_
_
_
_
Reportaje:

Todo el planeta bajo sospecha

El proyecto de espionaje mundial de EE UU arranca entre dudas sobre su capacidad operativa y sus límites legales

El Pentágono desarrolla una vasta red de espionaje indiscriminado y global, un Gran Hermano planetario, para combatir la amenaza asimétrica del terrorismo. El plan, Total Information Awareness (TIA), hasta ahora secreto y sin precedentes en la historia, rastreará diariamente miles de millones de transacciones bancarias, comunicaciones, compras, viajes, documentos de identidad o historiales médicos y laborales de ciudadanos del mundo, a los que tendrán "acceso instantáneo" los servicios secretos de Estados Unidos. Irá acompañado además de cámaras capaces de ver a gran distancia. Washington asegura que, aunque el plan es ambicioso, protege los derechos de los "inocentes"; los grupos de derechos civiles creen que lo único que asegura es el fin del derecho a la privacidad.

"Nos encaminamos a una América de George Orwell", dice una senadora
Washington asegura que, aunque el plan es ambicioso, protege a los "inocentes"

El proyecto es tan controvertido como su arquitecto, el vicealmirante John Poindexter, uno de los responsables de la trama Irán-Contra de la era Reagan, que vendía ilegalmente armas a Irán y desviaba los fondos a la Contra nicaragüense. Condenado y perdonado después durante el mandato del primer presidente Bush, sus enemigos le califican como un hombre sumamente inteligente y sin escrúpulos. Su jefe en el Pentágono, Peter Aldridge, subsecretario de Defensa para Logística y Tecnología, dijo esta semana, al ser presionado para que explicara cómo habían encargado un proyecto semejante a un hombre con un pasado turbio que "John sólo se encargará de construirlo, no de implantarlo". Esto lo harán los espías profesionales, aunque, según Aldridge, todavía no han determinado si será la CIA, la DIA, la Agencia Nacional de Seguridad o el FBI, o todos a la vez.

Poindexter no habla con la prensa, pero en un reciente testimonio ante el Congreso describió así la red TIA: "Las tecnologías que estamos creando revolucionarán nuestra capacidad de detectar, clasificar e identificar a los terroristas y descifrar sus planes, y con ello nos permitirán actuar a tiempo para prevenir un ataque antes de que lo ejecuten".

El prototipo lo ideó el propio Poindexter a raíz de los atentados del 11-S y lo están construyendo en un departamento del Pentágono denominado Defense Advanced Research Project Agency, DARPA (cuyo precursor, ARPA, fue el inventor de Internet). El grado de avance de TIA es desconocido. Según Aldridge, por ahora sólo trabajan con simuladores de transacciones y comunicaciones. Este año cuentan con un presupuesto de 10 millones de dólares, aunque fuentes de inteligencia hablan de 200 millones.

Cualquiera que sea la cifra "es dinero tirado a la basura", opina el ex senador demócrata y ex aspirante a la presidencia Gary Hart, que se opone a TIA por razones éticas y técnicas, convencido de que la propia magnitud de las bases de datos que pretende vigilar impide una criba eficaz de la información. Otros políticos, como la senadora Dianne Feinstein, se oponen exclusivamente por las implicaciones para los derechos de los norteamericanos, hasta ahora protegidos del espionaje doméstico. "Nos encaminamos a una América de George Orwell", subraya. Feinstein está preparando un proyecto de ley para evitar ese futuro.

El minado de bases de datos es el componente más polémico de TIA, un sistema modular que incluye reconocimiento biométrico a larga distancia del enemigo; miniaparatos portátiles de traducción simultánea -de doble vía y en decenas de lenguas-, que permiten a soldados o espías comunicarse con los oriundos en lugares remotos, procesar documentos, etcétera, o minirobots que "piensan, analizan y debaten con su portador" para resolver en el acto conflictos logísticos en el terreno de batalla militar o en una situación de espionaje convencional; otros detectan en cuestión de segundos sustancias biológicas y químicas, ante la eventualidad de un atentado.

