño; Aristóteles, que recomienda disfrutarla pero no dedicarse a ella (pues el hombre sabio no pierde su tiempo en estas actividades improductivas); Platón; Plotino, que la pondera como una fuente de conocimiento; Mendoza se detuvo en los conceptos pitagóricos sobre la armonía que rige las matemáticas, la música y el movimiento de las esferas en el cosmos... Concluido este repaso, el escritor se felicitó por no haber hecho el elogio de la música, una potencia a la que "no hay que admirar ni referirla al orden del universo; está en el fondo de la naturaleza humana y a lo único que se parece es a la libertad". Abundando en ello, acabó agradeciendo a los maestros cantores e instrumentistas presentes porque al interpretarla, dijo, "representan el último reducto de libertad".

El pregón de Eduardo Mendoza inaugura el Concurso Internacional de Canto Francesc Viñas

Supongo que esa asociación entre música y libertad tenía que ver con la condición abstracta de la música, la menos imitativa de las artes, o quizá con el mito de Orfeo y Eurídice, al que Mendoza se había referido, que efectivamente tiene un final dramático y poco usual y que es uno de los mitos griegos más sugestivos. El argumento es harto famoso, pero siempre resulta grato volver a contarlo: Orfeo, poeta y músico, hijo de Apolo y de Calíope (la musa de la poesía épica), ha perdido a su amada y flamante esposa Eurídice, mordida por una serpiente venenosa. Orfeo obtiene de los dioses el privilegio de bajar a los infiernos a rescatarla, con una condición: que en el camino de vuelta a la tierra no se vuelva a mirarla. Así pues baja al Hades, convence con la música de su lira a las potencias infernales para que le dejen llevarse a Eurídice, emprende el camino de regreso a la vida... y la pierde de nuevo al ceder a un instante de duda y volver la vista atrás para asegurarse de que ella le va siguiendo...

Tal como cuenta Virgilio este mito, Eurídice, al ver roto el hechizo salvador, se lamenta: "¿Qué delirio, Orfeo mío, me ha perdido, infeliz, y te ha perdido a ti? Ya por segunda vez me arrastran al abismo los crueles hados; ya el sueño de la muerte cubre mis llorosos ojos. ¡Adiós, adiós!". Pero no es probable que de verdad pronunciase estas palabras, pues estaba muerta, como sabemos. Rilke presume que "estaba ya suelta como pelo largo y entregada como lluvia caída" y que su reacción debió ser lánguida y soñolienta, en el poema Orfeo. Eurídice. Hermes, que según afirma Brodsky en el ensayo que le dedica en Del dolor y la razón quizá sea el mejor poema del siglo XX.

Sobre gustos... hay quien prefiere el Orfeo de Gluck, el de Monteverdi, el de Haydn. En cuanto a la verdadera reacción de Eurídice, no podemos saber a ciencia cierta cuál sería, pero la posibilidad más ambigua y misteriosa la postula el relieve que está considerado como la más lograda representación plástica del mito, que se conserva en el museo arqueológico de Nápoles (su reproducción decora el envoltorio de varias versiones discográficas). En ese relieve vemos a Eurídice consolar a Orfeo, invitarle a la resignación, apoyando la mano en su hombro, mientras por el otro lado el mensajero de los dioses la sujeta del brazo, como apresurándola a regresar al Hades.

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¿Por qué es tan sugestivo este mito? Podría ser que fuese porque sugiere que la música tocada con inefable acierto sería capaz de librarnos de la última cárcel. Aunque un mito no se deja reducir a la condición de metáfora o parábola.

Alguien dijo que Hamlet debe buena parte de su éxito permanente a que su argumento incluye venganza, duelos, envenenamientos, fantasmas, suicidios, teatro, venganza... Desde luego, el argumento de Orfeo y Eurídice también juega con cartas altas.

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