Ponerle forma a la voz dionisiaca
EL BELGA Henry Bauchau (Malinas, 1913) es el sucesor de Guillermo Cabrera Infante en la lista de galardonados con el Premio de la Unión Latina, una lista en la que también figuran Juan Marsé, Jean Gustave Le Clezio, Gonzalo Torrente Ballester, Lalla Romano, Juan Carlos Onetti o Agustina Bessa-Luís. Pero Bauchau es casi un desconocido para el lector español, poco y mal traducido, como lo ha sido durante años para el ámbito francófono. Bauchau no publica su primer libro, Géologie, hasta cumplir los 45, y a sus poemas le sigue una obra de teatro, Gengis Kahn (1960), de la que el autor nos dice que es "la irrupción del inconsciente, de todo lo que hasta entonces había rechazado y que ahora sale a flote de manera atractiva".
A propósito del escritor belga Henry Bauchau, que recibirá el Premio Unión Latina este lunes en Roma
Muy delgado y atento, de pelo blanquísimo y bien peinado, ojos entre azules y grises, Bauchau vive solo -su mujer falleció hace dos años- en un muy discreto apartamento parisino. Abogado sin vocación, empresario sin fortuna, profesor apasionado y psicoanalista desde 1975, su trayectoria es la de un angustiado que resuelve sus problemas en el secreto de la escritura y con la complicidad de su analista. "La vida es una sucesión de pequeños triunfos alternada de grandes derrotas", resume.
Los mitos griegos -Antígona (convertida en protagonista de una novela), Edipo (Oedipe sur la route), Prometeo, Diotima, etcétera- son los héroes de parte de su producción teatral y novelesca porque "son eternos e inagotables". Y porque sin duda le remiten a Freud y le sirven de clave de acceso a su inconsciente. "El trabajo del novelista y del poeta es un trabajo sobre la forma, que duda cabe, pero sobre todo es un trabajo de imaginación. Y la imaginación es, al mismo tiempo, una relación libre con el inconsciente y un hechizo lanzado al monstruo". El monstruo es ese inconsciente del que pueden surgir fuerzas extremadamente peligrosas. "No hay que hacerse ilusiones. En nuestro interior están esas fuerzas dionisiacas que nos pueden llevar al placer y al crimen, al griterío y al caos. Es lo que sucede en las Bacantes de Eurípides".
Confiesa haber escrito casi todas sus obras -relatos, novelas, teatro, ensayo, diarios- tres veces. "La primera redacción son notas desordenadas de lo que fluye de mi interior". Luego viene el dar forma al caos, darle o no sentido -"hay versos cuyo significado se me escapa"-, de la misma manera que "la buena educación hace posible la relación social, pues canaliza nuestro comportamiento". Henry Bauchau parece fascinado por los momentos de ruptura de diques, y quizá por eso publicó, en 1982, un ensayo sobre Mao Zedong. "Soy un buen conocedor de la historia de China y Mao me interesaba porque, en un país muy tradicional y siempre dirigido por una élite, suponía la llegada al poder de un campesino y también porque en sus escritos la influencia del taoísmo era tan fuerte como la de Marx. Además, la Revolución Cultural no fue china, sino mundial, supuso la liberación de muchos corsés, una irrupción potente de la juventud. Sólo el tiempo y el cansancio podían detener aquella ola".
La literatura le ha servido para reconciliarse con su infancia y juventud. "Recuerdo a mi padre durante la Primera Guerra Mundial. Dirigía una fábrica que había sido destruida. Estaba en el paro y vivíamos en un país derrotado. En El regimiento negro he podido verle de otra manera, librarme de su imagen de debilidad. La acción transcurre en Estados Unidos, donde yo no había estado, como nunca estuve en la China de Gengis Kahn o en la Grecia clásica. En todos mis libros, la aventura interior es la aventura principal".
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