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Columna
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Evitar el desastre

La semana pasada, en Londres, el portavoz de la Asociación Británica de Agencias de Viajes, Keith Betton, advirtió de que la especulación inmobiliaria puede terminar acabando con el turismo en la Costa del Sol. La advertencia no era nueva: que yo sepa, mayoristas alemanes vienen diciendo lo mismo, de un modo más o menos discreto, desde hace varios años. La novedad es que las afirmaciones de Betton se producían en un acto del Patronato de Turismo de la Costa del Sol en la World Travel Market y ante un buen puñado de periodistas malagueños que iban pastoreados por tan generosa institución. La respuesta no se hizo esperar y la gerente del Patronato hizo lo que ya es habitual: presuponer mala intención en la crítica y afirmar que Betton se quejaba para negociar a la baja los nuevos contratos. Así da gusto.

Poco después, en Málaga, Manuel Chaves recogía las tesis de Betton y destacaba las incertidumbres: "No sabemos qué puede pasar en diez años", dijo. Las declaraciones de Chaves tampoco eran novedosas: este análisis viene repitiéndose desde la Junta en los dos últimos años. Otra cosa es que lo compartan algunos políticos socialistas del litoral o esos conseguidores con viejos avales del PSOE que están reapareciendo en los últimos tiempos al calor de nuevos proyectos urbanísticos.

Las alarmas sobre el futuro de la Costa del Sol suenan cada vez con más insistencia. Recientemente, la Diputación malagueña ha advertido de que las comunicaciones pueden llegar a colapsarse de aquí a cuatro años, y eso a pesar de que hay tramos de autovía que casi acaban de inaugurarse. Un panorama como éste es muy peligroso: no sé qué atractivo podría encontrar un turista en pasar el día de embotellamiento en embotellamiento.

En Málaga, Chaves pidió al sector turístico que "tome nota". No parece suficiente. Pero es que, además, no existe un sector turístico como tal, sino una mezcla de intereses, a menudo contrapuestos, encarnados por unos empresarios que difícilmente se puede creer que representen a su sector. Como muestra, esa insólita moratoria en la construcción de hoteles propuesta por la CEA que parece, más bien, un blindaje frente a la competencia exterior. Sin embargo, es raro escuchar críticas desde ese sector a la barbarie urbanística, a pesar de que la realidad es tozuda: un edificio convertido en hotel genera doce veces más renta y ocho veces más empleo que uno dedicado a apartamentos.

Si esperamos que el sector tome nota, estamos apañados. Hay otras soluciones y dependen de Chaves. La Junta tiene mayoría en las comisiones provinciales de Urbanismo que vienen aprobando los planes y el chorreo de modificaciones de elementos que está llenando de hormigón el litoral.

También podría Chaves dictar unas directrices de protección del litoral. En España hay varias experiencias, más o menos avanzadas. Curiosamente, todas ellas han sido puestas en marcha por gobiernos de derechas que han resultado ser mucho más audaces que la Junta de Andalucía: Baleares -cuando aún gobernaba el PP-, Comunidad Valenciana y, más recientemente, Canarias.

Para tomar este tipo de medidas sobran foros y pactos: sólo se necesita decisión política. No basta con anunciar el desastre. Hay que evitarlo. Los gobiernos están para eso.

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