"Aguanté de ministro gracias al violín"
Pregunta. Dice que ha ganado las elecciones porque los Zapatero están de moda.
Respuesta. Sí [ríe], pero cada uno en su esfera. Lo mío es la universidad.
P. ¿Por qué quería ser rector?
R. Creo que he aprendido algo en la vida pública, y decidí trasladar aquí lo mejor de ello. Lo mío era la docencia, y todo lo demás ha sido puro accidente.
P. "Dar más peso a las clases, y las clases bien dadas". ¿Se aplica su lema electoral?
R. Sí. La condecoración más hermosa que tengo, y la única que tengo en mi despacho, es el Premio a la Docencia que me dieron los alumnos el año pasado.
P. ¿Qué peso concederá a la tuna?
R. No me parece una actividad central, pero suele enganchar mucho a un grupo de jóvenes. Prefiero que se diviertan así que dándole al botellón.
P. ¿Qué tiene que suceder para que usted cante Clavelitos?
R. Que me pongan el contador de la deuda a cero.
P. "Me gusta más estar en la cocina que en el mostrador". ¿Usted guisa lo que otros venden?
R. A veces, sí [ríe]. Y a veces, como creo que me va a tocar ahora, vendo yo lo que otros guisan. Pero siempre es mejor haber sido cocinero antes que fraile.
P. ¿Cuál es su guiso favorito?
R. Juntar gente muy diversa y que aquello funcione. Y si son guisos culinarios, yo soy un clásico, pero heterodoxo. Y a la sopa de ajo de mi tierra le pongo almejas.
P. ¿Cómo ve un experto en la Institución Libre de Enseñanza el panorama de Pilar del Castillo?
R. Con un poco de pena, porque a nuestro país no se le derrotó en los campos de batalla, sino en las escuelas, los laboratorios y las universidades. Es ahí donde tenemos el futuro, y es lo que no se está cuidando para nada.
P. O sea, que no pondría a la ministra en las cintas de su capa.
R. Pues no me importaría, porque es vieja conocida y, a pesar de las diferencias, la tengo estima.
P. ¿Su paso por el seminario de Comillas es la clave de muchas cosas?
R. Bueno, los jesuitas formaban bien. Y en aquella época la alternativa era cantar en la escuela de Palencia el Cara al sol.
P. ¿Usted qué tiene de jesuita?
R. Pues me ha quedado la capacidad de trabajo, de ordenarme y de estar horas sentado.
P. ¿Y la sutileza y el pellizco de monja?
R. También [ríe].
P. ¿Pudimos perder un padre de la patria, pero ganar un pedazo de clérigo?
R. Hubiera sido horroroso. No me veo yo. Y, sobre todo, fíjese cómo están ahora los clérigos.
P. Tiene usted pinta de alguien a quien confesarle los peores pecados sin que se chive.
R. Bueno, me gusta mucho hablar, y, sobre todo, me gusta mucho escuchar. Machado decía que dialogar es preguntar y escuchar. Yo eso lo sé hacer bien.
P. Cuando le hicieron ministro, su madre se puso a llorar y le dijo que tuviera cuidado. ¿Sabía de la vertiente meublé del poder?
R. Mi madre, que no tenía estudios, era muy sabia. En una entrevista le dijeron: "Estará usted encantada de tener un hijo ministro". Y contestó: "Pues sí, pero el listo es el segundo, que tiene dos carreras".
P. "La política resta muchas posibilidades de realización personal". ¿Se ve pletórico desde que está fuera?
R. Yo no desprecio la política. Para mí ha sido un honor servir a mi país. Pero todo momento tiene su afán, y ahora me veo mucho más en la investigación, el estudio y la ayuda a los alumnos.
P. ¿Sigue teniendo la gracia de siempre para el baile?
R. La he perdido [risas]. En los últimos años no he practicado ni el baile ni el mus. Ya sólo bailo el día de la fiesta de mi pueblo.
P. ¿Y qué se marca?
R. Pues un pasodoble y, al final del baile, la jota, claro. Antes era más de salón.
P. ¿Qué le aconseja Cervantes cuando se lo cruza en un callejón de Alcalá?
R. ¿Qué puede hacer don Miguel sino aconsejarme cultivar la lengua?
P. Pese a tanta reflexión intelectual, no será usted todo actividad académica.
R. Hace ya mucho tiempo que toco el violín; desde antes de ser ministro. Aquello lo aguanté gracias a que por las noches tocaba el violín.
P. ¿Se estirará en Navidad haciendo un regalito a sus 23.000 alumnos?
R. No, no tengo dinero. Pero si pudiera, les regalaría el libro que tengo sobre mi mesa: De los deberes, de Cicerón.
PERFIL
Con 56 años y dos hijos, tomó posesión el miércoles como rector de una universidad "con historia y con futuro". Lee "fundamentalmente a los clásicos griegos y latinos", no añora la política -"es muy dura"- y ha cambiado sus antiguas dotes de futbolista por grandes caminatas. Sigue siendo el hombre prudente, encantador y afable que siempre fue.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.