"La subida de los precios se debe a la falta de control de los Gobiernos"
¿Los aumentos de precios? "No son atribuibles a la moneda única, sino a la falta de control de los Gobiernos". Romano Prodi examina el primer cumpleaños del euro e intenta dirigirse a la gente corriente, a sus problemas y sus esperanzas, y a los que dirigen las naciones. "El euro tiene un balance positivo, en todos los aspectos", dice. "A pesar de las nostalgias y las dificultades de adaptación".
El presidente de la Comisión Europea observa las fotos que aparecen en las casas de su vida. En el moderno apartamento, "un poco de soltero, para el trabajo", que da al Parque del Cincuentenario en Bruselas. En la casa familiar bajo las Dos Torres de la Bolonia medieval, donde crió a sus dos hijos, ya casados. En ambas viviendas están las fotografías de él y de su mujer, Flavia, con un ramo de flores que Prodi compró con los primeros euros de su vida, quizá los primeros euros gastados en toda Europa.
"Las guerras destruyen los equilibrios económicos, y también el precio del petróleo"
"A los nuevos países se les someterá a los mismos exámenes que a los actuales miembros"
"El euro se afirma cada vez más como referencia en los mercados internacionales"
Era la medianoche del 31 de diciembre de 2001. Empezaba 2002, el año del euro. Prodi compró las flores en Viena, ciudad a la que había ido para un "nacimiento histórico": el nacimiento, en los bolsillos y las manos de los europeos, de la moneda única. Para celebrarlo, el presidente escogió la Austria que estaba en plena eliminación del ciclón Haider, uno de quienes veían (y ven) Europa como la causa de muchos males. En las fotos de los Prodi aparece también el canciller Schuessel, la imagen del que, ahora que acaba 2002, ha triunfado sobre Heider, el aliado derrotado.
Ahora bien, el euro no ha tenido un camino de rosas. También ha tenido espinas. El Eurobarómetro, una estructura de la propia Comisión, acaba de mostrar que, entre los ciudadanos de los 12 países del euro, está muy extendida la convicción de que la moneda única ha provocado aumentos de precios: lo dice el 84,4% de los interrogados, con los máximos porcentajes en Holanda, con el 93,6%, e Italia, con el 90,5%. El 51,7% de los alemanes, huérfanos del marco, consideran la introducción de la divisa europea, "en conjunto, perjudicial". Wim Duisenberg, presidente del Banco Central Europeo, ha concluido el año 2002 con la afirmación de que "el euro ha recalentado la inflación".
Sin embargo, Romani Prodi no está de acuerdo y lo explica en esta entrevista concedida a EL PAÍS, Le Monde y La Repubblica.
Pregunta. El euro cumple un año. ¿Qué ha tenido de positivo? ¿Y de negativo?
Respuesta. El balance es positivo. En todos los aspectos. Ante todo, respecto a las previsiones catastróficas de la víspera: estaban justificadas por la magnitud y la novedad de la aventura, pero no han resultado ciertas. Pero también es positivo si se piensa en el futuro, porque el euro se va afirmando cada vez más como punto de referencia en los mercados financieros internacionales y como moneda de reserva de los bancos centrales. Y, por último, se puede hablar del tipo de cambio. No porque un cambio fuerte o un cambio débil sean, en sí, factores positivos o negativos, sino porque, hoy, todos los operadores financieros de todos los países del mundo utilizan como base la relación euro/dólar; es decir, el euro, que representa la economía europea, es un nuevo y gran protagonista de la economía mundial.
P. Sin embargo, es cierto que hay dificultades, que los aumentos de precios son reales.
R. Los incrementos, en conjunto, han sido modestos, como demuestran los últimos datos del Banco Central Europeo. Aun así, habría que haberlos evitado, porque estaban completamente injustificados. Hay que destacar que han variado mucho de un país a otro y de un sector a otro. En general, han sido inexistentes para los bienes industriales, un sector en el que incluso ha habido importantes disminuciones debidas al aumento de la competencia y claridad de las listas de precios. En cambio, con frecuencia han sido enormes en los servicios, es decir, en bares, restaurantes, seguros, servicios personales y tarifas controladas. Pero los aumentos no son atribuibles a la introducción del euro, sino a la falta de control de los Gobiernos. El euro no ha sido la causa, sino la ocasión que ha permitido comportamientos ilegítimos y sorprendentemente incontrolados.
P. ¿No teme que las críticas provoquen el despego respecto a Europa?
R. Todos los que viajan están claramente orgullosos del euro: si se mueven dentro de Europa, tienen la posibilidad de no tener que cambiar de moneda, y si van fuera de nuestro continente, además, tienen el orgullo de comportarse como siempre lo han hecho los estadounidenses con el dólar. Por supuesto, siempre existen nostalgias y dificultades de adaptación. Pero no me parece que hayan sido superiores a las de otros cambios de divisa. ¿Cuántos años siguieron los franceses calculando en francos antiguos? Y veo que la gente piensa cada vez más en euros: es verdad que ha sido más fácil a los jóvenes que a los mayores, y más para los gastos diarios que para los extraordinarios. Pero no es culpa del euro, es culpa de la vida.
P. ¿Qué opina de la idea de suprimir las monedas de uno y dos céntimos e imprimir billetes de uno y dos euros? Muchos afirman que las monedas se gastan de forma más distraída y, por tanto, le cuestan más al presupuesto familiar.
