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Galicia desde Valencia

En Galicia los remolcadores arrastrando el Prestige mar adentro escupían contra el viento, y ya se sabe lo que pasa cuando se escupe a barlovento. Alfonso Alonso Barcón, lo ha descrito, en este mismo periódico, de manera comprometida y solidaria. Con su país, Galicia, desde su tierra de adopción, Valencia, y sobre su oficio antaño de marino, como profesional hoy del derecho.

Desde la pasión por su Pontevedra natal, donde la isla de Ons protege la ría, nos enseñó a amar el mar y a sus gentes. A sentirnos próximos a la cultura de su país, y a la hondura de sus pobladores. Hoy, semejante tragedia sólo podría ser soportada por quienes llevan sobre sus espaldas siglos de humanidad y emigración. Cultura de la resignación que encierra la amargura de las palabras del marinero cariacontecido que, al ser entrevistado por televisión, echa mano del refranero popular, y espeta, "cuando a un pescador se le da de comer, o se le ha jodido o se le va a joder".

Piloto de la marina mercante, realizó hace años un magnífico trabajo sobre los aspectos sociológicos del trabajo en la mar. En éste se recoge tanto el desarraigo de la emigración como la desesperanza por la situación. En sus primeras páginas incluye el Monólogo de vello traballador, de Celso Emilio Ferreiro, en el que puede leerse: "Agora tomo o sol. Pero até agora traballei cincoenta anos sin sosego... Nada teño. Mentras o tomo, espero".

Previsión inequívoca de la catástrofe que se avecinaba. La marea negra no es sino un símbolo de la dureza de la vida de estas gentes, que sólo alivian la miseria de su condición con el recurso a la emigración cuando las posibilidades de subsistencia en su país se revelan imposibles. Ése es su temor, desconocen oficios y beneficios, lenguas y culturas, que no sean los propios de la marinería y de su país. País que a menudo es la ría en la nacieron y vivieron hasta morir, mientras la situación económica se lo permitió y no llegó a expulsarlos.

En las actuales circunstancias, el fantasma de la emigración se abate, de nuevo, sobre quienes poblaron medio mundo cediendo su gentilicio de "gallegos" al conjunto de la bien poblada emigración española. Hora era ya, que el Estado de las autonomías hubiera garantizado a los silenciosos habitantes de estas tierras la tranquilidad que merecían ante tanto desconsuelo.

Recientemente Mª del Mar Bonet ha musicado el poema de Rosalía de Castro Sombra negra en lo que podría considerarse una dramática premonición literaria ante la mala gestión de las autoridades frente a esta catástrofe humana, "cuando pienso que te has ido, negra sombra que me asombras, vuelves haciéndome mofa".

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La oscuridad del porvenir ha hecho reencontrase, bruscamente, a muchos gallegos con el pasado que creían olvidado. No se trata de un episodio aislado. Castelao desde lo más alto debe contemplar expectante la reacción de sus paisanos. Confía que, por fin, esta vez la movilización popular contribuya a la toma de conciencia y a la mejora en las condiciones de vida de quienes fueron sus conciudadanos. Su mayor riqueza, el mar, que nunca pudieron robarles, se encuentra amenazado por un progreso deshumanizado, que no ha contado tampoco con la protección que debía de la Unión Europea, que para eso está.

Las consecuencias derivadas de tan despiadado accidente no podían haber sido mejor descritas por este gallego y valenciano, quien hizo el camino inverso al de Matilde Lloria, que llegó a Galicia desde Valencia, y con quien comparte el amor por ambas culturas y por sus dos mares. Así recoge el libro de versos de la poetisa valenciana, refiriéndose a su memoria anterior, cuando habla de la Primera travesía: "...Y de pronto, lo azul. La líquida turquesa del mar en movimiento casa su intenso añil con el celeste puro de los cielos".

¿Cuándo lo volveremos a ver? Confiemos que la tragedia, inconmensurable, nos compadezca.

Alejandro Mañes es licenciado en Ciencias Económicas y Derecho.

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