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Columna
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Cine, toros y parados

Tras la Concha de Oro del último Festival Internacional de Cine de San Sebastián, ha llegado lo que algunos deseábamos: la designación de Los lunes al sol como película para representar al cine español en la candidatura de los Óscar a la mejor película de habla no inglesa. La película de Fernando León de Aranoa optaba a esta candidatura junto con Historia de un beso, de José Luis Garci, y Hable con ella, de Pedro Almodóvar. Comparativamente, hay dos razones para nuestra alegría: una primera, de índole cinematográfica, que se refiere a una obra, la de Garci, cuyos presupuestos sentimentales y estéticos rozan insufriblemente la cursilería y el sopor; y una segunda, que se refiere a la última película de Almodóvar y que es una satisfacción de índole política, es decir, moral: el alivio que produce el hecho de que, por más éxitos que en el extranjero pueda cosechar una cinta en la que se glorifica la vergüenza nacional del toreo, no llegue a representar a España y, en consecuencia, confunda fuera de nuestras fronteras una postura no mayoritaria en nuestro país frente a la atrocidad taurina.

Durante el rodaje de Hable con ella se produjo una denuncia que, partiendo de alguien del propio equipo del cineasta, presentó Amnistía Animal-Comunidad de Madrid ante la dirección general de Agricultura, a la que se ponía en conocimiento de la tortura y posterior asesinato de 6 toros durante dicho rodaje y a manos de un novillero inexperto que provocó una verdadera carnicería. El artículo 6 de la ley madrileña 1/1990 de protección de Animales Domésticos dice así: 'La filmación de escenas con animales para cine o televisión que conlleven crueldad, maltrato o sufrimiento requerirá autorización previa del órgano competente (...) y que el daño al animal sea un simulacro'. En Hable con ella no se cumplió esa ley, y desconozco cuáles habrán sido las medidas adoptadas contra un daño cometido por el cineasta que, por cierto, el código penal, de forma indignante, insensible, bochornosa y económicamente interesada, aún no contempla como delito, aunque lo es. Nos alegra, al menos, y hasta que logremos que semejantes actos de barbarie sean terminantemente prohibidos, que tal vergüenza no represente a la cultura española, faltándole así a un respeto reiteradamente manchado de sangre inocente, ni pueda llegar a recibir ningún tipo de premio o reconocimiento.

La bondad moral de la película de Fernando León es, sin embargo, directamente proporcional a la que le falta a la película de Almodóvar. Y ahí residirá, en caso de obtener finalmente el preciado galardón y al margen de otros posteriores o posibles beneficios, su mayor éxito en la industria norteamericana. La primera incógnita es cómo se tomará Hollywood una historia de parados, de realismo comprometido, una película social, es decir, política. Como señala su director, una suerte de Ken Loach a la madrileña, la mayor satisfacción la produce el hecho de que el mensaje de la gente que está en paro, razón por la que inició el proyecto, pueda llegar a un público más amplio.

Rodada en Galicia aunque basada en el cierre de los astilleros asturianos, Los lunes al sol narra el drama personal y social de varios personajes que viven en el permanente y obligado domingo de los que pierden su trabajo. Es un drama íntimo porque todos están indefectiblemente solos, a pesar de los denodados esfuerzos de Santa, el espléndido (todos los actores lo están) Javier Bardem que interpreta a aquel digno que se niega a plegarse a la condenación del sistema y sigue creyendo en la lucha colectiva. El amor, el alcohol, las fantasías eróticas o la fe en una burocracia que habría de representar el auténtico orden social y que se demuestra, no obstante, inútil y despiadada son las reacciones particulares a la común humillación de los que quedan al margen de sus propios sueños. 'La esperanza está en el grupo', dice Fernando León, y será la amistad la única fuerza para resistir al abandono y la indiferencia del sistema. Los lunes al sol es, pues, una película que hace pensar sobre las zonas más negras del orden capitalista. La pregunta es si estará dispuesto a plantearse tan escabrosas cuestiones un país mayoritariamente rendido a las preocupaciones de 'seguridad, rearme y defensa' de su todopoderoso presidente, si la Academia de Cine en Hollywood será capaz de identificarse con ese enemigo devastador y familiar.

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