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Columna
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El frío

Juan Cruz

Dice el periodista Kapuscinski que la gente de Suecia no puede ser como la de África. El frío y el calor, el norte y el sur. En Suecia he visto pobres sin dientes, ateridos de frío, locos encerrados en una cocina de la que no extraían sino el humo revenido de los años. Y en África las fotografías muestran ese mismo rostro de espanto, pero debajo del calor de las moscas los hombres sufren la atosigante mortificación del hambre y de la muerte. El frío y el calor. Nos muestran siempre del norte la riqueza y la manta, de allí no nos vienen habitualmente otras fotografías; claro que hay pobreza, está al borde del metro de Nueva York, y en los cinturones de Londres, en la banlieue de París. El sur también está en el norte. Del sur los retratos son espectaculares hambrunas que presentan a niños sedientos al borde de un arroyo reseco, al lado mismo de donde se hacen las grandes cumbres del agua. En medio de esos dos caminos hay una trayectoria de intensa desolación en las ciudades sin nombre en las que también vivimos: un pobre perdido, o muerto de frío, en una acera de Madrid es una anécdota ante la que uno cierra la ventanilla; un temporal de nieve en las sierras enriquecidas de nuestros suburbios es un acontecimiento del que hablan los alcaldes con la misma emoción con que descubría el hielo el niño que fue Gabriel García Márquez. Cuando ya esas nieves precipitan catástrofes u otras inundaciones, las fotos cambian de signo y entonces vienen los políticos y los tractores a arreglar el asunto para que las fotografías sean otra vez postales y no tan solo malos recuerdos. De las fotografías de África hay copias de vez en cuando, siempre que la situación no esté distraída por el norte de otras preocupaciones: una guerra aquí o allá, las guerras postizas del norte. Ahora que Lula le ha dado título de propietarios a los ocupantes de las favelas, el mundo entero -el norte, es decir- ha reaccionado con el mismo mohín que ensayó la reina de Inglaterra cuando vio a los ocupantes de las cuevas que circundan Lisboa: "¿Qué son?". "Existencialistas, majestad". "¿Existencialistas?". "Sí, porque se empeñan en existir". El norte también está repleto de existencialistas, pero casi no se les ve en las fotografías, sino cuando llegan y son llevados a los calabozos, donde también pueden morir mientras afuera hace frío y es el norte.

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