"El peligro es la ausencia de sentimientos, no el sentimentalismo"
Después de una primera novela sobre una infanticida en la España de los años veinte, el hispanista Erich Hackl (Steyr, Austria, 1954) publicó originalmente en 1989 Adiós a Sidonie, una nouvelle sobre la vida de una niña gitana durante los años del fascismo en Austria. Llevada al cine en 1991 por Marion Brandauer, relata un caso real silenciado hasta hoy.
PREGUNTA. Sus libros están ubicados en la guerra civil española, en las dictaduras de Uruguay y Argentina y durante la época nazi en Austria. ¿Qué le lleva a tratar siempre de las víctimas?
RESPUESTA. Su contemporaneidad. Las historias sobre las que escribo no terminan ahí donde yo las dejo, sino que están conectadas con el presente inmediato, tanto de mi propia existencia como con la escritura. Básicamente, hay en todos mis libros una continuación hasta el presente. Creo en la contemporaneidad de lo que escribo. En Adiós a Sidonie, la idea de escribir el libro surgió para llamar la atención sobre la vida y muerte de una niña gitana de diez años, de la que nadie quería saber nada. La familia de acogida había pedido en vano una placa conmemorativa en el pueblo. Existía una negativa muy actual de tomar nota del pasado.
"Me divido entre la exigencia de la forma y la insistencia de la historia real"
P. ¿Cómo dio con la historia de Sidonie? ¿Tuvo noticias del caso porque usted es de Steyr, como la niña?
R. Bueno, de manera indirecta. He estado investigando la revuelta obrera de Steyr de 1934 y la resistencia contra los nazis desde los años de mis estudios universitarios, y en este contexto supe de la familia de acogida y accidentalmente también del destino de la niña. A mí me interesan determinados hechos históricos, a saber, los momentos en los que la historia hubiera podido tomar otro rumbo. Y, en este sentido, febrero de 1934 es un acontecimiento que no tiene correspondiente en Alemania, el intento de impedir la dictadura a punto de llegar, para salvar la democracia y al mismo tiempo adelantar reformas sociales. Es algo único y para la historia de Austria, de suma importancia. Pienso que febrero de 1934 es más importante que marzo de 1938, cuando con la anexión alemana termina la independencia de Austria. La facilidad con la que Hitler anexionó Austria sólo se explica por el fracaso de la revuelta de 1934.
P. En la novela entreteje la historia con mayúsculas de Steyr con la historia de Sidonie; son dos hilos que se desarrollan paralelamente.
R. Por supuesto. La historia de Sidonie no se puede contar sin la de su familia de acogida, y ésta, a su vez, está tan estrechamente ligada con los enfrentamientos sociales de la época que me resultaba imposible reducirla a un destino individual. El padre de acogida era miembro de la Alianza Republicana, fue encarcelado, estuvo en paro por ser socialdemócrata; después, ya en la ilegalidad, a partir de 1938, entró en el Partido Comunista, la única organización de resistencia contra el nacionalsocialismo. El hecho de que nadie quisiera saber nada de Sidonie después de 1945 tiene que ver también con que los padres de acogida eran comunistas.
P. ¿Por qué precisamente la historia de una niña? ¿No entraña el riesgo del sentimentalismo, que a menudo acecha en historias relacionadas con el Holocausto? Pienso en La lista de Schindler o en novelas como El lector.
R. Ésta es una pregunta que yo no me planteo a la hora de escribir. Primero porque no busco la historia, sino que ella viene a mí e intento escribirla con toda la sobriedad posible. Todo depende de la representación literaria que debe ser contenida en cualquier caso. Más no puedo hacer. Aparte de eso, creo que vivimos una época en la que el peligro no es el sentimentalismo, sino la ausencia total de sentimientos, también en literatura.
P. ¿Se ve más como cronista o como escritor?
R. Eso no es ninguna contradicción. Y la denominación cronista ciertamente va conmigo, en cuanto que persigo dos cosas cuando escribo: por un lado, contar una historia con medios literarios y, por otro, saberme atado por los hechos, a través de los documentos, de los testimonios vitales, de las biografías de las personas sobre las que escribo. Éstas aparecen con sus nombres reales y siento una gran responsabilidad frente a ellas, porque no son figuras literarias propiamente dichas. Eso significa un gran problema para mí, estar dividido entre mis exigencias literarias en el aspecto formal y la insistencia en la historia real. Ahí reside la condición fundamental de mi escritura: a mí me ocupan estas historias reales y no tanto la ficción. Pero la forma en que las trato, pertenece, naturalmente, al ámbito de la ficción.
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