... Y vuelta a empezar por tercera vez
Gaspart, obligado a partir de nuevo de cero tras sus dos proyectos fallidos al frente del Barça
El Barcelona cerró el año al filo del colapso, pero con una goleada al Mallorca (0-4) que apagó las pañoladas, la amenaza del cierre del Camp Nou, los gritos de dimisión, la fuga de directivos y la puesta en marcha de una moción de censura propiciada por un socio que hace poco suspiraba por entrar en la junta. La crisis es enorme, pero el presidente, Joan Gaspart, ha pintado una postal alpina: el carné de la Gent del Barça funciona, las gradas se llenan, Europa va viento en popa y sólo la Liga va mal -¿cómo evitarlo siendo los décimos, a 16 puntos de la Real Sociedad?-. Bajo el lema Año nuevo, vida nueva, Gaspart quiere vender la idea de que se parte de cero bajo dos premisas: recabar el apoyo de la afición por el bien del equipo y lavar la cara de Louis van Gaal, a quien obligó a realizar un gesto de humildad antes de irse de vacaciones reconociendo sus fallos. Su intención es que el técnico holandés acepte, como a principio de temporada, los consejos de sus asesores de imagen.
Pero este plan se sujeta con pinzas: de la misma forma que el Barça logró la tregua con su triunfo en Palma, ¿quién no dice que se podrá romper si tropieza el domingo ante el Recreativo como lo hizo frente al Sevilla? Gaspart sabe que corre ese riesgo y por ello ha instado a la afición a "un ejercicio de responsabilidad" por el bien del equipo. La junta convocará una asamblea de compromisarios -nunca ha perdido una votación- con tres objetivos: neutralizar y canalizar a la oposición, ratificar a Gaspart en el cargo y hacer lo propio con el vicepresidente Sixte Cambra, que se apunta como su posible delfín.
Pese al clamor de la grada y a que ha perdido el apoyo de directivos, Gaspart no piensa en dimitir. Van Gaal arrastró en 2000, en su caída, a Josep Lluís Núñez, pero Gaspart no está dispuesto a correr la misma suerte. Más que por convicción, le fichó por razones económicas -era el entrenador más barato y el que le pedía menos fichajes- y porque es el paraguas perfecto. El problema es que su apuesta fue tan fuerte que su futuro se ha encadenado al del holandés y ahora mucho más después de que Carlos Bianchi firmara por el Boca Juniors.
Gaspart sabe que, desde que fue nombrado presidente, en julio de 2000, la salud del Barça ha empeorado notablemente: se arriesga a un cuarto año en blanco, aun cuando hasta ahora ha ganado todos los partidos de la Liga de Campeones; su economía es frágil -ha gastado 200 millones de euros en fichajes y la falta de liquidez limita los posibles refuerzos de invierno- y su prestigio, con el cierre del Camp Nou, está muy dañado. Todos esos errores los combate explotando su vena de mártir y forofo. Profundamente católico, cree que logrará el perdón de los socios reconociendo sus fallos. Quizá por ello pidió a Van Gaal que hiciera lo propio. Ni siquiera la falta de títulos le supone un gran problema. "No los necesitamos: nosotros nacimos con prestigio", dijo tras caer eliminado en la Copa ante el Novelda. "En sus 24 años como directivo, vivió la primera década con sólo una Liga", afirma una fuente próxima al club recordando que, antes de Johan Cruyff, el Barça era sobre todo un equipo de tradición copera: ganó la Recopa en 1979 y 1982; la Copa del Rey, en 1988, y la Liga, en 1985.
El 0-4 de Mallorca ha dado aire a la junta, pero se palpa la sensación de que este momento ya se ha vivido. Gaspart ha gobernado a golpe de coartada. Por ejemplo, en su primera temporada, la 2000-01, mantuvo en el banquillo a Llorenç Serra Ferrer gracias a Rivaldo: tres goles en Milán, dos en Madrid. El gol anulado al brasileño en el último minuto de aquel curso en el Bernabéu -habría supuesto el 2-3- fue la excusa para espantar los fantasmas. Con la Liga perdida, la cuerda del mallorquín se agotó en abril de 2000 en Anfield, cuando el Liverpool le privó de la final de la Copa de la UEFA.
Algo similar ocurrió con Carles Rexach: esquivó la destitución y la sombra de César Luis Menotti con un sorprendente 0-6 en Tenerife días después de que estallara el escándalo de la supuesta fiesta en un hotel de Madrid. El club supeditó entonces su vida a su suerte en la Liga de Campeones: el pase a los cuartos de final se logró in extremis ante el Galatasaray, en Turquía, y a las semifinales se llegó de la misma forma ante el Panathinaikos y con tantos incidentes que la UEFA le apercibió del cierre del estadio. Las aspiraciones europeas crecieron hasta que topó con el Madrid. La coartada de Van Gaal, esta vez, ha sido el 0-4 de Mallorca. La incógnita es si tal goleada servirá de punto de inflexión.
En los dos primeros años se ha repetido la historia y, de momento, no hay motivos para pensar que éste será distinto. En la primera temporada de Gaspart, el Barça empezó perdiendo a un crack, Figo, y su único éxito fue la clasificación para la Liga de Campeones gracias a la chilena final de Rivaldo ante el Valencia. En el camino perdió a dos vicepresidentes: Jaume Llauradó y José Martínez Rovira. En la segunda se fue Guardiola y volvió a ser cuarto. Y en esta tercera se fue Rivaldo, se han ido tres vicepresidentes -Àngel Fernández, Gabriel Masfurroll y Joan Castells-; se tiró la Copa, como en los dos anteriores, y la Liga está tan mal que se halla más cerca del descenso que del liderato. Queda la Liga de Campeones. Pero el propio Van Gaal matizó esa ilusión cuando minimizó la estadística de las diez victorias diciendo que el Barça, hasta ahora, no ha jugado contra nadie.
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