El museo ibérico
Han transcurrido 26 siglos desde que en Atenas alguien tuvo el atrevimiento de afirmar que el hombre era la medida de todas las cosas; no duró mucho el estado de gracia que propiciara la realización de tal empeño, hubo que esperar al Renacimiento para que, de nuevo, surgiera el pensamiento-frase y la aspiración que contienen para que hubiera alguna posibilidad de realización. Ni qué decir tiene que aquellos hombres fracasaron.
Aquí, en Jaén, se llevan años polemizando con la creación de un museo ibérico y su ubicación en la antigua prisión provincial; parece que tanto la derecha como la izquierda que nos gobiernan han llegado a un acuerdo al respecto, zanjando anteriores polémicas, y están dispuestas a gastarse lo que haga falta -naturalmente, de dinero público- para adaptar la prisión y llenarla de salas en las que se expondrán, en su mayoría, reproducciones de escayola o cartón piedra, pues de lo auténtico, hay poco fondo para tan magna obra.
Al socaire del dinero público, ¡hasta se ha fundado una ONG! que, al parecer, también se subvenciona no se para qué fines, y distinguidos profesionales han puesto en juego todos sus recursos e influencias partidarias para que el museo sea una inmediata realidad.
Uno, a su edad, que ya es bastante, nunca ha acabado de entender ciertas prioridades, tal vez por ignorancia (aunque sea "letrado"), y por ello ésta que ocupa ahora a las fuerzas vivas de la ciudad en la que trabajo, máxime porque hoy les han dado una mala noticia: ¡ Valladolid se les ha anticipado! Pienso que la prisión y el dinero que se van a gastar en ella tienen un destino más solidario, más humano; los hombres, mujeres y niños que ya han empezado a deambular por la ciudad, por los campos, ateridos, hambrientos, desasistidos. Jaén no descollará por un museo ibérico de menor importancia, arránquense los barrotes de las celdas, ábranse de par en par las puertas que tanto tiempo han estado cerradas y dese cobijo y alimento a tanto necesitado como ahora vemos en las calles.
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