Abocados a emigrar de Cádiz
Los despertares de Regla P.R., de 39 años, son con frecuencia una tortura. Comienza la angustia de una madre que no tiene la certeza diaria del menú que podrá ofrecerle a sus tres hijos. Con esta losa, sale diariamente de su casa. "Voy a la calle a buscar qué comer", detalla Regla, quien se ofrece a limpiar pisos por horas. "Pocas veces tengo la suerte de ganar algún dinero, 10 o 15 euros tal vez", relata esta mujer, que está casada con M.B.A., un pintor de 39 que tampoco tiene trabajo fijo. Al igual que su esposa, reparte y buzonea papelillos fotocopiados en los que se ofrece para pintar habitaciones o pisos con precios muy por debajo de lo que se paga habitualmente. "Ni por esas tenemos muchos encargos", lamenta.
De sus tres hijos, dos buscan también trabajo sin éxito. El mayor, de 20 años, está en una escuela taller de albañil, donde no cobra nada. "Está allí porque no tiene donde trabajar y por lo menos no pierde el tiempo", explica su madre. El hijo mediano, de 17, dejó de estudiar hace tiempo y no hace nada. "Aunque está dispuesto a trabajar en lo que sea", precisa Regla. El pequeño, de nueve, sigue estudiando, aunque la apatía de la madre le contagia: "No quiero ni un título más, que no sirve para nada".
300 euros al mes
Los ingresos de esta familia no superan los 300 euros mensuales por término medio. "A veces no llegamos a esa cantidad", explica, al tiempo que se refugia en artilugios contables para afrontar los recibos de luz y agua (unos 60 euros cada uno cada dos meses), el alquiler de un piso tutelado por la Junta de Andalucía (sólo 25 euros) y la comunidad (unos 15 euros). "Intento pagarlos todos, aunque a veces nos hemos quedado sin luz. Y en ocasiones no puedo con los recibos de la comunidad de vecinos", enumera esta mujer, que acude a los servicios sociales del Ayuntamiento gaditano para beneficiarse de la condonación de tres recibos de luz o agua cada año a las familias más pobres.
Esta familia roza la mendicidad. De hecho, Regla acude a primeros de cada mes a Cáritas para recibir un cheque mensual de 30 euros para comprar alimentos en un supermercado. Y en más ocasiones de las deseadas recibe varias raciones del rancho de comida que prepara el comedor de beneficiencia de María Arteaga.
Tras años "condenada" en este laberinto, Regla tiene asumido desde hace tiempo la única salida que le queda : "Me tengo que ir de aquí". De confirmase su marcha, el suyo sería un caso más que se sumaría a los 22.000 gaditanos que han abandonado la capital en los últimos siete años.
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