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Reportaje:La crisis del Barcelona | FÚTBOL

¿Quién hace de hombre malo?

Gaspart, cuando era vicepresidente con Núñez, asumió las tareas ingratas que ahora, en su etapa presidencial, nadie es capaz de asumir

Robert Álvarez

El Real Madrid llegó a estar tan obsesionado con el antiguo vicepresidente del Barcelona, el que se declaraba más cercano a los boixos nois que a los socios de la tribuna, que incluso designó a un directivo con la misión expresa de que desempeñara el papel de antigaspart. Pero ése es un trabajo para el que no vale cualquiera. Joan Gaspart era entonces el delfín de Josep Lluís Núñez, quien, a pesar de que no estaba siempre de acuerdo al ciento por ciento con sus actuaciones, le daba rienda suelta. Al ex presidente azulgrana le iba de perillas contar con alguien como Gaspart, capaz de ejercer por la tarde de bombero para apagar el fuego que él mismo había encendido por la mañana.

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Si había que echar con cajas destempladas a Maradona, a Cruyff o al sumsum corda, no había problema. Allí estaba Gaspart. Si había que agitar al entorno mediático, zaherir al Madrid o al Espanyol -en diferentes etapas fue declarado persona no grata por ambos clubes-, ningún problema. Gaspart se encargaba de ello. Y también de agitar las asambleas de la Liga de Fútbol Profesional o de la Federación Española o de montar shows mediáticos como su baño en el río Támesis tras el triunfo en la Copa de Europa sobre el Sampdoria o el par de vueltas que dio al césped del Bernabéu cuando se ganó la Copa ante el Betis.

Lo dicen todos los representantes de jugadores: no había quien resistiera la negociación de un fichaje cuando él estaba al otro lado de la mesa. Entonces, como vicepresidente, Gaspart se podía permitir el lujo de romper las conversaciones de madrugada para reemprenderlas al amanecer o cuando el futbolista en cuestión ya estaba en el aeropuerto.

Ahora, como presidente, las cosas han cambiado para Gaspart. Desde su primer día como máximo mandatario, desde que negoció la renovación de Rivaldo -tan fuera de medida que se rompió un año después-, pasando por su viaje relámpago a Londres para cerrar la onerosa contratación de Overmars y Petit, hasta su reciente intervención personal en la continuidad de Puyol, ha hecho gala, en opinión de los responsables económicos del club, de una excesiva manga ancha en los dispendios. Todo lo contrario de lo que sucedía cuando era vicepresidente. "Si para ahorrarle una peseta al club tengo que trabajar toda la madrugada, ningún problema", decía como resumen de su filosofía.

El Barcelona ya no tiene quien desempeñe aquel papel de hombre malo. Cuando tuvo acceso a la presidencia, Gaspart contó con la colaboración de un vicepresidente que tomó el relevo en esa labor ingrata. Fue Àngel Fernández, capaz de declarar en público que los jugadores habían jugado un fútbol "de baile de salón" tras perder ante el Besitkas por 3-0 o de cruzarse insultos en un programa de radio con el cabeza visible de la oposición, Lluís Bassat.

Pero Fernández, el pasado mayo, fue el tercero de los cinco vicepresidentes que han dimitido en los dos años y medio de mandato de Gaspart. Una cosa era ejercer el papel de hombre malo y otra muy diferente aceptar que "no pintaba nada", como él mismo admitió.

Desde entonces, al culebrón azulgrana le falta un actor y Gaspart, inasequible al desaliento, desdobla sus camaleónicos registros.

Joan Gaspart celebra su triunfo en las elecciones de 2000 abrazado a Joan Castells y junto a Àngel Fernández.
Joan Gaspart celebra su triunfo en las elecciones de 2000 abrazado a Joan Castells y junto a Àngel Fernández.R. SEGUÍ

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Sobre la firma

Robert Álvarez
Licenciado en Periodismo por la Autónoma de Barcelona, se incorporó a EL PAÍS en 1988. Anteriormente trabajó en La Hoja del Lunes, El Noticiero Universal y el diari Avui.

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