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LA POLÍTICA DEL AGUA

El número de campos de golf valencianos se duplicará en cinco años

Alicante con 12 instalaciones doblará su parque, Castellón, con 3, prevé hasta 12 más

María Fabra

El número de campos de golf de la Comunidad Valenciana, la tercera autonomía en cantidad de instalaciones, por detrás de Andalucía y Cataluña, se duplicará en cinco años. Pese a que Gobierno y Consell aseguran con insistencia que el agua del Ebro no servirá para regar greens, éstos necesitarán agua igualmente. Sea con pozos, aguas residuales u otros recursos, no faltarán las suspicacias: los envíos del Ebro irán a sitios donde podría emplearse el agua de los campos de golf.

La Comunidad Valenciana se encuentra en el tercer puesto del ránquing de campos de golf, por detrás de Cataluña (34) y Andalucía (54). En Alicante están en funcionamiento doce campos, siete en Valencia y tres en Castellón. En total, seis más que en 1992 y los mismos que en 2000, aunque existen dos instalaciones a punto de ser inauguradas. Las previsiones, y los proyectos, apuntan que en un plazo de cinco años, la provincia de Alicante duplicará su oferta, mientras que en Castellón se habla de entre siete y doce nuevas instalaciones. En Valencia se apunta a la inauguración de, al menos, un nuevo campo.

La polémica del Plan Hidrológico Nacional y el trasvase del Ebro ha puesto a los campos de golf en el ojo del huracán. Hasta esta semana, el Gobierno, en boca del ministro de Administraciones Públicas, Javier Arenas, no había asegurado, con toda nitidez, que en ningún caso podrán destinarse las aguas trasvasadas al riego de los campos de golf en las zonas receptoras de las transferencias. Aún así será necesaria una modificación legislativa, tal como señaló, para establecer esta condición "de manera explícita". Sin embargo, son muchos los que dudan de que esta premisa se mantenga.

Alrededor del 60% de los campos de la Comunidad Valenciana utilizan, para su abastecimiento, aguas residuales y depuradas sometidas a un tratamiento terciario que posibilita su uso para el riego del césped. Un agua que no es utilizada para el riego de cultivos. Ecologistas en Acción mantiene que, en algunos casos, este agua ni siquiera es apta para la zona más "delicada" del campo como es el green, por lo que "sus características obligan a mezclarla con agua potable o agua subterránea en proporciones, a veces, del 50%". En el 40% de los campos de golf restantes, entre los que se encuentran, sobre todo, los más antiguos, según datos facilitados por el propio sector, el agua se toma de pozos subterráneos. Un agua, llamada de segunda mano, que, aún no siendo potable, sí puede alimentar a los cultivos. Además estos pozos se abastecen de los acuíferos, hecho por el que se desatan las dudas sobre el destino del trasvase, ya que, si el preciado líquido ha de servir para mejorar las condiciones de acuíferos sobreexplotados, de manera indirecta, será utilizado en algunos campos de golf que verán sus pozos "realimentados".

La fijación del consumo de agua de los campos de golf varía según las fuentes consultadas. Los grupos conservacionistas fijan el consumo entre 10.000 y 15.000 metros cúbicos por hectárea y año. Esta cifra se reduce a entre 7.500 y 8.000 metros cúbicos por hectárea y año, según un informe realizado por Ignacio Morell, profesor de la Universidad Jaume I de Castellón. Sin embargo, el dato de consumo de un campo en particular arroja cifras menores, como es el caso del Club de Golf Costa Azahar de Castellón donde, según datos facilitados por el ayuntamiento de la ciudad, propietario de los terrenos, el consumo es de 4.000 metros cúbicos por hectárea al año. Un dato que choca con el procedente del consumo del campo de fútbol, también municipal, que utiliza para el riego 5.000 metros cúbicos por hectárea al año.

Además, en el caso del campo de fútbol, el agua es de "segunda mano", es decir, procede de pozo y podría ser utilizada para cultivos como alternativa, mientras que en el caso del campo de golf procede de una depuradora.

Un campo de golf mide entre 500.000 y 1.500.000 metros cuadrados o, lo que es lo mismo, entre 50 y 150 hectáreas. En este sentido, el futuro presidente de la Federación de Golf de la Comunidad Valenciana, Pedro Barber, hace una precisión: "La superficie que se riega es mucho menor", apunta, quien se queja de la "demagogia" con la que se ha situado a los golfistas en medio de la polémica del PHN. Así, señala: "Si lo que no quieren es que se hagan más urbanizaciones, que por ello no ataquen a los campos".

Y es que el desarrollo urbanístico que presentan los proyectos futuros centran buena parte de la crítica en referencia a los consumos de agua, ya que los hoteles, apartamentos, apartahoteles y demás infraestructuras que pretenden ubicar junto a los campos de golf sí provocarán un incremento en el consumo de agua potable y utilizable para el regadío. En el caso de Castellón se ha estipulado que los nuevos proyectos conllevarán el desarrollo de entre 7 y 12 millones de metros cuadrados de suelo. Así, además, se perdería la filosofía del trasvase que es paliar el estrés hídrico de las cuencas deficitarias con los consumos actuales y mejorar las condiciones ambientales de las zonas húmedas, para abarcar el "abastecimiento" de unos planes de desarrollo turístico. Quizá por ello, las administraciones han comenzado a promocionar los campos de golf como una "necesidad" o "única alternativa" rentable para el mantenimiento del sector turístico.

La clase destinataria de estas infraestructuras es otro de los aspectos polémicos. Según un estudio realizado por la Asociación de Campos de Golf de la Costa Blanca, el gasto medio por turista extranjero supera los 210 euros al día, mientras que el jugador nacional gasta unos 168. En cualquier caso, un cantidad elevada y asumible por una clase social alta. En el caso de los clubes valencianos, las diferencias en la cantidad necesaria para hacerse socio son más que notables y van desde los 22.000 euros del Club de Golf Escorpión (Valencia) a los 546 del Club Costa Azahar (Castellón), a lo que han de sumarse las cuotas mensuales.

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