Un club sin cabeza
Los socios y aficionados del Barça se encuentran hoy sumidos en una sensación de frustración. No comprenden qué ha ocurrido para que el club, en poco tiempo, haya pasado de ser uno de los principales del mundo a convertirse simplemente en uno más. En las dos últimas décadas, el Barça se gestionó con una política tan sencilla como eficaz consistente en incrementar los ingresos con fórmulas imaginativas. El resultado fue un superávit acumulado de 60 millones de euros (10.000 millones de pesetas) durante esa etapa.
La gestión económica del actual presidente, como si no hubiera asistido a las grandes decisiones de la directiva ni siquiera de oyente en estos 22 años, cambió radicalmente desde su inicio y aboca al club a unas cifras de déficit ordinario en el primer año de 37 millones de euros (6.200 millones de pesetas) y de 47 millones de euros (7.800 millones de pesetas) en el segundo, todo ello paliado contablemente con la venta de Figo y de parte del patrimonio de Sant Joan Despí.
Estos resultados merecerían un análisis exhaustivo, pero pasamos a un capítulo que, desde nuestro punto de vista, ha sido el peor gestionado: el de personal, jugadores y su amortización. Dado que estos gastos representan el 71% del total, es fácil comprender su trascendencia. Basta decir que durante el mandato del actual presidente, estos gastos han aumentado en 66 millones de euros (11.000 millones de pesetas) por temporada, es decir, el doble.
En cuanto al personal, cabe resaltar que hace tan sólo tres años el número de personas no afectas al deporte profesional, es decir, el personal fijo en nómina, era de 148 personas con un coste de cinco millones de euros (861 millones de pesetas), mientras que en la última temporada el número de personas ha pasado a 188 (40 personas más) con un coste de 8 millones y medio de euros (1.410 millones de pesetas), lo que significa un coste medio de cada una de las últimas incorporaciones de 84 mil euros (14 millones de pesetas). Esta cifra totalmente desorbitada se explica por la inflación de cargos en la estructura del club, los supersalarios pagados incluso a personas que ya no ejercen su cargo y los fichajes de altos directivos con primas y precios por encima de mercado (en algunos casos hasta cuatro veces superior).
En el capítulo de amortización de jugadores las cifras son alarmantes ya que se ha pasado en dos años de unos volúmenes de amortización anual de 24 millones de euros (4.000 millones de pesetas) a 48 millones de euros (8.000 millones de pesetas), debido a unas inversiones en jugadores de 192 millones de euros (32.000 millones de pesetas) cuyo valor actual en el mercado no alcanzaría ni la mitad.
A pesar de lo expuesto, la actual situación todavía se podría tolerar si la cuenta de resultados económicos y deportivos compensara este esfuerzo, pero por desgracia, ni lo uno ni lo otro justifica la actual macroestructura oficial.
El club es hoy una entidad comprometida con sus obligaciones económicas de inversión en jugadores que no han dado el resultado esperado y tiene, por tanto, una necesidad imperiosa de reforzar el plantel deportivo sin recursos para hacerlo. Y todo ello macerado en una estructura funcional que le aboca al déficit ordinario. De seguir así, al club no le quedará más remedio que convertirse en sociedad anónima o vender su patrimonio, y él será el máximo responsable.
Hoy por hoy, todos los síntomas delatan que tenemos un pobre presidente para un gran club.
Xavier Aguilar Pedrerol, ex tesorero del FC Barcelona.
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