Un romántico en el pelotón
En plena crisis, Patxi Vila deja ibanesto.com para correr en el Lampre junto a su amigo Gárate
El pasado día 20, Patxi Vila, retomó la rutina de los entrenamientos. De vuelta a los culottes, más pedaladas, soledad, cosas del profesionalismo. Toda la vida, o casi, rodando por la carretera. "Pero este año", dice, "tengo la ilusión de un cadete y me veo ganando carreras", levantando al fin los brazos, cosa que no ha vuelto a hacer desde que saltó al profesionalismo en 2001. Patxi Vila se ha concedido este año un privilegio raro, algo que sólo las figuras pueden manejar, y cada vez menos, porque la crisis que sacude al ciclismo es severa. Vila ha dejado el ibanesto.com, el "equipo de casa, el que me dio la oportunidad de estar donde estoy" y que pretendía conservarle, para emigrar a Italia, al Lampre. Y se ha desprendido también de José Miguel Echávarri, el mánager-filósofo del ciclismo español, el que apostó por Vila contra pronóstico y cuando éste contaba ya 25 años, una edad casi prohibida para dar el salto. Extraño.
Vila rueda contracorriente, fiel a sus impulsos, atento a sus prioridades vitales y a una forma de pensar que no tiene demasiado que ver con las normas al uso en el pelotón. Es un romántico en una profesión pragmática. Con el ciclismo en horas bajas y un alarmante número de corredores en el paro, el ciclista se ha dado a la aventura, controlada sí, pero menos segura de lo que parece. Ha hecho las maletas por amistad y coherencia. Y porque hace falta mucha moral, muchas ganas y muchos alicientes para madrugar y machacarse arriba y abajo en bicicleta, cuatro o cinco horas en invierno y a diario.
Ibanesto.com apenas le inspiraba nada ya. "Dejo el equipo navarro porque necesito tener algo por lo que luchar y, aunque me han tratado bien, no me dan las responsabilidades que necesito para crecer; y no hablo de ser el jefe de filas en una carrera. La filosofía del equipo no es la mía", resume. Patxi Vila, natural de Vera de Bidasoa, vive ahora en Hondarribia, más cerca del irundarra Juanma Gárate, un ciclista que se ha hecho una reputación en Italia y que tiene mucho peso en el Lampre. Ahora correrá con su mejor amigo, el único que tiene en el pelotón exceptuando a Pablo Lastras. Y no le ha costado nada recuperar la ilusión, que se le empezaba a difuminar.
Sin embargo, si no cambian muchos las cosas, Vila no sacará del ciclismo más que "el dinero suficiente para pagarme la casa, y tampoco lo veo claro". Extraño. Tampoco corre por dinero. "Me considero un currela más, un trabajador, pero corro porque el deporte es para mí una forma de libertad. Me gusta sentirme bien físicamente. Además, el deporte me ha concedido una seguridad impresionante en mí mismo. Ahora sé que puedo hacer casi cualquier cosa en la vida".
Vila era un pésimo estudiante hasta que dio con una materia interesante cuando ya parecía desahuciado para los libros. "Estudié magisterio y educación física, con buenas notas". Todavía aficionado, llegó a trabajar con disminuidos psíquicos en Aspace y ya piensa en completar sus estudios, quizá girándose hacia la fisioterapia. Mientras tanto, se felicita por su cambio de rumbo y por seguir en una profesión que le permite contemplar todas las mañanas una meta ilusionante.
Un deporte amenazado
"Como no cambie mucho y rápido el panorama del ciclismo mundial, esto se hunde", vaticina sin contemplaciones Patxi Vila. El corredor ha sufrido en sus carnes las miserias modernas de un deporte ajeno a la estabilidad y en la que sus protagonistas constituyen el eslabón más indefenso de una floja cadena. "¿A quién en este país puede interesarle patrocinar a un equipo, si con lo que sale en televisión el rendimiento [publicitario] es ridículo?", se pregunta el cilista de Bera. Vila está convencido de que, si nadie lo remedia, "en unos años el ciclismo será sólo Tour y clásicas". El ciclista navarro cree que la ronda francesa por etapas, la prueba de referencia del calendario internacional, debe liderar la reacción de un colectivo sometido a todo tipo de escándalos por la cuestión del dopaje y al descrédito. Y mal organizado; tanto que los jóvenes que no corren gratis lo hacen por un sueldo miserable.
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