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Tribuna:UNA EFEMÉRIDE DEMOCRÁTICA
Tribuna
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25º aniversario de España en el Consejo de Europa

En el otoño de 1977, el 24 de noviembre, hace ahora 25 años, España era finalmente admitida en el Consejo de Europa. Venía intentándolo desde los años sesenta en que Franco había mandado a Bruselas al embajador Ullastres, quien se esforzaba vanamente en conseguir lo imposible: que una dictadura entrara a formar parte de una comunidad de países democráticos. La incorporación de España a la más antigua institución europea, poco después de las primeras elecciones de la transición y cuando todavía no teníamos elaborada una Constitución democrática, supuso el respaldo y la plena confianza de Europa en un proceso político que ya se vislumbraba irreversible.

Aquel importante paso, cuando todavía estaba por definir el alcance de los cambios políticos que España se disponía a dar tras una dictadura tan larga, los vivió el país con entusiasmo. Tras un larguísimo aislamiento de Europa, con lo que eso había supuesto en lo político, en lo económico y en lo cultural, el dejar de ser "diferentes" despertó en la opinión española una fervorosa adhesión a lo que significaba entrar a formar parte del proyecto europeo. Durante los últimos años del franquismo, en la conciencia de quienes deseaban el cambio político o trabajaban para lograrlo se había asentado la identificación entre la idea de democracia y la idea de Europa. Ser demócrata equivalía a ser europeísta. Y viceversa. De hecho, algunas asociaciones o clubes semiclandestinos que surgieron por aquellos años se denominaban a sí mismos "europeos". Por toda la geografía del Estado, en Madrid, Barcelona, Zaragoza, Sevilla, Valencia, San Sebastián, Oviedo, profesionales liberales e intelectuales, de las más diversas tendencias -monárquicos, democristianos, socialistas, liberales (los comunistas mantenían posiciones muy recelosas contra la Comunidad Europea)- organizaron, con los más diversos nombres, grupos de moderada oposición a la dictadura bajo el paraguas de la invocación europea. El más importante fue probablemente la Asociación Española de Cooperación Europea, con sede en Madrid, dirigida por Fernando Álvarez de Miranda, Joaquín Satrústegui, José Federico de Carvajal, Íñigo Cavero, Miguel Boyer, Jaime Miralles, Enric Adroher Gironella, Joaquín Garrigues y otros. En Barcelona actuaba el Instituto de Estudios Europeos con Jorge Prat y Manuel Riera. En la Universidad de Sevilla, Giménez Fernández y Aguilar Navarro habían organizado el Seminario Europeísta, etcétera. Ese europeísmo fue tejiendo una red de relaciones por toda Europa occidental, y estableció contactos con grupos de la oposición en el exilio, igualmente europeístas. Esos contactos crearon el clima que hizo posible, por ejemplo, ya en 1962, la celebración del Congreso del Movimiento Europeo en Munich, con participación de representantes de la oposición de dentro y fuera de España, contra los que arremetió el régimen calificando la reunión como "contubernio de Munich" o "cloaca muniquesa" y castigando a los participantes del interior, a su regreso, con el destierro.

Se había asentado la identificación entre la idea de democracia y la idea de Europa

Creado en el año 1949, el Consejo de Europa desde entonces venía jugando un papel determinante en la definición de las características del proyecto de unidad continental. Es la institución que define los principios y valores que identifican a Europa: el Estado de derecho, el pluralismo, la protección de los derechos humanos, la tolerancia, el respeto a las minorías lingüísticas y étnicas, la erradicación de la xenofobia y el racismo... España se incorpora, pues, en 1977 a un tren en marcha desde hacía cerca de 30 años. Pero, una vez incorporada, España recupera pronto y bien el tiempo perdido, hasta el punto de que su participación y protagonismo en esta institución con sede en Estrasburgo ha sido especialmente relevante a lo largo de estos 25 años. España le ha dado al Consejo de Europa un secretario general, Marcelino Oreja, que ejerció su mandato de 1984 a 1989; dos presidentes de su Asamblea Parlamentaria: José María de Areilza, de 1981 a 1983, y Miguel Ángel Martínez, de 1992 a 1996; y varios vicepresidentes, entre otros Lluis María de Puig y Gabino Puche, actual presidente de la delegación española. Todos ellos realizaron en Estrasburgo un trabajo que ha dejado perdurables huellas de aprecio general y de reconocido prestigio.

Los 25 años transcurridos desde el ingreso de España en el Consejo de Europa -16 desde la incorporación a la Unión Europea- creo que no han enfriado el europeísmo de los españoles. El entusiasmo idealista de los primeros momentos, tan lógico dadas las circunstancias, ha dado paso, en cuanto al sentimiento europeo se refiere, a la asunción con naturalidad de lo que ha quedado ya incorporado como un rasgo indeleble de nuestra identidad, la condición de socios de la Europa comunitaria. En esto no han aparecido síntomas de desencanto. Afortunadamente, los europesimistas en España no parecen ser muchos. Seguramente se debe a las estrictas razones históricas aludidas.

Félix Santos es periodista, corresponsal del Consejo de Europa.

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