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Reportaje:REPORTAJE

Los 40 años de película del agente 007

Aunque el libro número 14 y último de la serie de James Bond se publicó hace 36 años -dos años después de que muriera su autor, Ian Fleming-, el personaje lanzó la franquicia de más éxito de la historia del cine. La serie, que este año celebra su 40º aniversario con el estreno de la película número 20 (Muere otro día), ha resurgido con enorme fuerza tras su prolongada crisis de madurez en los años ochenta. Las tres últimas entregas, protagonizadas por Brosnan, han recaudado en total más de 1.000 millones de dólares en la taquilla. Y puede que los argumentos no siempre sean coherentes, pero la acción es de alta tensión, los efectos especiales son espectaculares, las mujeres son preciosas (y cada vez más letales) y el héroe es una isla de imperturbable serenidad británica en medio del caos. Con Pierce Brosnan, la serie ha encontrado su mejor Bond desde Sean Connery (algunos dicen que el mejor de todos), un hombre cuyas medias sonrisas y cejas arqueadas hacen que, a pesar de que los críticos lleven décadas preguntando cuándo va a guardar el esmoquin y se va a retirar, Bond siga siendo totalmente sexy y fantástico.

Se calcula que más de 2.000 millones de personas han visto alguna película de Bond. Lo sorprendente es que sus seguidores están renovándose
Pierce Brosnan, el elegante actor irlandés, ha infundido nuevo vigor al viejo espía 007 e incluso da señales de haberse apropiado del personaje
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Desde luego, no está muerto todavía. Los productores se aseguraron de ello al pagar a Brosnan, según se dice, 15 millones de dólares por película. Estuvo a punto de no ser nunca Bond: en 1986 tuvo que rechazar una oferta porque no podía librarse de su contrato en la serie de televisión Remington Steele. Sin embargo, cuando volvieron a proponérselo en 1994, estaba dispuesto a aceptar. Después del Bond jocoso y casi geriátrico de Roger Moore, y el de Timothy Dalton, meditabundo y con su aire de 'en realidad, yo soy un actor serio', el elegante irlandés ha infundido nuevo vigor al viejo espía e incluso da señales de haberse apropiado del personaje. Aunque tiene la gracia requerida a la hora de pronunciar las típicas frases bondianas, Brosnan encarna el personaje con más seriedad y firmeza que Moore y está mucho más a gusto que Dalton. Quizá no lo parezca, pero interpretar a Bond 'es una tarea agotadora', dice durante una pausa en el rodaje. 'Intentar dar con el tono exacto, con el grado justo de ironía, pero, al mismo tiempo, con cierto realismo, es complicado'.

Madurez interpretativa

Los ocho años de espera de Brosnan le ayudaron a crear un Bond mejor. La edad había erosionado sus aires de chico guapo: unas cuantas arrugas en el rostro, un poco más de carne en la mandíbula, y empezaba a tener el aspecto de un hombre que había sobrevivido a demasiadas peleas y demasiados cócteles. A estas alturas, la cuarta vez que interpreta el papel, 'en ciertos aspectos se ha convertido en una segunda piel', dice. 'Me he metido en él, o, por lo menos, me gustaría pensar que lo he hecho'.

Muere otro día ofrece a Brosnan la ocasión de hacer algo más e internarse en un terreno emocional que suele estar reservado a los malos en sus momentos finales de dolor y desesperación. Traicionado durante una investigación sobre un contrabando de diamantes, Bond es encarcelado y torturado por los norcoreanos en la que posiblemente sea la primera escena desgarradora de una película de la serie. Golpeado, herido, con barba e incluso cabello largo: nunca le hemos visto así. Por supuesto, acaba logrando la libertad y vuelve a Londres, donde descubre que le han quitado su categoría de 00 (indica la licencia para matar). La labor que lleva a cabo para redimirse y desenmascarar al traidor le lleva a los brazos de tres mujeres y al punto de mira de Gustav Graves (Toby Stephens), un audaz magnate del diamante obsesionado, cómo no, con dominar el mundo. (Los guionistas han tenido la sensatez de dejar de lado a los malos de pacotilla de las últimas películas, como ese que quería conquistar... el sector de los medios de comunicación). Las penalidades de Bond, a manos de sus captores y del servicio secreto que ha perdido la fe en él, revelan rasgos que reconocerán los aficionados a las novelas de Fleming. 'Sacan a la luz su faceta vulnerable', dice uno de los guionistas. 'Pero vamos a ver que es muy resistente'.

