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El presidente turco veta la ley que permitía a Erdogan ser primer ministro

El enfrentamiento entre el Estado laico y el nuevo Gobierno islamista turco se reavivó ayer con el veto del presidente de la República, Ahmet Necdet Sezer, a la reforma constitucional -aprobada hace una semana con mayoría abrumadora en el Parlamento- para permitir que el líder del partido en el poder, Recep Tayyip Erdogan, pueda ser también el jefe del Ejecutivo. Esta decisión amenaza con disparar la inestabilidad política en Turquía, país miembro de la OTAN, aspirante a la UE y aliado estratégico de EE UU.

Sezer, un estricto juez kemalista que no vaciló en encararse con el anterior primer ministro, el socialdemócrata Bulent Ecevit, afirmó que la reforma de la Constitución obedecía a "causas subjetivas, concretas y personales" para justificar su veto.

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El Parlamento de Ankara aprobó, por 440 votos a favor frente a 18 en contra, derogar el precepto que impedía ser diputado, y en consecuencia primer ministro, a los condenados por delitos contra el Estado. Erdogan, líder del Partido de la Justicia y el Desarrollo (AKP), fue sentenciado a una pena de inhabilitación política en 1998 bajo la acusación de "incitar al odio religioso". El entonces alcalde de Estambul tuvo que dejar su cargo y cumplir cuatro meses de cárcel por haber leído un poema islámico en el que comparaba a los alminares con las bayonetas.

Erdogan confiaba en poder presentarse a una elección parcial en febrero para obtener un escaño y ser catapultado hasta la jefatura del Gobierno, pero el veto de Sezer obligará a celebrar una nueva votación en el Parlamento sobre la reforma constitucional. En Turquía, el jefe del Estado -que es elegido por los miembros del legislativo- sólo puede vetar una vez las leyes del Parlamento, que quedan promulgadas tras la segunda votación de confirmación.

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