Sobre la deflación
El término deflación ha vuelto, en los últimos meses, a engrosar la lista de titulares alarmantes de la prensa económica y no sólo por el penoso desliz del presidente estadounidense, George W. Bush, en Japón confundiéndolo con la devaluación. Incluso el Fondo Monetario Internacional (FMI) considera que los bancos centrales deben hacer "más simétricos" sus objetivos, ya que "las preocupaciones sobre la inflación deben verse equilibradas por las correspondientes acerca de la deflación". Podemos definir el proceso de deflación como una caída generalizada y sostenida de los precios. La deflación se presenta cuando los ingresos se deprimen y la demanda tiende a deteriorarse. Según Fisher, es el sobreendeudamiento que acompaña a los periodos de auge el detonante de la deflación.
El FMI considera que las preocupaciones sobre la inflación deben verse equilibradas por las correspondientes acerca de la deflación
El descenso del precio de los activos que provoca el excesivo endeudamiento se traslada a la producción mediante la reducción de la tasa de inversión, lo que a su vez reduce el empleo y la demanda. Si la situación se agrava y la reducción de la actividad económica alcanza niveles críticos, con quiebra de empresas, elevado nivel de desempleo y escasez creciente de capital, aparece la temida depresión.
No tenemos que remontarnos a la Gran Depresión de los años treinta para encontrar la evidencia de procesos deflacionarios. Los años ochenta y noventa han sido testigos de varios episodios que han desatado tendencias deflacionarias. Entre ellos destacan la crisis de la deuda externa de 1982, el crash bursátil de 1987, la crisis mexicana de 1994 o la más reciente de Argentina. A comienzos de 1998, la crisis de los mercados asiáticos hizo temer, de nuevo, que la economía mundial quedara sometida a un periodo de deflación. Ahora el fantasma de la deflación sobrevuela la economía de Estados Unidos y cada vez hay más adeptos a la tesis de la "recesión a la japonesa".
Sin ánimo de ser exhaustivas en el diagnóstico de la economía estadounidense, el dato más preocupante es que la utilización de la capacidad productiva se sitúe en mínimos históricos. Eso significa que las empresas no invertirán en la expansión de la capacidad productiva. Más aún: cuando hay exceso de capacidad es difícil para las empresas subir los precios y de esta forma aumentar los beneficios. El contrapunto a esta situación es, cómo no, la productividad. El aumento sostenido de productividad provoca que los consumidores esperen aumentos de ingresos reales, apuntalando el gasto y mitigando así las presiones deflacionistas a medio plazo.
Yolanda Fernández y Edita Pereira pertenecen al Grupo Analistas (www.grupoanalistas.com).
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