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CIENCIA FICCIÓN

Vidocq: rayos y misterios (y II)

EN EL TUMULTUOSO PARÍS del primer tercio del siglo XIX, el renombrado detective Vidocq se enfrenta a su caso más complicado: las sucesivas muertes de tres potentados por la caída de un rayo. El caso no tendría nada de extraño si el detective (Gérard Depardieu) no hubiese descubierto en los sombreros de las víctimas una peineta de oro.

Las sospechas recaen en el Alquimista, una leyenda urbana de ese siglo, aunque, a tenor de lo que nos muestra la película, bien real. La trama corresponde al premiado filme francés Vidocq (2001), cuyo análisis iniciábamos hace dos semanas.

La muerte por caída de rayo es un hecho bastante común. Cada día se producen alrededor de 40.000 tormentas eléctricas en toda la Tierra, que provocan unos 100 rayos por segundo. La mayoría va a parar a los océanos y a zonas deshabitadas.

La superficie de la Tierra posee carga eléctrica negativa. Son las tormentas y los rayos los que llevan cargas negativas hacia la tierra; es decir, son las baterías que mantienen la diferencia de potencial de 400.000 voltios existente entre las capas superiores de la atmósfera y la tierra. Pero aún hay más. Cuando se forma una nube tormentosa la parte inferior de ésta se carga lo suficiente como para producir diferencias de potencial de hasta 100 millones de voltios con el suelo, potencial mucho mayor que el existente entre la tierra y el cielo en un día despejado.

Este enorme voltaje convierte al aire en conductor (fenómeno llamado ruptura dieléctrica) y crea descargas eléctricas gigantes de arco. Son los rayos. El mecanismo de caída de un rayo no es aún bien conocido. Se sabe que durante una gran tormenta se producen descargas luminosas, relámpagos, entre nubes, entre la nube y la tierra y entre ésta y la nube (sí, los rayos también suben).

La descarga entre la nube y la tierra, la que de momento más nos interesa para darle una ayudita al detective Vidocq, empieza con la creación de una guía o tentáculo por la que bajan las cargas eléctricas de la nube de forma escalonada. Cuando toca el suelo, se tiene como un alambre conductor que conecta con la nube.

Se produce entonces un destello, llamado rayo de retroceso, desde la tierra hasta la nube. Es el que produce la luz brillante y el calor que, al originar una rápida expansión del aire, ocasiona el trueno. Las corrientes eléctricas involucradas son de unos 10.000 amperios.

En su camino de aproximación al suelo, la guía, llena de cargas negativas, busca puntos elevados por varias razones. Primera, por comodidad: para los puntos que sobresalen del nivel de tierra el camino nube-tierra es el más corto y el más fácil de seguir. Segunda, por afinidad: cualquier objeto en contacto con el suelo está a su mismo potencial (cero voltios). El tentáculo del rayo busca, de manera natural, el punto a potencial más bajo que tenga más próximo.

A ello se suma otro fenómeno: el efecto punta (Ciberp@ís del 23-11-2000). El campo en las proximidades de la guía es tan grande que permite una descarga (descarga corona) desde el extremo prominente conectado a tierra a la guía. En suma, el rayo se siente atraído por los objetos en punta que sobresalen de la superficie terrestre. Cualquier estructura, metálica acabada en punta (antena, poste, etcétera) y, en general, cualquier objeto que destaque por altura del entorno, incluidas personas, árboles, será el objetivo predilecto del rayo.

En el caso del rayo, donde ha caído uno es más probable que vuelva a caer otro, aunque un rayo nunca alcanza dos veces el mismo lugar porque, posiblemente, la estructura que lo atraía se destruirá la primera vez que sea alcanzada.

En esto, precisamente, se basa el pararrayos. Un poste metálico colocado en un lugar elevado que, al ser alcanzado por un rayo, conducirá la avalancha de corriente al suelo a través de un cable conductor sin afectar los alrededores. La zona protegida, donde la probabilidad de alcance es muy baja, es un cono de vértice en la cima del poste y radio de la base igual a su altura.

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