_
_
_
_
Tribuna:
Tribuna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las tribunas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Los males de la globalización

La globalización está sometida a tensiones sin precedentes, que reverberan en todas partes. La mayor parte del África subsahariana, Suramérica y Oriente Próximo está sumida en el estancamiento o el declive económico. Estados Unidos, Europa occidental y Japón están empantanados en un crecimiento lento y se arriesgan a una nueva recesión. Y se vislumbra la guerra con Irak.

Para los defensores de los mercados abiertos y el libre comercio, esta experiencia plantea importantes desafíos. ¿Por qué corre peligro la globalización? ¿Por qué sus beneficios se concentran al parecer en unos cuantos lugares? ¿Se puede conseguir una globalización más equilibrada?

No existen respuestas fáciles a estas cuestiones. Los mercados abiertos son necesarios para un crecimiento económico pleno, pero no basta con ellos. Algunas regiones del mundo han obtenido un enorme provecho de la globalización, particularmente el este de Asia y China en los últimos años. Sin embargo, a algunas regiones les ha ido pésimamente, especialmente al África subsahariana.

'Estando como estamos al borde de una guerra, es urgente poner en marcha el duro trabajo de hacer que la globalización funcione para todos'

El Gobierno de EE UU pretende que la mayoría de los problemas de los países pobres son de su propia cosecha. El crecimiento lento de África, afirman los líderes estadounidenses, se debe al mal gobierno africano. La vida, sin embargo, es más complicada.

Véase el caso de los países mejor gobernados de África: Ghana, Tanzania, Malawi y Gambia. Todos han experimentado descensos en sus niveles de vida a lo largo de las últimas dos décadas, mientras otros países asiáticos que obtienen un peor resultado en la comparación internacional de prácticas de gobierno (Pakistán, Bangladesh, Myanmar y Sri Lanka) experimentaron un mayor crecimiento.

Lo cierto es que el rendimiento económico no está determinado sólo por las normas de gobierno, sino por la geopolítica, la geografía y la estructura económica. Los países con grandes poblaciones, y por tanto grandes mercados internos, tienden a crecer más rápidamente que los países con una población pequeña.

Los países costeros tienden a superar en eficacia económica a aquellos que no tienen acceso al mar. Los países con altos niveles de malaria tienden a soportar un crecimiento más lento que los que tienen niveles más bajos de dicha enfermedad. Los países en desarrollo que lindan con mercados ricos, como es el caso de México, tienden a conseguir mejores resultados que los países alejados de los principales mercados.

Estas diferencias importan. Si los países ricos no prestan atención a estas cuestiones estructurales, nos encontraremos con que la brecha entre los ganadores y los perdedores del mundo continuará ensanchándose. Si los países ricos culpan a los países desafortunados (aduciendo que en cierto modo no son cultural o políticamente aptos para beneficiarse de la globalización) no sólo crearemos bolsas de pobreza más profundas, sino también un descontento creciente. Ello a su vez desembocará en niveles de violencia cada vez mayores, reacciones negativas y terrorismo.

Por tanto, es hora de adoptar un planteamiento más serio de la globalización que el que los países ricos, especialmente EE UU, ofrecen. Debería empezar con la tarea más urgente: satisfacer las necesidades básicas de los pueblos más pobres del mundo. En algunos casos su sufrimiento puede aliviarse a través de un mejor gobierno dentro de sus países. Pero en otros, una mirada sincera a la evidencia revelará que las causas básicas son las enfermedades, la inestabilidad climática o el alejamiento de los mercados.

Una globalización con éxito exige que pensemos más como médicos que como predicadores. En vez de castigar a los pobres por sus 'pecados', deberíamos hacer diagnósticos cuidadosos, como haría un buen médico, para cada país y región, a fin de comprender los factores que retardan el crecimiento económico y el desarrollo.

Ya se deberían haber afrontado las complejidades de la globalización con seriedad. La ideología 'de talla única' del Consenso de Washington está acabada. Estando como estamos al borde de una guerra, es urgente poner en marcha el duro trabajo de hacer que la globalización funcione para todos. Puede hacerse, si suprimimos las anteojeras ideológicas de los ricos y ponemos en marcha una asociación entre los ricos y los pobres. Nuestro futuro común depende de ello.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_