Se calcula que más de 2.000 millones de personas han visto alguna película de Bond. Pero lo sorprendente es que sus seguidores en todo el mundo están renovándose; no son sólo maduritos nostálgicos los que recuerdan una película que vieron (en parte) en una cita cuando estaban en el instituto, sino otros aficionados más jóvenes que conocieron a 007 en la televisión. O en Internet. Los que colaboran con las numerosas páginas y listas de mensajes relacionadas con Bond 'tienen de 12 o 13 años para arriba', dice Matt Sherman, codirector de 007forever.com. Muchos de los más jóvenes entran en contacto con Bond a través de los juegos. Desde 1999 'hemos vendido casi 20 millones', dice el asesor de MGM Larry Gleason. 'Hay toda una generación de chicos cuyo punto de referencia principal no consiste en Agente 007 contra el Doctor No ni El mundo no es suficiente, sino en el juego de GoldenEye'.

Durante el rodaje en Cádiz la pasada primavera, el director del filme, Lee Tamahori, engullía ferozmente una ensalada, entre tragos de zumo de grosella. Come como un adolescente, y, como un adolescente, habla mientras come. Incluso se viste como un adolescente: pantalón de chándal y una camiseta vieja de un bar en La Habana Vieja. Pero lo más importante para la serie es seguramente que Tamahori intenta pensar como un adolescente y hacer que el filme atraiga a ese solicitado sector demográfico. La mejor manera de lograrlo, dice, no es hacer que las películas sean más tontas, sino más inteligentes. 'Muchas películas de acción de hoy día son una estupidez porque le piden al espectador que las acepte tal como son', dice. 'Los adolescentes son más listos de lo que nos creemos, y no les gusta que les insulten'.

Él se acuerda. Tamahori tenía 13 años cuando vio Desde Rusia con amor en un cine de Nueva Zelanda. Le encantó toda 'la parte guarra y tremenda' de la película -no sólo el aspecto sexual, sino las grandes escenas de luchas y el ambiente de un auténtico thriller-, y dice que ahora quiere ofrecer una versión de eso mismo en el siglo XXI. '¡Sucio y brusco!', dice a los protagonistas mientras ruedan una escena en la que quiere más lujuria.

Si alguien quiere predecir el fracaso de Bond, allá él. ¿A cuántos críticos ha sobrevivido ya? En Agente 007 contra el Doctor No, el pescador Quarrel advierte: 'No es conveniente que un hombre tiente a la Providencia demasiado a menudo'. El agente 007 siempre ha sido jugador y parece tomarse esas palabras como un desafío. Y 40 años más tarde, se puede decir que tenemos una respuesta: no es conveniente que un hombre apueste contra Bond.

Time

Sean Connery, en <i>Nunca digas nunca jamás</i>.
Sean Connery, en Nunca digas nunca jamás.

'England for ever'

EL 18 DE NOVIEMBRE, la reina Isabel irá al cine por primera vez este año, al estreno mundial de Die another day en el Royal Albert Hall de Londres. Seguramente nunca sabremos si se ha divertido o no, pero es lógico que apoye a Bond: al fin y al cabo, lleva al servicio de su Majestad 40 años como defensor de la industria cinematográfica británica y embajador universal de las virtudes británicas. Cuando Bond se presentó por primera vez en la pantalla en 1962, el imperio geográfico británico estaba desintegrándose, pero el cultural estaba en plena ebullición. Ya entonces, en la era de los Beatles y Carnaby Street, aquel licenciado de Cambridge con su chaqueta de esmoquin parecía curiosamente anticuado. Sin embargo, se las ha arreglado para envejecer con dignidad; es decir, prácticamente no ha envejecido. Su país también está congelado en sepia, y ése es su atractivo, en parte. En una película de Bond, Gran Bretaña sigue siendo una superpotencia. Es posible que a Tony Blair se le acuse de ser el perro faldero de George Bush, pero, en el mundo de Bond, la especial relación anglonorteamericana está totalmente vuelta del revés. Los estadounidenses son meros comparsas del policía global que salva a todos por su Reina y su país. Bond es, según el historiador cinematográfico James Chapman, 'una excepción a la norma del imperialismo cultural norteamericano y la cocacolonización de la cultura mundial'.

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