Un buen americano
Ya Brian de Palma (y antes que él Tom Wolfe, que fue quien verdaderamente ideó el entuerto) nos había contado, en La hoguera de las vanidades, el papel siniestro que el azar, en forma de un accidente fortuito, podía llegar a ejercer en la vida de un ciudadano acomodado. Un corredor de Bolsa, allí, un abogado, aquí, pero los efectos parecen ser igualmente demoledores: el choque contra un individuo anónimo, en una mañana de lluvia, precipitará un verdadero torrente de situaciones dramáticas que, en el fondo, terminarán configurando una suerte de ritual de paso para ambos. A uno, el abogado (Affleck), le llevará a conocer cosas que no debería; al otro (Jackson), a enfrentarse con su propio descenso, con el último peldaño de una irresistible caída.
AL LÍMITE DE LA VERDAD
Dirección: Roger Michell. Intérpretes: Ben Affleck, Samuel L. Jackson, Toni Collette, Sydney Pollack, William Hurt, Amanda Peet. Género: drama, EEUU, 2002. Duración: 103 minutos.
Tiene gracia el arranque de Al límite de la verdad, uno de esos títulos condenados a ser olvidados, en cuanto tales, a los pocos días de haber visto la película, tal es la inflación de denominaciones que incluyen tanto la manoseada "verdad" como el no menos abusivo "límite". Y sin embargo, y a pesar de los siniestros augurios que parecen adueñarse de la función hacia la mitad de su desarrollo, lo cierto es que la película no defrauda.
La responsabilidad de que tal cosa no ocurra corre por cuenta de un guión que administra sabiamente sus recursos y que no abusa casi nunca de la previsibilidad ni de una situación agotada tras ser planteada y llevada a su, con perdón, límite. Cierto, como no podía ser de otra manera en un filme con un reparto como el que éste exhibe, se intentará encadenar al respetable con un final que parece desdecirse de las intenciones críticas que la película ostenta (con una crítica hacia el dinero fácil y la inmoralidad de los abogados: no es original, en este aspecto, el planteamiento), una suerte de reconfortante clausura llena de buenos sentimientos, inevitable en un producto de las características de éste.
Pero por encima de esto queda la impresión de un filme correctamente escrito, sólidamente realizado. No ganará ningún concurso de originalidad, pero se sigue con interés, entre otras cosas, porque los vericuetos morales y la configuración interior de cada uno de los dos grandes protagonistas de la función están construidos con primor, lo que por lo menos augura al filme el no ser enviado de inmediato a los abismos del olvido.
Babelia
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