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Columna
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Carnavalet

El Museo Carnavalet de París, situado en pleno barrio judío -el Marais- recoge la historia ilustrada de la capital de Francia. Carnavalet es un museo accesible, cómodo y didáctico. En una visita reciente he descubierto que el eje de la visión histórica de París está en sus entrañas revolucionarias. Hasta hora, en todos los manuales, únicamente existían tres principios que se reproducían en toda la simbología de la República francesa: libertad, igualdad y fraternidad. Lo que no sabíamos es que se barajaron otras dos propuestas a finales del siglo XVIII francés. Los dos principios que desaparecieron por arte de magia fueron: propiedad y seguridad.

Jordi Sevilla, en la presentación en Valencia de su libro De nuevo socialismo, planteó el esquema de su análisis liberal y cosmopolita a partir de los tres lemas conocidos de la Revolución Francesa. Sevilla en su libro se ha permitido la licencia de sustituir el término fraternidad por el concepto de solidaridad. Ante un auditorio ideológicamente afín, el político valenciano desgranó el contenido del libro a partir de la evolución de su autor en el terreno de las ideas. En la reunión destacaba la ausencia de representantes empresariales y políticos discrepantes. En cuanto a los empresarios, cabría recomendarles la lectura del libro de Jordi Sevilla. ¿Para qué seguir lo que dice, expone y publica el secretario de política económica del PSOE? Por curiosidad, por interés e incluso para poder rebatir sus argumentaciones. Difícilmente se puede discutir lo que se desconoce y desde luego no hace falta ser marxista para leer a Marx.

En otro acto que tuvo lugar unos días antes también se percibió el vacio de empresarios, salvo contados casos como el de José María Jiménez de la Iglesia, ex presidente de CEV y Cierval. Este encuentro tenía carácter académico y estuvo presidido por el rector Francisco Tomás, junto a Alicia de Miguel en representación del presidente de la Generalitat, y los familiares de Ernest Lluch, al que se concedía la medalla de la Universitat de València. Lluch, asesinado por ETA, fue catedrático en Valencia, además de ministro de Sanidad. Coordinó la Estructura Económica del País Valenciano, que fue la primera obra moderna en la bibliografía económica valenciana. Los empresarios valencianos tienen una deuda pendiente con este personaje que, al margen de haber participado en la gestación de la democracia y del partido socialista en la Comunidad Valenciana, escribió el sugerente libro La vía valenciana, en el que se destapó el potencial industrial del empresariado autóctono y situó a Lluch entre los ensayistas más brillantes sobre temas económicos valencianos.

Los empresarios valencianos deberían reconsiderar que la discrepancia no tiene nada que ver con la incomparecencia. Volver a la posición trasnochada de que cada uno debe reunirse exclusivamente con sus congéneres ideológicos, de profesión o de adscripción sociológica, no sólo es un error estratégico, sino una vuelta a épocas pasadas en las que se llevaban la intolerancia y las listas negras. En virtud de las cuales se ha excluido y se ha ajusticiado a muchos, del mismo modo irracional como fue asesinado Ernest Lluch por defender sus convicciones con libertad y sin miedo.

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