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Crónica:Masters | TENIS
Crónica
Texto informativo con interpretación

La tozudez del número uno

El australiano aprovecha la oportunidad que le brindó Moyà y derrota al suizo Federer

Lleyton Hewitt no se andó por las ramas. Cogió la oportunidad que le habría ofrecido Carlos Moyà y ayer se aseguró un puesto en la final al derrotar al suizo Roger Federer en tres disputadas mangas. El australiano se habría quedado fuera del Masters si el mallorquín hubiera perdido ante el leridano Albert Costa en el último partido del round robin. Ahora, el número uno se enfrenta a Ferrero como favorito. Le ha ganado las únicas dos veces que han jugado en superficies duras y ha perdido contra él otras dos veces en tierra batida.

Cada partido se convierte en una odisea en el Masters. Y el de Hewitt y Federer no fue una excepción. Fue la contraposición de dos formas distintas de entender el tenis y la vida, dos estilos diametralmente opuestos que han llevado a sus propietarios a lo más alto en este deporte. Federer basa su estrategia en el saque y la volea. Hewitt es un luchador incombustible que ataca cada bola con potentes golpes desde el fondo. La superficie de Shangai, similar a la utilizada en Madrid, permite desarrollar con eficacia ambos tipos de juego.

Pero ayer sólo la tozudez del australiano acabó por salvarle. Federer tuvo la primera manga en la mano, porque la controló con 5-2 y dispuso de cinco bolas de set. Pero la perdió. Tuvo que salvar un match-ball en la segunda, y en la tercera dispuso de dos bolas de rotura para colocarse 5-3 y saque. Lo perdió todo y se condenó a sí mismo con dos dobles faltas consecutivas en el undécimo juego, que permitieron a Hewitt cerrar el partido con su saque.

Lo que tantas veces se le ha criticado, volvió a ser clave. Su garra desmesurada, aquella que le llevó a gesticular con el brazo en cada punto cuando ganaba a Corretja por 6-0, 6-0, 6-1 en el Open de Australia del 2000 o que le valió tantas pitadas en la final de la Copa Davis de aquel mismo año en Barcelona, sigue resultando vital para él. Desde que surgió como la figura más emergente del tenis australiano, su carácter le ha llevado a enfrentamientos constantes con la prensa de su país e incluso con sectores de la afición. En el 2000, en Adelaida, su ciudad natal, salió de la pista con silbidos después de lanzar su raqueta al suelo para demostrar la frustración que sentía por haber perdido un punto. Después, afirmó que aquello demostraba "la estupidez del público australiano". Cuando vio reproducida su frase en los periódicos locales, decidió cerrar sus puertas a cualquier demanda de entrevista con los periodistas de su país. Eso le valió ser nombrado el deportista australiano más odiado del año.

Ése carácter le dio la fuerza necesaria para lograr su primera victoria importante ante Agassi a los 16 años, y ser la figura del equipo australiano de Copa Davis en Brasil, en 2000, derrotando sin contemplaciones a Gustavo Kuerten. Sin embargo, tras firmar un contrato multimillonario de 15 millones de euros por Nike, tanto la firma estadounidense como su representante le aconsejaron moderar sus expresiones y sus gestos. El año pasado su actitud comenzó a cambiar. La frase de Brad Gilbert, ex entrenador de Agassi ("no entiendo como todavía nadie le ha partido la cara en el vestuario") comenzó a perder vigencia. Madurar un poco pareció irle bien porque ganó sus mejores títulos: Open de Estados Unidos y Masters (2001) y Wimbledon (2002).

Hewitt parece ahora más humano, menos robotizado. Pero mantiene el rasgo fundamental que ayer le llevó a la victoria y que hoy volverá a esgrimir ante Ferrero.

Hewitt señala a los suyos tras ganar el partido.
Hewitt señala a los suyos tras ganar el partido.EPA

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