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Columna
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La venida del lobo

Cualquiera que pasee por las calles de Valencia puede darse cuenta de que a siete meses vista del último domingo de mayo la campaña electoral de las autonómicas y municipales ha comenzado ya: los rostros de algunos candidatos que nos saludan desde la vallas o los espacios publicitarios de los autobuses así lo acreditan. Ese hecho, por sí sólo, acredita que el resultado de los comicios resulta a estas alturas mucho menos previsible de lo que se pensaba antes del verano y de la inflexión marcada por la huelga general. Los sondeos, los serios y los que no lo son tanto, así lo apuntan. Aunque la posición de los conservadores en la Comunidad es mucho más sólida que la existente en el conjunto de España, y la de los socialistas más débil, el horizonte que se dibuja cara a los comicios de mayo es una competencia real, y mucho más ajustada de lo que se preveía hace apenas unas semanas: si bien es cierto que tanto UV como el BNV andan lejos del famoso umbral del 5% que abre la puerta del Palacio de Benicarló, también lo es que ambos no andan muy lejos del 4%, ni en un sentido ni en el otro, y que habiendo rechazado ambos las posibilidades de coalición que tenían, se han decidido a jugar poco menos que en solitario, con mejores perspectivas, por cierto, para UV, que seguramente retornaría al emblemático ayuntamiento capitalino, aun cuando no entrara en Cortes Valencianas, al no ser nada desdeñables sus posibilidades de saltar la barrera, y aun de alcanzar un par de escaños en el consistorio. Si a ello se une que los socialistas recuperan terreno a ojos vistas y que IU se mantiene en el consistorio parece evidente que la mayoría absoluta del PP va a ser, como mínimo, bastante menos absoluta.

Aunque no conozco sondeos lo suficientemente serios como para tener una imagen con cierto detalle del voto comarcal, la información que circula permite afirmar que la repetición de unos resultados como los del 99, con mayoría del PP en todas las comarcas menos una no se va repetir, hay un neto progreso de los socialistas y, paralelamente, una erosión de los apoyos locales de los conservadores. Al parecer se esta produciendo una lenta 'reurbanización' del voto conservador, cuyos componentes rurales e industriales se debilitan. Si esa impresión es correcta, de la misma se seguiría una creciente probabilidad de que dos diputaciones provinciales (Alicante y Valencia) acaben por tener una mayoría política distinta de la actual, basada en dos patas o en tres, tanto dá... Lo que por sí solo supondría una notable alteración del mapa del poder valenciano que anunciaría la clausura de un período de dominancia conservadora y la apertura de un ciclo de competición política más efectiva. Lo que aquí y ahora significa: una disputa encarnizada por la franja central del electorado, colindante con los campos de la incondicionalidad conservadora o socialista, y de definición política reformadora y moderada, es decir centrista.

En lo que a la Generalitat afecta la notable ventaja del Partido Popular sobre el Socialista sigue en pié (en ambos términos, la ventaja y su notabilidad), y lo está en dimensiones mayores de las de los homólogos nacionales. Mientras que en el conjunto español la ventaja del PP oscila entre cinco puntos y pico y el empate (con mayor probabilidad en el entorno de éste último), en la Comunidad esa ventaja se sitúa entre cinco y seis puntos, mas bien hacia el seis que hacia el cinco. A primera vista una posición muy confortable. El problema radica en que la victoria no le es suficiente al PP y una derrota, cuanto más estrecha mejor, puede resultar dulcísima para el PSPV-PSOE. Me explicaré.

En el contexto político actual el PP valenciano es un partido sin socios. Habiendo generado el desierto a su alrededor absorbiendo o machacando a sus partidos vecinos el PP ha logrado la mayoría absoluta. Pero por eso mismo se ha privado a sí mismo de las opciones que proporciona la vecindad, en consecuencia está obligado a jugar un juego muy arriesgado: aut Caesar aut nihil, o la mayoría absoluta o la oposición. Ahora bien, la ventaja confortable pierde la confortabilidad cuando se considera que IU está precisamente entre el cinco y el seis (más bien hacia el segundo), con lo que los dos partidos de la familia socialista prácticamente igualan el previsible resultado electoral conservador, con lo que su ventaja electoral casi se evapora y el espectro de una mayoría plural en Cortes Valencianas se nos revela. El PP juega con la ventaja del mayor tamaño y de la división de la competencia efectiva, pero aún así el diputado número 45 está saliendo de los bancos del PP camino de la franja de los diputados indecisos o por atribuir. Y digo 'está saliendo' porque mientras la tendencia de IU es hacia la recuperación y la del PSPV al alza la del PP es exactamente contraria. Claro está que las tendencias lo son hasta que se rompen, lo malo es que tienen la fea costumbre de la persistencia y, como todo el mundo que haya hecho la experiencia sabe, remar contra corriente no es precisamente ni sencillo, ni agradable. El PP necesita ganar, y hacerlo por varios cuerpos, en tanto que el PSPV necesita sencillamente que los conservadores no le saquen más de una cabeza, porque si es así el que gana pierde y el que pierde gana, su riesgo se halla en el campo de Agramante que se abriría en caso de quiebra de las expectativas. Las tendencias anuncian la venida del lobo.

Manuel Martínez Sospedra es profesor de Derecho de la Universidad Cardenal Herrera-CEU.

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