R. Al principio habría sido mejor tener también el euro de papel, pero ahora los europeos ya se han acostumbrado a tener billetes sólo para los valores más altos, igual que ya ocurría en algunos países como Alemania, Francia y España. Desde luego, el euro de papel habría sido más útil para la penetración a pequeña escala en los países de fuera de la zona de la divisa europea, pero no sé si vale la pena afrontar un gasto considerable cuando ya nos hemos acostumbrado a la nueva realidad... Me parece un problema secundario.
P. Ahora, después de largos sufrimientos, el euro ha conquistado su propia paridad y está por encima del dólar. ¿Durará? Y, en la perspectiva de la guerra en Irak, ¿hasta qué punto la divisa común podrá proteger nuestra economía? El petróleo se sigue cotizando en dólares.
R. Es imposible, en un periodo de guerra posible, hacer previsiones ajustadas sobre la paridad monetaria. En los próximos meses, las variables políticas imprevisibles van a ser absolutamente decisivas en la observación cotidiana de los índices de inflación, desempleo y flujo de pedidos industriales. Las guerras, por definición, destruyen los equilibrios económicos y monetarios. Además del precio del petróleo.
P. ¿Es posible que el elevado valor del euro sea un obstáculo para la recuperación europea? Un dólar debilitado favorecerá las exportaciones norteamericanas. ¿El océano de diferencias entre Europa y Estados Unidos está condenado a ensancharse?
R. Tal vez por haber sido tantos años profesor de economía industrial -y no de economía empresarial-, nunca he defendido un tipo de cambio demasiado fuerte. Hoy, sin embargo, el fortalecimiento del cambio refleja la presencia de una atención internacional cada vez mayor a los grandes acontecimientos de la unificación europea. He visto derramar tantas lágrimas sobre el bajo cambio del euro que me parece prematuro lamentarse por su fortalecimiento. En cuanto al futuro... ¡Ya veremos!
P. El Banco Central Europeo ha acusado a menudo a los Gobiernos de dejadez en la gestión de los déficit públicos. ¿Pero qué piensa usted de la política monetaria del BCE? ¿Tiene el mismo pragmatismo de la Reserva Federal estadounidense?
R. A pesar de las repetidas críticas, siempre he pensado que el BCE, en conjunto, cumple bien su tarea. Y las críticas contra la dejadez de los Gobiernos forman parte de esa tarea... El problema no es tanto el comportamiento del BCE como la ausencia de un poder contrapuesto que se encargue de coordinar las políticas económicas. Se ha confundido la independencia del Banco Central con su soledad. Por eso es muy difícil la comparación con la Reserva Federal, constantemente obligada a dialogar con el Tesoro estadounidense, en una dinámica política que, en Europa, está aún por construir. En una situación como la nuestra, es muy difícil ser pragmáticos, porque la responsabilidad es mucho más amplia que el poder del banco en sí. Además, una institución nueva tiende, por su propia naturaleza, a reafirmar su papel con un rigor que abarca los aspectos formales. Hace falta que una estructura sea adulta para que se pueda permitir un acto de valentía.
P. Usted ha dicho que el pacto de estabilidad de la UE es "estúpido como todas las cosas rígidas". En el momento del nacimiento del euro, ¿no se definieron criterios de convergencia demasiado rígidos, especialmente en cuanto a la inflación?
R. El problema no es el rigor, necesario, sobre todo, en la fase de consolidación de la unión monetaria; es hacer que dicho rigor responda a los distintos momentos del ciclo económico. Además, hay que tener siempre en cuenta la necesidad de un sistema de autoridad para que haya una coordinación inteligente de las políticas económicas. La política no es sólo un espíritu de geometría.
P. Wim Duisenberg tiene un plazo concreto en el BCE. ¿Cómo ve su sucesión en la presidencia?
R. No creo que sea una sucesión difícil. Y es todo mérito del propio Duisenberg. Partió de la nada y ha sido capaz de construir una estructura dotada de autoridad técnica y respetada por todos los países, a pesar de sus enemigos y opositores. Ahora que está funcionando el banco, parece una cosa natural. Pero no estaba tan claro cuando se creó.
P. En 2004 entrarán en la Unión otros 10 países, y muchos pretenden también entrar en el sistema del euro. ¿No existe peligro de desestabilizar una moneda recién nacida?
R. Entrar en la Unión no significa, en absoluto, entrar en el sistema monetario europeo. A los nuevos países se les someterá a los mismos exámenes y las mismas esperas temporales que tuvieron que superar los miembros actuales. La zona euro sólo se ampliará a los nuevos Estados en un futuro nada próximo y, desde luego, después de exámenes rigurosos. De forma que no hay que tener ningún temor.
P. Gran Bretaña, Suecia y Dinamarca no pertenecen al sistema del euro. ¿Hasta qué punto las ausencias, en una fase difícil desde el punto de vista económico y político, pueden fomentar el euroescepticismo, dentro y fuera de dichos países?
R. El último Eurobarómetro indica una actitud mucho más favorable respecto a las instituciones europeas y el futuro de Europa. Suecia ya ha decidido celebrar en 2003 el referéndum sobre la adhesión al euro. Y mi experiencia me dice que el euroescepticismo se derrumba cuando las opciones se concretan. Es decir, cuando, ante el proyecto europeo, se presentan alternativas incapaces de hacer frente a los grandes retos del mundo nuevo y la globalización.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.