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El cineasta chileno Miguel Littín recibe el premio que no recogió en 1973 por el golpe de Pinochet

El director evocó a Allende y abogó por un mercado común del cine iberoamericano

El Ayuntamiento de Benalmádena ha saldado la deuda que tenía con el cineasta chileno Miguel Littín desde hacía 29 años. Ayer, le entregó el premio concedido en 1973 su película La tierra prometida, galardón que entonces no pudo recoger debido al golpe encabezado por el general Augusto Pinochet.

El alcalde de la localidad malagueña, Enrique Bolín, le entregó una estatuilla de La niña de Benalmádena, el premio que le correspondió en la Semana Internacional de Cine de Autor de 1973. Littín relató que aquel mes de noviembre acababa de exiliarse en México y que se enteró de la distinción por un periódico: "Fue la primera buena noticia después de tantos días escapándole a la muerte para luchar por un mundo mejor. Después del golpe, de la muerte de un hombre admirado por mí como Allende, de que miles de compatriotas fueran encerrados en cárceles y estadios, y masacrados por sus ideas democráticas".

Littín agradeció el premio evocando a Allende y a los protagonistas de la película desaparecidos durante la dictadura. Filmada entre 1971 y 1972 en Palmilla, su pueblo natal, La tierra prometida narra la historia del campesinado chileno y recupera leyendas populares.

El de ayer fue el segundo premio que el cineasta recibió en esta semana. El mismo Ayuntamiento le había entregado hacía cuatro días otro galardón similar en el Festival Internacional de Cortometraje y Cine Alternativo 2002 como homenaje a su trayectoria y a su participación con el documental Crónicas palestinas, los caminos de la ira. Littín, con el sentido del humor que le caracteriza, comentó que todavía le debían la distinción de 1973. El alcalde no lo dudó y decidió saldar la deuda "para que tenga ese recuerdo".

El premio que recibió ayer fue el primero de carácter internacional que le concedieron a este hombre que además de cineasta ha sido director teatral, escritor y hasta alcalde de Palmilla, donde nació en 1942.

Tras recibir La niña de Benalmádena, Littín resaltó el compromiso del cine de América Latina "que se da espontáneamente por su propia historia derivada del neorrealismo italiano", aunque lamentó la asfixia que sufre por la crisis económica de esos países. "Hay un desequilibrio entre el talento de los narradores de historias y las posibilidades tecnológicas de unos mercados ahogados por la presencia norteamericana".

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Por eso, abogó por la creación de un mercado común del cine iberoamericano, que incluya a España, Portugal y América Latina y que haga de "contrapeso al cine anglosajón"; un espacio que derribe fronteras, contemple subvenciones y elimine impuestos.

Modesto y afable, Littín contestó que no creía en el éxito sino "en lo que puedo testimoniar tratando de cumplir los sueños no realizados de los que me antecedieron". Nominado para los Oscars por Actas de Marusia y Alsino y el cóndor, este director tiene a sus espaldas más de una veintena de películas, cinco novelas, una vida marcada por el compromiso con la izquierda y "tres simulacros de fusilamiento durante el régimen militar".

Ahora prepara La última luna, un filme de ficción que entrelaza las vidas de dos familias, una palestina y otra israelí. Buscando escenarios para esta película se topó con "una realidad que tenía que ser contada". Así nació Crónicas palestinas, el documental sobre ese pueblo presentado esta semana en Benalmádena. Littín avanzó que cuando acabe La última luna abordará La agonía del dragón, basada en la novela de Juan Luis Cebrián y que cuenta los últimos días de Carrero Blanco.

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