Los problemas sociales intervienen en el 6% de las muertes
Un estudio concluye que la falta de formación aumenta la mortalidad en un 10,6%
"Todo el mundo sabe que la falta de recursos aumenta la mortalidad, pero ahora lo hemos cuantificado". Lo afirmó ayer Carme Borrell, coordinadora de un estudio de la Fundación Jaume Bofill que demuestra que la desigualdad social y las privaciones, como las enfermedades, también matan. Las mujeres con un nivel de instrucción bajo tienen una mortalidad superior en un 10,6% a la de las universitarias. Tras los ajustes estadísticos, ello se traduce en que el 6% de las muertes, es decir, 3.100 de las 53.000 que se producen cada año en Cataluña, podrían evitarse con mejores políticas sociales.
El estudio, realizado por la Fundación Jaume Bofill y el Centro de Análisis y Programas Sanitarios, ha sido coordinado por Carme Borrell, del servicio de Información Sanitaria del Ayuntamiento de Barcelona, y Joan Benach, profesor de la Universidad Pompeu Fabra. El objetivo era averiguar en qué zonas geográficas y grupos sociales la tasa de mortalidad es superior a la media catalana y por qué razones se produce este fenómeno. Se han tenido en cuenta los tres principales ejes de desigualdad: el sexo, las clases sociales y el territorio.
Las diferencias son especialmente grandes en las zonas urbanas, donde hay una gran relación entre el índice de mortalidad y el nivel de estudios de la población (véase gráfico). Al dividir la población en cinco grupos de acuerdo con su nivel de formación, se observa que las mujeres peor formadas (incluidas en el llamado gru-po V) soportan un índice de mortalidad más elevado en un 10,6% que el de las universitarias. En las zonas rurales las diferencias son menores, aunque entre la población con bajo nivel de estudios se aprecia un índice de mortalidad superior en un 2,7% al de los universitarios.
- Zonas negras. El estudio advierte una tasa de mortalidad superior a la media catalana en la mayor parte de municipios del Baix Llobregat y Vallès Occidental, así como en algunos municipios del Segrià, Maresme, Baix Empordà y Baix Ebre. Muchos municipios de estas comarcas tienen una tasa de mortalidad superior al menos en un 1% a la media catalana.
- A más paro, más mortalidad. El mapa de la mortalidad de Cataluña coincide también con el del paro. Los municipios del área metropolitana con mayor índice de paro también aparecen en el mapa de mayor mortalidad. Por el contrario, las zonas rurales de Lleida, con niveles de paro bajos, presentan tasas de mortalidad inferiores a la media catalana.
- Mujeres y salud mental. Los integrantes de las clases sociales menos favorecidas presentan un peor estado de salud, y generalmente son las mujeres de clase baja quienes más lo sufren. Los trastornos mentales, por ejemplo, afectan a casi el 20% de las mujeres de clase baja de entre 55 y 64 años. El índice se reduce a más de la mitad entre las mujeres de clase alta de este mismo grupo de edad.
- Sida y nivel educativo. La mortalidad por sida y lesiones es superior en los hombres y las mujeres con menor nivel educativo. En el año 1992, por ejemplo, las muertes por sida entre hombres sin estudios fueron casi tres veces superiores a las registradas entre hombres universitarios. En el caso de las mujeres, las diferencias son todavía más relevantes.
- Sobrepeso y mala salud. El sobrepeso es otra enfermedad asociada a la falta de recursos. Las mujeres de clase baja tienen casi el doble de posibilidades de sufrir sobrepeso que las de clase alta. Algo parecido ocurre con la percepción sobre la propia salud. En el grupo de mujeres de entre 45 y 64 años casi el 50% afirma tener mala salud. El porcentaje se reduce hasta el 30% entre las de clase alta.
- Enfermedades y nivel social. El riesgo de morir por cardiopatía isquémica es más elevado entre los hombres y las mujeres de menor nivel educativo. El riesgo de morir por cáncer de boca, faringe y estómago es más alto entre los hombres sin estudios.
- Accidentes de tráfico. El estudio señala que la posibilidad de morir a causa de un accidente de tráfico es 3,5 veces superior entre las personas de clase social baja o sin estudios que entre las personas de clase alta. Los autores del estudio afirman: "Las causas no están claras, pero puede estar relacionado con la formación que reciben las personas, los hábitos y el tipo de vehículo que conducen".
- Las excepciones. No todas las enfermedades tienen más influencia entre los más desfavorecidos. Carme Borrell destacó ayer que las mujeres de clase social alta tienen mayor riesgo de sufrir cáncer de mama. "Estas mujeres acostumbran a tener hijos más tarde que las mujeres de clase baja o sin estudios, lo que propicia la aparición de este cáncer", afirmó. Otras enfermedades con mayor efecto entre las clases altas son el melanoma o el cáncer de colon, lo cual también se explica por comportamientos sociales o hábitos alimentarios.
- Cobertura sanitaria. El estudio recuerda que las clases altas tienen un mayor acceso a la medicina privada y a las mutuas como complemento a la seguridad social. El 40% de las personas de clase alta afirma tener algún tipo de cobertura sanitaria complementario a la seguridad social, cuatro veces más que las personas de clase baja. "Aunque esto no significa que la medicina pública sea peor que la privada", recordaron los autores del estudio.
- El estrés y los pobres. Los tópicos fallan al hablar de estrés y otras enfermedades psicosociales relacionadas con el entorno laboral. El estrés no es sólo una enfermedad asociada con directivos o empleados cualificados. Las mujeres de clase baja o sin estudios tienen casi el 40% más de posibilidades de sufrir estrés que las de clase alta o elevada formación.
Datos ocultos
La falta de datos ha sido el mayor problema que han tenido los investigadores Carme Borrell y Joan Benach al realizar el estudio. Sus principales fuentes han sido la Encuesta de salud del Gobierno catalán realizada en 1994 y otra encuesta similar efectuada por el Ayuntamiento de Barcelona en 2000. Pero consideran que los datos aportados por las administraciones en estos informes son totalmente insuficientes. Benach lo ejemplarizó al afirmar: "No tenemos ni idea de cuáles son los problemas ambientales de Cataluña y el impacto que éstos tienen sobre la salud. No hay datos al respecto". También echan en falta más datos sobre el estado de salud de los inmigrantes y otras minorías.En opinión de los investigadores, las administraciones, tanto las catalanas como las del resto de España, "no son conscientes de la influencia que la situación social tiene sobre el estado de salud". "En el norte de Europa, son las administraciones las encargadas de realizar estudios como el nuestro, y los actualizan cada año". En España, en cambio, el único referente es un estudio encargado por el Gobierno central en 1996 que, según Benach y Borrell, "fue casi silenciado y ocultado". Esto se tradujo, afirmó Borrell, en que "casi ninguna Administración tiene programas específicos para mejorar la salud de los desfavorecidos".
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