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Crítica:
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

La pasión realista de Malevich

El cine soviético realista sedujo al 'abstracto' Malevich hasta el punto de reconducirlo hacia la figuración. Esta tesis es desarrollada en una exposición en Madrid.

En la exposición titulada Malevich y el cine, se exhiben unas 120 obras de naturaleza diversa -pinturas, dibujos, fotografías, documentos, etcétera-, cuyos autores no son tampoco siempre artistas plásticos, aunque, entre éstos, los haya de la importancia del propio Malevich, el protagonista de la muestra, o contemporáneos suyos, como El Lissitzky, Rodchenko, Gan, Klutsis, Hans Richter, etcétera, por citar sólo a los más conocidos. Pero no se acaba ahí la nómina de los ilustres participantes, porque también se incluyen en la exposición artistas posteriores de diversas generaciones, incluidas las actuales, entre los que cabe destacar Josef Albers, Yves Klein, Piero Manzoni, Sol LeWitt, On Kawara, Robert Rauschenberg, Richard Serra, Art&Language, Komar y Melamid, Allen McCollum, Eric Bulatov o Ilya Kabakov. Exhibida con anterioridad en el Centro Cultural de Belém de Lisboa hasta el pasado 18 de agosto, la muestra ha contado con el comisariado de Margarita Tupitsyn, que, con este motivo, ha escrito un amplio ensayo, publicado en el catálogo junto con otro de Victor Tupitsyn y una selección de textos de Kazimir Malevich.

MALEVICH Y EL CINE

Fundación La Caixa Serrano, 60. Madrid Hasta el 12 de enero de 2003

De todas formas, no creo que ni el sugerente título de la convocatoria, ni la simple relación nominal de los artistas reunidos para la ocasión, ni aun siquiera la pura contemplación de las obras colgadas en la muestra, de entrada permitan por sí mismos hacerse una idea cabal del argumento que la sostiene, con lo que resulta imprescindible la lectura del ensayo escrito por la comisaria. En efecto, como ella misma allí nos explica, el objetivo de la exposición no es genéricamente el de la relación de Malevich con el cine, ni tampoco el de las muy fluidas relaciones que mantuvieron el cine y la vanguardia soviéticos, sino, específicamente, la pasión sentida por el 'abstracto' Malevich por el cine soviético 'realista' y la influencia que éste ejerció en la ulterior evolución del artista ruso hacia la figuración. Más: convertida esta relación en una cuestión estética crucial en la evolución del arte vanguardista del XX, según Margarita Tupitsyn, el desasosiego sentido por Malevich en relación con el modelo canónico de la abstracción y su superación a través del uso de formas cinematográficas figurativas, contagió o fue retomado por una serie de vanguardistas occidentales y rusos, surgidos después de la Segunda Guerra Mundial hasta llegar a la actualidad.

Nos enfrentamos, así, pues,

ante una sugerente y muy alambicada tesis, que hay que tomar más por el lado de la estética que el de la historia, cuyos datos se usan, de forma parcial y sesgada, sólo a modo de ilustración. En cierta manera, muy en la línea con el hoy de la moda estilo posmodernista de revisar el arte del siglo XX, no hay que ver en esta iniciativa un intento de reconstrucción 'objetiva' del pasado, sino la búsqueda de raíces o justificaciones en éste para legitimar el relato artístico actual, que no quiere tener nada que ver con el modelo moderno de ortodoxia formalista elaborado por Clement Greenberg. En este sentido, aunque el arranque de la muestra tenga una base real incontestable -la obsesión de Malevich por el cine, sobre el que escribió varios textos, traducidos en el catálogo, una obsesión compartida por otros vanguardistas soviéticos, pero también, a la inversa, por directores de cine, como Serguéi Eisenstein, en cuyo ensayo, Cinematismo, se hace derivar la técnica de montaje de El Greco-, lo sugerido por Margarita Tupitsyn, a partir de ello, se convierte en algo cada vez más conjetural y discutible. Por ejemplo, es imposible o manifiestamente parcial tratar de explicar, sólo por razones estéticas, el abandono de la abstracción por parte de todos los artistas soviéticos durante las décadas de entreguerras. Tampoco creo que la relectura de Malevich por parte de vanguardistas occidentales del último medio siglo responda a un mismo paradigma, ni sea viable el amalgamamiento de éstos con artistas rusos actuales, como no sea que sea visto a través de su convergencia en la reciente moda.

Por todo ello, creo que es mejor obviar el trasfondo histórico y plantearse la muestra como un recorrido estético por el pasado a partir de los problemas artísticos actuales, más enfrascados que nunca en la contaminación e interconexión de los lenguajes. Por otra parte, a pesar de la laxa amplitud del panorama abordado, que puede en principio,confundir a un visitante que no esté previamente sobre aviso, la exposición está repleta de sugestivas e interesantes imágenes, en ocasiones de gran belleza plástica, aunque sean fotogramas fílmicos. En este sentido, se recorre con un placer, pleno de estímulos intelectuales, que, además, nos ayuda a contemplar el arte del XX de otra forma, lo que siempre es excitante.

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