Llamar la atención mediante el crimen
Algo ha debido fallar en los servicios de Correos para que una carta bomba haya podido circular desde Milán a Barcelona con 50 gramos de explosivo, capaces de matar a una persona. Los servicios de seguridad de este periódico detectaron con eficacia profesional la presencia de un contenido sospechoso en el paquete, del que se ocupó con celeridad la Policía Nacional. En contraste con la profesionalidad de los expertos en explosivos de la policía, cabe preguntar por qué habían fallado antes los controles de Correos, especialmente en el punto de origen.
Después de los atentados del 11 de septiembre y sobre todo tras la posterior oleada de envíos de esporas de ántrax en Estados Unidos, se reforzaron las medidas de seguridad en los aeropuertos y en los servicios de correos. En los envíos internacionales, el control principal corresponde en principio al país de origen, a fin de detectar cualquier anomalía antes de que el paquete sea cargado en un avión o en cualquier otro medio de transporte. Es evidente que en este caso el control no ha funcionado. A los responsables de los servicios postales de Italia y España corresponde averiguar las causas y buscar remedios.
El mensaje que contenía el paquete-bomba solicitaba la liberación de unos delincuentes presos en España y aparecía firmado por un supuesto grupo anarquista (o un grupo supuestamente anarquista) autodenominado Células contra el Capital, las Cárceles, sus Carceleros y sus Celdas: las cinco C. En junio de 1999 se recibieron sendas cartas-bomba en los consulados de Italia en Barcelona, Zaragoza y Burgos. En las tres se incluía un escrito similar al de ahora, con una referencia a un grupo de atracadores italianos que asesinaron en 1996 a dos agentes femeninos de la policía local de Córdoba y que fueron condenados a 148 años de prisión.
El propósito de llamar la atención mediante un hecho que tiene como culminación el asesinato refleja la maldad en estado puro; quienes son capaces de imaginar, ordenar o realizar algo así deben estar en la cárcel. Pero conviene no darles facilidades. Esta vez se evitó lo peor gracias a la profesionalidad de la empresa de seguridad y de los servicios policiales de detección de explosivos; pero fallaron los filtros que deberían haber funcionado en los servicios postales. El sobre nunca debió haber salido de Milán.
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