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Reportaje:

Retorno forzoso a Chechenia

Las autoridades rusas obligan a los refugiados a volver a la república independentista a pesar de la guerra

Pilar Bonet

Pese a los peligros para la vida civil, las autoridades rusas están forzando el retorno de los refugiados chechenos a la república independentista devastada por la guerra, según denuncian en Moscú activistas de derechos humanos y representantes de organizaciones internacionales. El objetivo es clausurar los campamentos de la vecina república caucásica de Ingushetia, donde aún residen cerca de 20.000 personas.

"En Chechenia cada día desaparece gente en las llamadas operaciones de limpieza selectivas, por la noche hay asesinatos y tiroteos contra los pueblos", afirma Svetlana Gánushkina, miembro de la organización Memorial, en un informe redactado tras una gira por los campos de refugiados de Ingushetia y los centros de asentamiento temporal para los que retornan a Chechenia.

En Grozni, la capital chechena, hay seis centros, mal abastecidos de agua, gas y electricidad, cuyos habitantes, "incluida la escolta, se quejan de la total indefensión ante los militares, especialmente por la noche, cuando por la ciudad circulan soldados sin documentos en carros blindados sin placas de identificación", señala el informe. En mayo, los dirigentes chechenos prorrusos y los de Ingushetia acordaron organizar la vuelta de los refugiados para octubre. Sin embargo, las condiciones no se han creado y la ofensiva militar que siguió a la crisis de los rehenes de Moscú ha empeorado la situación. Pese a todo, las autoridades rusas siguen adelante con sus planes, previstos ahora para fines de diciembre.

El 29 de octubre, un helicóptero militar fue abatido junto a la base militar de Jankalá, en Grozni. Tras el incidente, las tropas federales derribaron varios bloques de viviendas en las cercanías de la base y oficialmente aseguraron que se trataba de "ruinas". Las "ruinas", sin embargo, eran bloques de cinco plantas habitadas por personas como Zarieta Daráyeva, una mujer que se había atrevido a volver a Grozni. Esta corresponsal habló con ella en el campo de refugiados de Satsita, en Ingushetia.

"Tras el derribo del helicóptero, los federales vinieron a nuestras casas, dijeron que les habían disparado desde ahí. Nos obligaron a recoger nuestras cosas y nos echaron antes de hacer saltar por los aires los edificios", cuenta Daráyeva, que volvió a ocupar su lugar como refugiada en la tienda de campaña habitada por su familia en Satsita. Tras el acto terrorista de Moscú, los militares se atrincheraron a la entrada de Satsita y en los otros grandes campos de refugiados de Ingushetia. Su presencia ha incrementado el temor a que las operaciones de limpieza puedan acabar extendiéndose a los campos de esta república, que tenía algo más de 68.000 refugiados (incluyendo los alojados en casas privadas) a principios de noviembre.

Las autoridades ingushes repiten que los refugiados son libres para regresar, pero la realidad es diferente. Según Gánushkina, en el campo de refugiados de Imán, en el pueblo de Aki-Yurt, el servicio federal de emigración ruso cortó el aprovisionamiento de víveres en mayo, después el abastecimiento de gas y electricidad. Más tarde, los maestros de escuela fueron excluidos de la lista de habitantes del campamento, donde hay un ambiente de tensión. Mediante intimidaciones y amenazas, las autoridades de emigración han logrado enviar a Chechenia cerca de 200 personas en una semana, entre ellas jóvenes con "clara conciencia de peligro" y "sensación de desesperación", señala Gánushkina. Procesos similares en otros campos encajan en un plan general para forzar el regreso para el 20 de diciembre.

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Amnistía Internacional ha condenado los intentos de forzar la vuelta de los refugiados y ha advertido de que no existen condiciones mínimas de subsistencia en Chechenia. Lo que sí existen, señala la organización, son "riesgos de tortura, malos tratos, detención arbitraria, desaparición y ejecución extrajudicial". Un representante de la oficina de Moscú del Alto Comisario para los Refugiados de la ONU ha denunciado a la agencia Interfax las presiones rusas para el regreso.

Moscú necesita el retorno de los refugiados entre otras cosas para dar legitimidad al referéndum constitucional que planea para la primavera. La última escalada bélica, no obstante, puede acabar convirtiendo a los chechenos en uno de esos pueblos sin tierra que, como los kurdos, reivindican sus derechos desde el exilio. Una parte de los refugiados trata de huir cuanto más lejos mejor, ya sea hacia Kazajstán, adonde Stalin les deportó durante la II Guerra Mundial, ya sea hacia Polonia y Lituania, que en el pasado mostraron simpatía por la causa independentista. El éxodo checheno asusta en el este y en el oeste. Kazajistán echó el cerrojo ante las 300 familias que solicitaron asilo desde Ingushetia en una carta donde aseguran que prefieren la "deportación" al "retorno". Temerosas de los problemas económicos y de seguridad, Varsovia y Vilna han mostrado que la solidaridad tiene un límite.

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Sobre la firma

Pilar Bonet
Es periodista y analista. Durante 34 años fue corresponsal de EL PAÍS en la URSS, Rusia y espacio postsoviético.

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