Vuelve, a casa vuelve
LOS HIJOS SON tan desconsiderados que aprovechan que tú te has ido dos meses a Nueva York para hacerse hombres. No te esperan. Vuelvo a casa esperando encontrarme con aquel adolescente de pelusilla en el bigote que se pasaba el día escuchando en su cuarto a Julián Hernández, líder de Siniestro Total, y me encuentro con un individuo, más alto que mi pobre santo, al que le ha brotado de pronto una perilla que se toca de vez en cuando. Vamos por la calle madre e hijo, abrazados, felices todavía del reencuentro; digo "todavía", porque sólo llevamos juntos media mañana y ya hemos empezado a discutir. Me está pidiendo dinero, dice que quiere marcharse a recoger chapapote. Y yo le digo que ni chapapote ni chapapota, que está en plena época de exámenes. Y él me dice que qué son unos exámenes al lado de un desastre ambiental de tamaña magnitud. Y yo le digo que hay chapapote para rato, que vaya cuando acabe el curso, que aún harán falta voluntarios y entonces nadie se acordará del chapapote. Y él me pregunta si yo formo parte de esa clase intelectual que de cara a la galería se muestra solidaria y de puertas para adentro no va más que a lo suyo, a que sus hijos estudien y se conviertan en la nueva clase dirigente. Y yo le digo que sí, que me ha definido a la perfección. Y él me dice que prácticamente tiene dieciocho años, y que siendo prácticamente mayor de edad cree que puede tomar decisiones. Y yo le digo que en estos meses que le quedan para los dieciocho seré yo quien las tome por él. ¿Y luego?, me pregunta. Luego también, le digo, porque soy la que tengo el dinero y en esta sociedad de capitalismo salvaje el que tiene el dinero es el que manda. Entonces él se toca la perilla. A todo esto seguimos yendo abrazados por la calle. Se nos cruza un matrimonio y nos miran con cara de indignación. Y va mi hijo, el de la perilla, el del chapapote, y me dice: "Han pensado que éramos tipo Marujita y Dinio". Me dolió. No que pensaran que estábamos liados, para nada, si no que me vieran ya como a una vieja verde. A mi santo le pasó lo mismo yendo del brazo con el otro mastuerzo por Chueca. Pero no le miraban con indignación, sino con envidia.
Te vas dos meses y todo cambia. Cuando vuelves te encuentras con que estos mastuerzos de la perilla se han vuelto de pronto admiradores de Anne Igartiburu. Hay varios Interviú por la casa con la Igartiburu posando como Dios la trajo al mundo tapándose sólo el tema pezoncillos con unas estrellitas de mar. Te vas dos meses y te enteras de que Tamara dice que está a punto de publicar su biografía autorizada. Notición cultural. Te vas dos meses y te pones la tele para realizar una inmersión brutal en la realidad. En un concurso cultural le preguntan a una señora: "¿Cómo se llama el certamen literario en el que Almudena Grandes resultó ganadora con Las edades de Lulú? La concursanta se muerde el labio y responde: "Mmmmm, ¡La Raja Vertical!". Te vas dos meses y cuando vuelves, Llamazares, con su habitual gracia verbal, declara: "Aznar va a salir en Teleaznar". Qué labia. Y efectivamente, Aznar sale en Teleaznar porque aquí cuando te hacen presidente te hacen el dueño de la tele pública. Esto es así, pero no viene de ahora. Te vas dos meses y quitan Caiga quien caiga y llamo a Juanjo de la Iglesia, antiguo colega de la radio, para solidarizarme, y me cuenta que va a poner un restaurante en la Cava Baja, y a mí me parece que todos los periodistas van a acabar de camareros porque aquí como no salgas de contertulio del corazón es que no te comes un saci. Pero no piensen que al volver todo me parece un muermo. Hay momentos bonitos: el otro día me encontré a Serrat en el restaurante japonés Tsunami y le dije que fue mi primer entrevistado a los diecinueve años y que me temblaban las piernas por varias razones. Y más alegrías: mi santo salió a la calle y aunque dice que está harto de que todo el mundo, hasta Mariano el quiosquero, sepa que ya hemos vuelto de Nueva York por estos artículos, y la gente le pregunte si Isabel Tocino dormía tan bien como yo conté y luego pregunte maliciosamente si roncaba (los lectores son más malos que yo), y mi santo se queje de que ya nuestra vida no tiene misterio alguno, y no como la de Javier Marías, que dice que los lectores no tienen por qué saber si se tira o no la tarde tirado en el sofá tragándose tres partidos de fútbol seguidos, y mi santo dice, así de misterioso podía ser yo, pero me casé contigo y todo se fue al garete. Pero aunque, digo, le tengo quemada la sangre, luego me quiere y me trajo un regalo, una alegría, el libro de Isabel García Lorca Recuerdos míos, que me he bebido en una de estas noches de insomnio y que me ha parecido un pequeño tesoro. Y es que para que se te quite el muermazo de la vuelta tienes que buscarle cosas buenas al rollo cañí y pensar en lo malo de América. ¿Lo malo? Tantas cosas... Bush. Y más: un anuncio del MacDonald's en el que sale Donald Trump con el muñeco de McDonald's. Están los dos contemplando Manhattan desde el rascacielos Trump. Trump le pasa el brazo por el hombro al muñeco y le dice: "Tú y yo seremos alguien en esta ciudad". He vuelto entre otras cosas para no ver el anuncio que McDonald's prepara para las navidades. Sinceramente, prefiero el de turrón Jijonenca.
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