Herreros castiga al Joventut
El alero madridista, con 24 puntos, decide un partido muy igualado
Si alguien consideraba que a Herreros ya le había llegado la hora del retiro estaba muy equivocado. Ayer, ante el DKV Joventut, el veterano alero del Real Madrid demostró una vez más que sigue conservando muchas de las características que le han hecho ser uno de los grandes y que su prodigiosa muñeca aún puede decidir partidos (74-78). Suyos fueron los dos triples consecutivos que, cuando el encuentro se decidía, en los dos últimos minutos, le pusieron en bandeja el triunfo al Madrid en el regreso de Mumbrú, muy silbado, a su antigua casa. Al DKV le quedaba aún resquicio, al menos para forzar la prórroga, pero con sus errores se condenó.
Fue "mano de santo", dijo, cómplice, Javier Imbroda tras el encuentro. Se refería, claro, a Herreros. Nadie mejor que el técnico madridista, que apostó fuerte por el veterano alero cuando éste ya tenía un pie fuera, sabe lo que Herreros puede aportar a un equipo venido a menos como el Madrid. Y, si no, sólo hay que mirar sus estadísticas: 100% de acierto al descanso.
DKV JOVENTUT 74 - REAL MADRID 78
Joventut (27+15+18+14): Marco (10), Vázquez (9), Radulovic (10), Baston (21), Tabak (4) -cinco inicial-; Jofresa (7), Bueno (4), Drame (0) y Espil (9). Madrid (24+26+11+17): Hawkins (4), Angulo (6), Mumbrú (12), Alston (8), Tarlac (8) -cinco inicial-; Reyes (8), Herreros (24), Digbeu (6), Mena (1) y Hernández-Sonseca (1). Eliminados, Espil (m. 40) y Hawkins (m. 39). Olímpic de Badalona, 6.800 espectadores.
La historia del partido se reduce a la efectividad del alero madridista y a la espectacularidad de Baston. Sólo los magníficos mates y tapones del pívot verdinegro rompieron la tónica de mediocridad que caracterizó al DKV. Ayer ni le funcionaron los pívots, ni la línea exterior y apenas la dirección. Aun así, como el Madrid tampoco va sobrado, la Penya pudo mantenerse con opciones hasta el final.
Tras un primer cuarto sembrado en acierto y anotación (27-24), el encuentro se convirtió en una competición por ver quién fallaba más y quién jugaba peor. La igualdad se convirtió en una constante y, al final, sólo Herreros decidió.
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