Todas son técnicas que hasta ahora parecían de ciencia ficción, pero ¿son viables? Depedenderá de una conjunción de factores, el primero y principal es la colaboración internacional de estamentos gubernamentales y del sector privado. Es decir, si un banco, agencia de viajes, o un ministerio del interior de otra país se niega a facilitar acceso a la información, Washington no tiene un mecanismo legal para forzarles.

Y dentro de EE UU la legitimidad es también el caballo de batalla. Aunque por el momento muy pocos estadounidenses conocen el proyecto de espionaje, lo cierto es que están desamparados al no existir un marco jurídico que los proteja de potenciales abusos. La ley que prohíbe espiar a norteamericanos data de 1974 y sus preceptos se han quedado obsoletos con respecto a la tecnología actual y, más aún, con la que desarrolla el Pentágono. El dilema no se había producido antes porque la única red de espionaje global, la supersecreta Echelon, capaz de monitorear las comunicaciones por Internet, fax y teléfono, es sólo de ámbito internacional. (TIA desplaza tecnológicamente a Echelon, según los expertos, pero no está claro si ésta seguira operativa o no).

A los obstáculos diplomáticos y legales se añaden las limitaciones técnicas de TIA, a juicio de los expertos. Cabe la posibilidad, afirman, de que las ambiciosas dimensiones de la red la conviertan en un sistema entrópico, en el que una información crucial se quede enterrada en una galaxia de datos. Lee Tien, abogado de Electronic Frontier Foundation, teme "un sistema que mezcle lo peor de los dos mundos, incapaz de predecir atentados por la masiva e irrelevante información que tiene que sortear, pero perfectamente capaz de espiar a ciudadanos corrientes".

Su análisis lo secunda Paul Werbos, especialista de inteligencia artificial de National Science Foundation, y añade que los terroristas se las ingeniarán para evitar el sistema: "¿Cuántos terroristas se van a escabullir y cuánta gente inocente va a ser injustamente fichada?".

Un policía patrulla tras el 11-S en el aeropuerto de Atlanta.
Un policía patrulla tras el 11-S en el aeropuerto de Atlanta.REUTERS

Padre del Irán-Contra

John Poindexter ha resurgido de las cenizas del escándalo Irán-Contra, que se destapó en 1986 para convertirse, de nuevo, en uno de los tres o cuatro hombres más poderosos de EE UU. La sangre fría que le atribuyen sus críticos es sólo equiparable a su sentido de lealtad a los intereses de su país. Lo demostró con Ronald Reagan, autoinmolándose políticamente como chivo expiatorio en el juicio Irán-Contra para escudar al presidente.Era entonces asesor nacional de Seguridad e ideó un canje de armas por rehenes con Irán que generaba grandes ganancias destinadas luego a financiar la oposición armada al sandinismo en Nicaragua. Por esa trama secreta e ilegal, realizada con la complicidad de otros altos funcionarios y -siempre quedó la duda- con la posible autorización de Reagan y del entonces vicepresidente, George Bush padre, fue condenado a sólo seis meses de cárcel después de que las pruebas incriminatorias desaparecieran.Jugó también un papel estelar en la invasión de la isla de Granada y el bombardeo de Libia. Tras caer en desgracia por la Operación Irán-Contra, pasó al sector privado. En los últimos siete años ha sido vicepresidente de Syntek Technologies, una empresa contratada por el Pentágono que ha desarrollado el embrión del actual proyecto de espionaje TIA. Poindexter fue el responsable directo del Proyecto Genoa, diseñado para minar clandestinamente grandes bases de datos.La esfera de acción que ahora planea es mucho más amplia y está simbolizada en el logo de DARPA, la agencia del Pentágono que dirige: un ojo en la parte superior de una pirámide observa el globo terráqueo bajo el lema: Scientia est Potentia (Ciencia es Potencia).

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_