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El resurgir del acero

La antigua Ensidesa se transforma en un gran polígono empresarial

Los terrenos que durante medio siglo ocupó la factoría de la compañía siderúrgica estatal Ensidesa en Avilés, achatarrada tras el proceso de reconversión vivido por el sector en los años ochenta y noventa, volverán a la actividad industrial, reconvertidos en un parque empresarial de 2,1 millones de metros cuadrados y cuya primera fase (1,1 millones de metros) se inauguró el pasado lunes, tras tres años de trabajos a merced de un acuerdo entre la Sociedad Estatal de Participaciones Industriales (SEPI), propietaria de los terrenos, el Principado de Asturias y el Ayuntamiento de Avilés.

El Parque Empresarial Principado de Asturias (PEPA), concebido como un área para usos industriales, logísticos y terciarios, será, según la SEPI -promotora de la iniciativa y heredera del desaparecido INI, fundador de Ensidesa-, el mayor polígono industrial del norte de España cuando se completen las tres fases previstas. Para entonces, SEPI habrá invertido 99,9 millones de euros y su presidente, Ignacio Ruiz-Jarabo, estima que la ocupación de estos terrenos por futuros promotores empresariales generará una inversión privada de otros 500 millones de euros.

Han comprometido su instalación en el nuevo área industrial 44 pequeñas y medianas empresas, en su mayor parte de Avilés

En la fase ahora inaugurada, que supone algo más de la mitad de la superficie prevista, se han invertido 57,8 millones de euros. Ya han comprometido su instalación en este nuevo área industrial 44 pequeñas y medianas empresas, en su mayor parte de Avilés, que trasladarán sus actividades fabriles desde la zona urbana al PEPA, situado en el margen contrario de la ría.

Los terrenos que ocupa el nuevo polígono eran unas antiguas marismas en las que en 1950 el entonces todopoderoso presidente del Instituto Nacional de Industria (INI), Juan Antonio Suanzes, decidió la creación de la Empresa Nacional Siderúrgica de España (Ensidesa), que de inmediato se convirtió, junto a Seat y otras realizaciones del holding público, en uno de los grandes estandartes de la política autárquica y del nacionalismo industrial del régimen franquista. Su construcción en terrenos poco consistentes dejó un elevado tributo de vidas humanas. La crisis industrial de los setenta y las sucesivas reconversiones que hubo de afrontar el sector a resultas de las pérdidas acumuladas acabó desplazando el centro de gravedad de la siderurgia integral española (la actual Aceralia) hacia la factoría de Gijón.

El apagado sucesivo de los cuatro hornos altos de Avilés y el cierre de unas 200 instalaciones anexas (acerías, gasómetros, plantas de sinterizado, etcétera) convirtieron la vieja siderúrgica en lo que Ruiz-Jarabo y el presidente del Principado, Vicente Álvarez Areces, definieron como un "cementerio industrial". Sobre ese erial de un viejo sueño industrializador hubo de acometerse lo que la SEPI juzga como "una de las labores de demolición de estructuras y de recuperación de suelo degradado más ambiciosas de Europa" -se obtuvieron 150.000 toneladas de hormigón y escombros de ladrillo y 40.000 toneladas de materiales férricos-, cuyo coste ascendió a 21,5 millones de euros. Estos trabajos, según precisó el ministro de Fomento, Francisco Álvarez-Cascos, se completarán en 2004, con el cese de actividad de la central térmica de la antigua Ensidesa, y finalmente en 2008 con la demolición de las viejas baterías de cock, aún en producción.

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