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Columna
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Escocia futura

El golf es una palabra inglesa procedente del holandés que significa palo o cayado. Eso lo debe saber el excelentísimo presidente de la no menos excelentísima Diputación provincial de Castellón. El susodicho presidente y promotor de campos de golf en las comarcas valencianas costeras del Baix Maestrat y La Plana Alta y Baixa, no ignora que el lúdico deporte del golf apareció en la verde y abrupta Escocia allá por el siglo XV, y que en siglos posteriores dicho deporte se trasplantó a otros países anglosajones tan verdes y lluviosos como Escocia, excepción hecha de Australia donde el verde es mancha solitaria en medio de mucho desierto y sequedad. El golf necesita de arroyuelos, bosquecillos, dunas y otros obstáculos naturales. Necesita, sobre todo, de mucha agua que favorezca un césped corto y bien cuidado, especialmente en el espacio de llegada de la pelotita de marras. La pelotita, ya se sabe, ha de deslizarse libremente hacia los agujeros, que pueden ser 9, 18 o muchos más.

Y muchos más campos de golf, además de los tres existentes, quiere promover el provincial presidente de la Diputación de Castellón en Oropesa, Benicarló, Cabanes, Alcalà de Xivert, Peñíscola y Sant Jordi. Que sean doce, que sean catorce o que sean veinte, poco importa. Y menos importa el agua que puedan necesitar, puesto que es verdad universal que aquí, por las comarcas norteñas, nos sobra el líquido elemento, como nos sobra vergüenza torera para solicitar el trasvase de las aguas del Ebro, mientras se quedan por depurar y reutilizar más de la mitad de las nuestras. Más y más campos de golf, tan tradicionalmente nuestros como en Escocia, junto a una costa saturada de cemento, especulación y dinero fácil y rápido; cemento, especulación y euro fácil a los que la derecha provincial gobernante califica de "desarrollo", como podría calificar de conservación del entorno y equilibrio en la utilización de los recursos. Pues esta derecha nuestra está utilizando las palabras con una ligereza increíble.

Porque ligeras y poco meditadas fueron las palabras del allegado político y familiar de Carlos Fabra, es decir, del secretario general de Turismo y yerno del presidente de la provincial Diputación; unas palabras que hablan de la "visión de futuro" y del liderazgo en materia de turismo que supone la construcción de campos de golf hasta en la Bassa de les Oronetes o en el Barranc dels Horts, parajes sin par castellonenses donde no faltan los obstáculos naturales, los arroyos secos y los dignos bosquecillos. Un paraíso desarrollista nos propone como horizonte este PP de por aquí; un horizonte con muchas pelotitas, y mucho césped corto y bien cuidado para que se deslicen las mencionadas pelotitas. Quizás en esa imagen futurista con palos y con pelotas y con campos de golf, se incluya el kilt, esto es, las faldillas de paño escocés con que los castellonenses recibiremos a los miles y millones de turistas de calidad en el aeropuerto que promueve el presidente provincianista de la provincial Diputación. Todo puede ocurrir cuando unos cráneos privilegiados confunden desarrollo con "desarrollismo" desaforado.

Pero a los desarrollistas de nuestra derecha gobernante y omnipresente se les podría recomendar que hicieran con estas comarcas norteñas valencianas, lo que las reglas del juego de golf indican que hay que hacer con la pelotita de juego: "No se puede tocar, donde quiera que esté".

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