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Crítica:CLÁSICA
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Inolvidable

Nueve meses después del formidable éxito con Platée, de Rameau, en Valencia, vuelven a España Marc Minkowski y su grupo Les Musiciens du Louvre para, esta vez en Valladolid, sacudir las telarañas de la rutina con una versión inolvidable de Giulio Cesare, de Haendel. La dirección de Minkowski fue primorosa, atenta al detalle poético más imperceptible, y la respuesta de los músicos absolutamente ejemplar tanto en la concepción global como en el detalle casi imperceptible. Una prestación excepcional, embriagadora, electrizante.

Si el centro del campo estaba magníficamente asegurado con Minkowski y sus músicos, permanecía la incógnita de las puntas vocales. Cuando apareció en escena Cleopatra-Danielle de Niese- se produjo una conmoción. Su deslumbrantre belleza es capaz de seducir de inmediato a Julio César, a Minkowski y al más recalcitrante de los espectadores. Además, canta bien, aunque no tenga, a sus 22 años, una voz de aquilatada depuración. Un vino joven, no un gran reserva, decían algunos. Pero, qué vino. En la dicción, en la capacidad expresiva y hasta en la coloratura. Flavio Oliver compuso un Julio Cesar de una elegancia admirable, con una línea de canto cargada de sutileza.

Giulio Cesare

De George Friedrich Haendel. Les Musiciens du Louvre. Director: Marc Minkowski. Catedral de Valladolid, 23 de noviembre.

Extraordinaria fue, asimismo, la actuación de la temperamental Joyce Di Donato, en el ingrato papel de sustituir a la carismática Von Otter. Pero Di Donato se impuso a base de nervio y temperamento. El resto de los cantantes no desmereció, y así Charlotte Hellekant dibujó una Cornelia emotiva y nada lacrimógena, y el contratenor Bejun Mehta desplegó un brillante Tolomeo.

La nota simpática de la noche la protagonizó el contratenor que encarnaba a Nireno, corriendo despavorido por una nave lateral de la catedral al incorporarse tarde a una de sus escenas. El público, que vivió la larga jornada con una concentración admirable, reaccionó al final puesto en pie con un entusiasmo delirante. La noche, en efecto, había sido inolvidable.

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