El estilo
A los gobiernos, como a la moda, no los desbanca ahora la oposición, sino simplemente el tiempo. Si una moda no resiste al cambio de temporada, un gobierno no suele superar el cambio de ciclo. Los políticos actúan como si su éxito dependiera de las ideas, pero como muestra siempre el final de un mandato, lo que les falla es el estilo. No hay gobierno que, en su decadencia, no reciba, como máxima imputación, su 'mal estilo'. Ahora mismo, las vallas de Trinidad Jiménez para la alcaldía de Madrid anuncian 'otra forma de ser, otra forma de actuar'. ¿Cuál? ¿Qué? La clave es el estilo.
Ninguna formación política perdura hoy más de ocho años porque prácticamente ningún bien de consumo duradero aguanta ese tiempo sin quedar obsoleto. Son retórica las fundaciones políticas destinadas, supuestamente, a generar ideas nuevas. Si el arte, que es la matriz de la creación, lleva 30 años sin una idea nueva, ¿qué puede esperarse de un sector mostrenco como el político? La regla es reciclar, reelaborar lo existente y, decididamente, poner atención sobre el deseo del público. La misión principal de las empresas de moda consiste hoy en explorar cómo viste la gente de la calle. En sus gabinetes, las grandes firmas se valen de cool hunters o cazadores de tendencias cuya misión consiste en informar sobre los atuendos en las barriadas y en el metro. No es, pues, la moda quien decide el gusto, sino que obtiene rentabilidad del reciclaje. Igualmente, la política de nuestros días no se basa en las presuntas invenciones de un grupo de sabios reunidos en un patronato, sino en el aprovechamiento del anhelo de los electores. Lo que de verdad necesita un partido moderno no es, pues, un laboratorio intelectual, sino un departamento de marketing. Los contenidos de mayor valor en las campañas son aquellos que se obtienen a partir de los sondeos. De hecho, el PSOE, que sin duda arrebatará una notoria porción de votos al PP, no ha producido ninguna idea relevante. Le bastará con no haberse gastado en el poder y presentarse como el nuevo estilo. El ciudadano no soporta a los gobernantes políticos, pero el colmo de lo insufrible es que pretendan seguir ocupando las pantallas cuando ya han pasado de moda.
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